¿Circulan todas las voces, todos los que se involucran en la vida
social de una comunidad, de una ciudad, de un país?
¿ Dejamos hablar a todos con sus particularidades, sus cadencias y sus propias voces?
¿Todos tienen este mismo derecho de expresarse?
Para pensarlo en este 3 de mayo mientras los invito a leer el
excelente articulo de Sandra Russo donde tambien se pregunta cuando peso tiene la memoria en nuestra vida cotiadiana.
LIBERTAD
"Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones,el de investigar y recibir informaciones y opiniones y el de difundirlas sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión." Así reza el artículo 19 de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, y es la manera en que la ONU promueve el "Día
Mundial de la Libertad de Prensa", que se celebra justamente hoy, 3 de
mayo.
La costra
Por Sandra Russo
Durante un año vinieron a mi taller de escritura dos vecinas de
Zárate. Dos audaces. Se venían todos los jueves a la Capital por dos
horas, aunque me imagino que por lo menos en la mitad de la medida
disfrutaban las charlas de los viajes de ida y vuelta. Recuerdo muy
bien la cara de una, la de la otra no tanto. Pero si tengo que hacer
algo parecido a la memoria emotiva que hacen los actores, lo que me
trae el recuerdo de aquellas dos mujeres es el de un constante estado
de alerta.
Las dos estaban vinculadas a los derechos humanos. O por lo menos ésa
era la perspectiva desde la que escribían todos sus textos. Los de
ficción y no ficción. Las dos, por distintas razones personales y con
diferentes grados de intensidad, necesitaban escribir sobre su estado
de alerta. La escritura era en ese sentido, para ellas,
de-sinflamatoria, igual que algunos vínculos de toda la vida, vínculos
barriales que cultivaban con dedicación. Creo que en este caso se
entiende perfectamente la expresión "desahogarse". Zárate tuvo un
número record de desaparecidos. Algo había quedado crudo en Zárate.
- - -
Zárate volvió esta semana y lo hizo como un latigazo.
Pero es un latigazo que recae en una parte del lomo de esta sociedad.
Increíblemente. Ya pasó con Julio López. De acá para allá son todos
setentistas. La indiferencia general (esto es: el secuestro de Puthod
no fue tema de conversación ni en ascensores ni en verdulerías, como
sí "el campo", como sí el humo) está diciendo que a más de treinta
años de la peor masacre política de la historia argentina, todavía
hace pie, en las profundidades más sórdidas de la conciencia
colectiva, aquel "algo habrán hecho". Todavía, en el pozo ciego de
esta idiosincrasia, sigue vigente la materia prima ideológica y
emocional que admite, llegado el caso, el asesinato. Para decirlo
claramente: "Algo habrán hecho" es una frase con la que se disculpa el
asesinato.
No estamos hablando de otra cosa. Es el modo de terminar con algo.
Es un permiso. Es un umbral muy bajo de tolerancia a la política. Es
una desviación. La tortura, la intimidación, la amenaza, el robo de
niños, el mal en todas sus formas, desplegado en todas sus
estrategias. Esta sociedad lo anidó, lo dejó madurar, lo concibió.
Concibió a esos hombres que concibieron ese plan de exterminio. Los
está juzgando a regañadientes.
Los condenados y los procesados tuvieron sobradas razones, durante
décadas, para creer que jamás iban a pagar sus culpas. Ni siquiera las
admiten. No se ven constreñidos a admitirlo, ni siquiera a defender
sus ideas. Y eso es crucial. Los genocidas nunca defendieron sus ideas
públicamente. Han desaparecido a sus ideas, como a sus víctimas. Y
cuando hablo de ideas, no me refiero ni a política ni a economía, sino
a algo anterior a todo eso. ¿Qué ideas soportan el crimen como
herramienta? ¿Qué ideas valen la vida de uno o de tantos? ¿Cómo se
justifica lo que hicieron? No lo justifican. Lo niegan.
Esa ruta que tomó el impulso asesino de los mentores y ejecutores del
genocidio, el más completo silencio, encuentra su contraparte en
varios sectores sociales que ahora responden con silencio a la prueba
fehaciente de que lo que llamaban "pasado" no pasó. La misma prueba
sirve para constatar una vez más que en eso que en relación a los
derechos humanos se llama "pasado" hubo prácticas inexcusables y
aberrantes, como la que lo tuvo por víctima ahora a Puthod. Y sin
embargo... ningún escalofrío parece recorrer el clima general, como sí
las retenciones móviles y la pelea del Gobierno con Clarín. Si el
espanto no espanta, estamos en problemas mucho más graves que los que
provocan las peleas por intereses sectoriales. Esas peleas son la
moneda corriente de una democracia, sobre todo cuando hay piezas
avanzando y retrocediendo. Pero ésas y decenas de otras peleas
políticas por venir pisan en falso si una sociedad que se pretende
democrática, que se declama tolerante, que se asume occidental,
cristiana para más detalles, no ha tomado entera, toda, la íntima
conciencia de que absolutamente ninguna idea –y ningún interés– vale
una vida.
- - -
El que viene de Zárate es un latigazo tan fuerte, tan espeluznante,
que no cabe menos que dar cuenta del sonido del golpe sobre los
cuerpos y los miedos de miles y miles de personas. Pero algo de eso
hay: la noticia del secuestro del presidente de la Casa de la Memoria
de Zárate es, desde el jueves pasado, el sonido de un latigazo, el
relato de un latigazo, algo referido, diferido, vago, lejano, es hasta
impreciso cuando esta vez, y no como sucedió con López, los
responsables de las áreas respectivas estaban como aquellas dos
vecinas que conocí, en estado de alerta.
En su momento se habló de la "desprotección" de López, testigo clave
contra Etchecolatz. Ahora también se habló de la "desprotección" de
Puthod. Pero nadie está protegido de verdad, aunque tenga custodia, si
vive en un país que no grita de indignación ante el esbozo de un
crimen como hubo miles. Miles y miles. Asesinaron a miles y miles de
personas. Lo digo, lo escribo, y sin embargo logro apenas el sonido
del teclado y el dibujo de las letras en la pantalla. Este país tiene
una costra que no deja pasar el peso específico de los huesos sin
tumba. Todavía.
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