jueves, 15 de mayo de 2008

A leer que se acaba el mundo.

Un autor que deberia leerse mucho mas por estas tierras,
excelente analista de cine, medios masivos de comunicación y cultura mediática.
Sus libros son superecomendables y deberian ser mas utilizados en la
formación de comunicadores y periodistas pero como se sabe los nombres
franceses gustan mas en ese tipo de lugares. La semiótica francesa
reina comodo en las mentes de nuestros y nuestras ( para emular a la
reina K) jóvenes doctos.
Más allá de eso recomiendo esta entrevista del diario Critica cuya
tapa de hoy es una muestra mas de la independencia periodistica de
Jorge Lanata y su equipo.
Pasen y lean


"Es más cómodo estar ante la videoconsola que ante un libro"


El catalán Román Gubern (1934) es uno de los especialistas más
prestigiosos del mundo de la comunicación social. Incluso algunos le
otorgaron el extraño título del "Umberto Eco español". Investigador
del Massachusetts Institute of Technology y profesor en la University
of Southern California (Los Ángeles) y el California Institute of
Technology (Pasadena) y director del Instituto Cervantes en Roma.
Ahora es catedrático emérito de Comunicación Audiovisual de la
Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de
Barcelona.

Gubern es autor, además, de los libros El lenguaje de los cómics
(1972), Mensajes icónicos en la cultura de masas (1974), La censura:
función política y ordenamiento jurídico bajo el franquismo (1981), El
simio informatizado (Premio Fundesco, 1987), Del bisonte a la realidad
virtual (1996), El Eros electrónico (2000), Máscaras de la ficción
(2002) y Patologías de la imagen (2004), entre otros.

–¿Es equiparable el actual movimiento antiglobalización con la
revuelta de Mayo del 68?

–No, son muy distintos. Es verdad que ambos son globales porque Mayo
del 68 fue en París, en Berlín, en Berkeley, en Tokio, en México. Pero
el mundo era distinto. Mayo del 68 surge de una paradoja: en una
sociedad opulenta como era aquella, los jóvenes pueden percibir las
disfunciones políticas del sistema de consumo y eso los lleva a la
contestación. Hoy día, en cambio, hay una conciencia de que o salvamos
el mundo o pereceremos con él. La paradoja del 68 está en que, como
fruto del bienestar, los jóvenes cobran una autonomía personal que los
lleva a oponerse a un Estado considerado antiguo y represivo. Esto
tiene dos derivaciones, una de tipo romántico y hedonista, el
movimiento hippie y su retorno a un ideal preindustrialista, a la
arcadia idílica de la comuna; y el movimiento político revolucionario,
paradójico también a su vez porque se inspira en dos ideologías
contrapuestas, el maoísmo y el anarquismo, que se dan de patadas. Y
ahí es interesante ver cómo queda descolgado el Partido Comunista, el
modelo soviético, del anarquismo de Cohen Bendit y el maoísmo de
Sartre. El Partido Comunista, que es un partido de orden, acaba
siendo, sobre todo en Francia, un elemento de apaciguamiento y pacta
con el Estado y los sindicatos mejoras laborales reformistas. Y así
termina la explosión.

–¿Cuál es, entonces, la herencia de Mayo del 68?

–De ahí surgieron varias cosas: la conciencia ecologista, la libertad
sexual, la despenalización de la pornografía, la píldora
anticonceptiva que permitió a la mujer disociar sexualidad y
reproducción, el movimiento gay, el feminismo, en fin, el gran cambio
fue a nivel de las costumbres y los usos. Rodríguez Zapatero puede
tener más mujeres que hombres en su gabinete porque el estatuto social
de la mujer cambia a partir del 68. No se cambia el mundo, pero se
cambian las costumbres, que no es poca cosa. Tuvo sus claroscuros, se
buscaba el Edén, pero unos y otros fracasaron. No obstante, han
quedado unos flecos de los cuales todavía vivimos hoy.

–¿Cree que los jóvenes de hoy tienen espacio para la transgresión?

–Le puedo hablar desde mi experiencia de profesor de chicos en la
veintena. Para ellos, la sexualidad ya no es un problema como lo fue
para mi generación. Tienen pocas cosas que reivindicar, como no sean
cosas tan elementales como un empleo estable y bien pagado. Quieren
estabilidad económica, dinero, objetos materiales, todas aspiraciones
burguesas entre comillas, aunque legítimas. Es verdad que internet ha
creado una nueva tribalidad, las famosas comunidades virtuales donde
la comunicación ya no es sensorial ni sensible sino electrónica. Son
amigos que hablan por el móvil, se envían mails, faxes, chatean, pero
nunca tienen tiempo para verse. No hablamos de África, claro. No
obstante, he leído una estadística muy curiosa según la cual en en las
sociedades europeas desarrolladas menos del 40% de la población adulta
está informatizada, pero el 70% de esa proporción está entre los 15 y
los 25 años.

–¿Y en América Latina ocurre lo mismo?

–Humm, no creo que eso se dé más que en países como la Argentina,
Chile o México. Pero, mire, veo que mis amigos y compañeros –yo tengo
73 años– no son adictos ni asiduos del ordenador. La gente está más
comunicada, pero tiene menos relaciones interpersonales, lo cual es
malo.

–¿Interfiere negativamente esta comunicación en los hábitos de lectura?

–Probablemente. Los juegos de las videoconsolas y la realidad virtual
constituyen una pseudorrealidad alternativa, perceptivamente
hiperrealista, pero ontológicamente fantástica, que actualiza la vieja
reprimenda de Pascal, cuando escribió: "¡Qué vanidad la de la pintura,
que provoca la admiración por el parecido de las cosas, de las que no
se admiran los originales!". Ese espacio ilusorio que constituye la
razón de ser de la realidad virtual y que llamamos ciberespacio,
además de ser un producto tecnológico, es una transformación cultural
de subido interés y aún desconocidas consecuencias. Es más cómodo
estar ante la videoconsola que ante un libro.

–La mayoría de los niños están cautivos de la playstation, y si se les
propone la lectura o la escucha de un cuento, contestan que "¡eso es
muy aburrido!".

–¡Curioso! Los videojuegos son muy adictivos porque es un cine
interactivo y participativo. Además ya han dejado de ser juegos
exclusivamente para niños y adolescentes. Tienen un aspecto positivo:
educan la percepción sensorio-motriz. Nosotros pertenecemos a una
cultura literaria y ellos a una cinética. Pero tienen un componente de
violencia bastante perniciosa, aunque algunos psicólogos dicen que
sirven para descargar agresividad...

–¿Pulsión de muerte?

–Exacto; como la catarsis de Aristóteles. Algunos teóricos sostienen
que eso es bueno, pero este terreno es tan nuevo que sus virtudes y
defectos están aún en un debate colectivo. ¿Sabía que el sector de los
videojuegos es el que más dinero recauda de toda la industria
audiovisual? Cuando se publica Harry Potter y se hace la película y se
editan los DVD y luego se ve en televisión, donde más dinero gana
Harry Potter es en la etapa final que es el videojuego. Por lo tanto,
está cambiando mucho el paisaje, el joven tiene hoy otras golosinas,
que se corresponden con el paradigma tradicional por el que la clase
obrera ha luchado durante siglo y medio. Es decir, se ha producido una
identificación con las necesidades primarias de la clase obrera, sin
pertenecer a ella porque es gente que tiene estudios universitarios,
que gozan de unos lujos relativos, viajan, salen de noche; cualquier
joven europeo ha visto más mundo del que pudo haber visto Luis XVI. o
Napoleón. La técnica y la venta a plazos ha ampliado el mundo a la
gente, siempre refiriéndonos al "balneario", claro.

–Ignacio Ramonet afirma que vivimos en un triángulo formado por la
seguridad como ideología, la competitividad como meta de vida y el
sálvese quien pueda individualista como norma. ¿Qué opina?

–Habría que matizar mucho. Una gran parte de la ciudadanía española es
"mileurista" (los que ganan 1.000 euros al mes, equivalentes a unos
5.000 pesos) y sobrevive con serias dificultades, y en ese sentido, si
es a ellos a quienes Ramonet se refiere con el sálvese quien pueda, es
verdad. Pero también hay que decir que esos mileuristas, a pesar de la
escasez de sus recursos, pueden vivir en las ciudades desarrollados. Y
aquí hasta los pobres son medio ricos comparados con Uganda o Bolivia
o Haití. El pobre de aquí tiene más confort que el pobre del Tercer
Mundo. Y la brecha entre Norte y Sur se sigue ampliando.

–Hablando del Tercer Mundo, ¿hace mucho que no va a la Argentina?

–Estuve hace dos o tres años, presidiendo el Festival de Cine de Mar
del Plata e invitado por el Malba para presentar mi libro Máscaras de
la ficción. Lo que no comprendo de la Argentina, porque no soy
economista profesional, es cómo se ha pasado de la depresión
económica, de la caída moral que provocó el hundimiento del corralito
a una imagen de prosperidad, consumo y optimismo voluntarista que noté
entre amigos, alumnos y conocidos.

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