domingo, 23 de noviembre de 2008

Mas pasión y deseo veneciano

Aquí agrego un texto del escritor español Javier Royo....
y que habla de esta ciudad sobreviviente a todo y a todos...
interesante texto....


VENECIA, LA MÁS BELLA

No tengo claro cuál sería la que encabezara una relación de ciudades
feas. Desde luego no estarían nunca Zamora, hermosa por algunas cosas,
algunos edificios, la vista desde el otro lado del río y algunos
poetas con los que compartimos el don de la ebriedad. Tampoco estaría
Bilbao, y no solo por la reconversión, por el llamado "efecto
Guggenheim", mucho antes ya había encontrado la belleza en sus calles,
su ría y sus gentes. La fealdad de una ciudad, tantas veces, está
unida a los momentos que en ella hayamos vivido y con quién los hemos
compartido.

Ahora estoy en una de las ciudades señaladas por su belleza. Marcada
por su belleza, rehén de ella, salvada o condenada por esa belleza que
no puede o no debe cambiar. Estoy en Venecia. Siempre he pensado que
el síndrome de Sthendal tendría que haber sido aquí y no en Florencia,
su hermosa rival, pero menos rematadamente bella. En Venecia me
acuerdo de aquello de "sé bella y cállate". Venecia está secuestrada
por su propia belleza. Tiene que imitarse a sí misma, ser fiel a sus
formas, sus curvas, su estilo y su imagen hasta que se hunda, se
ahogue en su propia y decadente belleza. Proust la llamaba "santuario
de la religión de la belleza". Y la belleza no era para él, como para
Ruskin, un objeto de disfrute, sino una realidad más importante que la
vida. Una belleza exigente en sí misma.

Una belleza que conoció muy bien Paul Morand -ese escritor de tantas
bellezas, de tantas ciudades- que escribió un libro veneciano en el
que reconocía su deuda con esta ciudad, que tomó el partido de los
poetas, que se construyó sobre el agua. Dice Morand que los canales
venecianos son negros como la tinta de sus escritores, la de Rouseau,
Chateaubriand, Ruskin, Mann… No dice nada de Azúa, ni de Gimferrer
porque, naturalmente, no los conocía. Ellos también han escrito sobre
Venecia, sobre las venecias.

Venecia, que sobrevivió a Atila, a los mercaderes, a los aristócratas,
a Bonaparte, a los Habsburgo y a Eisenhower, Hemingway, Visconti, la
Mostra de cine, las Bienales y los millones de turistas que hacen cola
para sentarse unos minutos, veinte euros la copa, en el Florian o en
el Harry's Bar. Si una ciudad, sitiada entre sus aguas y arrasada por
sus turistas es capaz de resistir tanta gente cargada hasta los
dientes con sus cámaras digitales, yo creo que será capaz de seguir
resistiendo los intentos de ser pintada, fotografiada y escrita por
los que llegamos mucho después de que la ciudad fuera tan hermosa y
decadente como para ser la diosa de las ciudades bellas. Mientras ella
lo siga soportando, nosotros seguiremos arrebatándole la salud porque
no podemos trasplantar su belleza.

Venecia, que fue el más hermoso salón de Europa, es decir, del mundo,
y la ciudad más brillante de Occidente, sabe que está construida con
un material que no será inmortal, que las ciudades, incluso las más
hermosas, algún día tendrán que sacrificarse a sí mismas, a su
identidad, a sus identidades, para seguir sobreviviendo. Alguna vez
hay que hacer peregrinación a Venecia, todavía se puede ver los restos
de un mundo condenado a la desaparición. Fue hermosa mientras duró.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario