jueves, 22 de mayo de 2008

¿Los niños primero?

Una realidad que no queremos ver ni pensar.
Mientras nos vamos en discusiones sobre estupideces nuestros niños y
adolescentes marginados de todo lugar que los incluye y los escuche se
matan entre si.
Y esto no es ninguna película sino la cruel realidad.
Ni Roberto Arlt la hubiera escrito de manera tan atroz.
Pare leer y estar atentos.

Pendejos.
Reynaldo Sietecase
Mientras el gobierno nacional y las entidades del campo discuten qué
hacer con la renta extraordinaria que producen las exportaciones de
soja, una nena de dos años moría asesinada. Sus matadores fueron dos
hermanitos, de siete y nueve años. Dicen las pericias médicas que
sabían el daño que le provocaban a la nena cuando la golpearon y le
ataron un cable al cuello. Dicen también que no se conmovieron frente
al dolor que provocaban. El informe psiquiátrico es un mapa del
desamparo: los pequeños asesinos sufrían castigos reiterados, su madre
les pegaba con palos y cadenas, y vivían en una casilla en condiciones
miserables. La niña se llamaba Milagros. Un nombre paradójico en un
barrio como San José (Almirante Brown), donde ocurre de todo menos
milagros.

El país se asomó al horror a través de los telediarios pero, como
suele ocurrir en estos casos, sólo por un momento. Por suerte existe
el control remoto.

Hace un año publiqué un libro de cuentos con un denominador común:
cada relato tiene como protagonista a un niño o adolescente que
termina matando. Se llama Pendejos. La elección de ese título generó
más de una polémica. Expliqué entonces que el término viene del latín
(pectiniculus) y que si bien en el habla coloquial del Río de la Plata
remite a los chicos o jóvenes, su significado original es "vello
púbico". Esa acepción es la que convierte la palabra en metáfora
social. Los pendejos son esos pelitos que ocultamos por pudor. Igual
que a estos pibes a los que nadie quiere ver y que se hacen visibles
sólo cuando matan o son asesinados.

Según un informe realizado por el Observatorio Social de la
Universidad Católica, el 60 por ciento de los menores de 17 años vive
en hogares vulnerables. Es decir, en hogares donde no se cubren las
necesidades básicas. El padre de Milagros hace changas. Con eso
mantiene a su esposa y ocho hijos. Viven en una casa precaria, en
calle de tierra y sin los servicios elementales. No hay gas ni agua
potable. La familia de los chicos que mataron a la nena vive igual o
peor. La madre mantiene a cuatro hijos con un plan social de 175
pesos. El padre murió. La abuela de los chicos, Herminda, dijo a la
prensa que discutía con su hija para que no les pegara a sus nietos.
La Argentina tiene 50 mil millones de dólares de reservas en el Banco
Central. Eso le permite al Gobierno alejar cualquier fantasma de
corrida bancaria. Pero esos millones no sirven para cambiar una
realidad lacerante. Los niños que nacen en hogares pobres serán
adultos pobres.

Hay dos países. El Congreso aprobó la obligatoriedad de la enseñanza
secundaria, pero el 65 por ciento de los chicos argentinos crece en
ambientes de bajo nivel educativo. Se analiza en la Capital Federal
imponer la jornada educativa completa mientras en Tucumán hay escuelas
que por falta de espacio y maestros dividen la mañana entre tres
grados diferentes, reduciendo la jornada escolar a un par de horas.
Los pibes que mataron a Milagros hacía un año que no concurrían a la
escuela.

El ministro de Economía, Carlos Fernández, anunció el lunes pasado el
superávit fiscal de abril: 2.789 millones de pesos. La cifra
representa un aumento del 73 por ciento en relación con el año pasado.
César Oscar Belizán, el papá de Milagros, ni se enteró. Entre llantos
contó que su hija compartía un colchón de goma espuma con una de sus
hermanas. Según el Observatorio Social de la UCA, el 14 por ciento de
los niños argentinos comparte colchón o cama.

En la última cumbre de presidentes de América Latina y Europa,
Cristina Kirchner aseguró que la Argentina podría alimentar a 500
millones de personas. Somos como una multinacional de alimentos. Según
los informes médicos, los niños que mataron a Milagros estaban
desnutridos. Son parte de una estadística vergonzosa: uno de cada diez
argentinitos asegura sentir hambre. Y uno de cada dos no tiene
cobertura de salud.

Los informes dicen que los chicos jugaban a que Milagros era un perro.
Por eso le enlazaron el cuello. El cable terminó asfixiándola. En el
país donde un millón y medio de personas concurren a la Feria del
Libro, al 35 por ciento de los niños menores de cinco años nunca le
contaron un cuento.

Pendejos es una palabra polisémica. Tiene diversos significados. En
Perú y en algunos países de Centroamérica también quiere decir
"inútil, pusilánime y cobarde". Esos conceptos también nos definen
cuando no miramos lo que de verdad hay que ver. Cuando no vemos a
Milagros ni a los niños que la mataron antes de que ocurra la
tragedia.

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