viernes, 7 de noviembre de 2008

El estreno de la semana.

Una película que llega tarde a Córdoba que merece ser visto y es uno
de los estrenos (tardíos) del año.
Con el actor francés del momento(se lo puede hacer de villano en la de
James Bond donde también ilumina la pantalla) haciendo uno de sus
papeles más complejos por lo que el personaje necesita y por los pocos
recursos corporales a los que puede recurrir.
La escafandra y la mariposa de Julian Schnabel( ganador del premio al
mejor director en la edición 2007 del festival de Cannes por solo
nombrar alguno de los tantisímos premios que el filme recogió) se
puede ver en el Cine Teatro Córdoba donde comparte cartel con la
visita de la banda que también se las trae. Un muy buen doble programa
para refugiarse en una sala de cine.
Dejo la dirección de la página www.cineparaver.com.ar donde hay
horarios y comentarios como éstos para saber de que va la peli. Pero
no dejen pasar la posibilidad de verla ya que es interesante de ver.
Buen viernes y a refrescarse como puedan.


"LA ESCAFANDRA Y LA MARIPOSA"

Para Julian Schnabel, artista plástico, alborotador cultural y
esporádico director de cine, el arte es una vía de escape de la
adversidad, venga ésta de la soledad interior o de los obstáculos que
opone la realidad. Más que en sus dos primeros films - Basquiat ,
sobre el artista cautivo de la droga, y Antes que anochezca , sobre el
escritor cubano Reinaldo Arenas-, esa idea se hace materia dramática
en La escafandra y la mariposa , donde aborda un caso extremo de
incomunicabilidad, el que vivió el periodista Jean-Dominique Bauby,
prisionero de su cuerpo casi totalmente inmovilizado a raíz de un
accidente cerebrovascular. El admirable texto que el propio Bauby dejó
como testimonio le sirve como guía: pacientemente dictado, letra por
letra, mediante el empleo de un abecedario especial y el movimiento de
su párpado izquierdo (su única vía expresiva), el libro es la crónica
del doloroso renacimiento que el hombre vivió desde que descubrió que
sólo tenía dos elementos para escapar de la escafandra en la que su
conciencia había quedado confinada: la memoria y la imaginación. El
film abunda en hallazgos al traducir ese testimonio, duro y
conmovedor, al lenguaje del cine. A su modo, también Schnabel debió
sortear limitaciones: las que le planteaba un relato cuya acción
transcurre en gran parte en torno de una cama de hospital, o bien es
pura subjetividad. El cineasta norteamericano encontró inteligentes
soluciones formales a las que no habrá sido ajena su condición de
artista plástico. Su film adopta, sobre todo en la primera parte, un
lenguaje casi experimental e involucra al espectador mediante el uso
de la cámara subjetiva. Más tarde, cuando el objetivo se convierta en
una ventana a la interioridad del protagonista y acompañe el vuelo de
las mariposas de su espíritu libre, las imágenes se volverán
luminosas, aéreas; tendrán el colorido de sus fantasías y de sus
alucinaciones o el halo melancólico de sus recuerdos. En
contraposición a la fría luz clínica, la vida habrá recobrado sus
colores más vivos. El tono pudoroso del relato -y un compromiso
emotivo que descarta tanto las lecciones de vida como la sensiblería
lacrimógena habitualmente asociada a estas historias de discapacidad o
enfermedades terminales- se impone desde el comienzo, cuando Bauby (y
el espectador con él) despierta en el hospital y esa nueva, dolorosa
realidad suya se le va revelando de a poco, en un centelleo borroso en
el que asoman, intermitentes, rostros, objetos y voces a las que no
puede responder aunque sí lo haga en su mente. Es como un renacimiento
que le resultará muy difícil aceptar: "¿Hizo falta la luz de una
desgracia para mostrarme mi verdadera naturaleza?", se preguntará
amargamente. Pero no es amargura el único sentimiento que traducen sus
parpadeos o su voz (la del excepcional Mathieu Amalric, a quien sólo
se ve pasada la media hora de proyección): el film mezcla cólera,
ironía, humor ácido, tristeza, destellos de poética sabiduría y una
visión idealizada de las mujeres-ángeles que rodean al enfermo.
Schnabel no hace de él un héroe o un ejemplo ni atenúa las asperezas
de la historia, admirablemente interpretada, pero parece hacer suyas
las palabras de la dedicatoria del libro y termina deseándole al
espectador, como Bauby a sus hijos, "muchas mariposas".

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