y por ver como la actualidad o si uds quieren la realidad se va
metaforseando de tal manera que hoy el conflicto que mantuvo en vilo
al país durante 100 días se ha transformado en una kermese de domingo.
Hoy nadie, pareciera, nadie recuerda el desabastecimiento, los
piquetes y aquellos días de furia colectiva.
Hoy todos han vuelto a sus rutinas olvidando, una vez más, lo que nos
pasa alrededor.
Igual sucede con la memoria y los recuerdos de lo que nos pasaba hace
30 años atrás.....
Hoy el juicio a menéndez y cía sigue siendo escuchado por unos pocos
que tienen la responsabilidad, el compromiso y las ganas de oír. hoy
solo algunos medios locales transmiten crónicas fidedignas de lo que
sucede puertas adentro... hoy nadie quiere escuchar las atrocidades
que hace 32 años se cometían en nombre de Dios y de una ideología que
exigía matar y desaparecer al enemigo.
Hoy una cadena informativa nos impone seguir haciéndonos los sordos
respecto a nuestra propia historia. Los medios dictaminan no recordar,
han pactado, como hace tres décadas con el poder de turno y se
dedican a seguir insuflando en los cordobeses la boludez colectiva.
Por suerte hay radios públicas como Nacional y Universidad que
proponen otra cuestión intentando encontrar un oyente inteligente y
comprometido.
De los diarios mejor ni hablar, no vale la pena ni mencionarlos por
que cada día estan peor y mal informados. Por no decir mal escritos
eso sería mucho no??
Hoy 32 años despues las cosas siguen siendo mas o menos lo mismo....
lo sé algunas cosas del paisaje han cambiado, han mutado pero en el
fondo algunas cuestiones escenciales siguen funcionando igual.
Hoy este conflicto que se ha desmadrado por todos los costados nos
demuestra que este país, esta sociedad, es decir, nosotros en comunión
con otros, retrasa muchas décadas, que los odios y resentimientos
siguen estando en el mismo lugar y que no hemos avanzado como sociedad
civil ni un ápice.
y eso es lo que realmente duele,
lo que realmente molesta,
porque todos siguen haciendo oídos sordos a las cuestiones centrales
de esta comunidad que sigue en el fango pudriéndose y que no puede
aprender de su pasado para mejorar su presente y delinear al menos un
futuro habitable.
Da lástima por toda la sangre derramada y todos aquellos que hoy no
están con nosotros.
Ni en honor a su memoria y su ausencia podemos ponernos a construir
una sociedad mejor. Ello sirve cuando se trata de pedir subsidios, de
ganar becas y lograr en nombre de la muerte cargos y lugares públicos.
Todos sin distinción de nombres y apellidos lo han hecho. Comparto la
lucha por la memoria sí, pero no el arribismo fácil y obtuso. Y eso
hacen muchos en esta ciudad y en este país.
Sino veamos los nombres de cargos que hoy se ocupan en el gobierno
nacional, provincial, municipal y universitario por solo nombrar
algunas áreas hoy conquistadas por aquellos y que ejercen una política
de persecución que en años atrás parecían combatir.
La querida Hebe de Bonafini es solo la punta de un iceberg que se
repite en direcciones verticales y horizontales.
Es triste y da mucha bronca.
He dicho algo que venía pensando hace unas semanas y en esta bella
siesta de domingo ha empezado a tomar forma.
Lo que intentaba ser una presentación de pocas líneas a esta nota del
notable Orlando Barone se transformó en diatriaba que bien vale la
pena leer.
Y si es posible encender el debate. Otra cosa de la que carecemos,
pero eso es ya otro tema.
Chistes malos en el velorio del humor
Por Orlando Barone
Nos habíamos reído tanto. Al principio de los noventa la gente se
reía; también los que gobernaban. Y también el mundo que nos miraba.
Eramos una risa contagiosa uno a uno. Risas de Ferrari o de picaduras
de avispa. Cuánta gracia desgraciada. Ya no. El ánimo argentino se ha
vuelto "Mi noche triste". Y con algunos picos de agonía mal procesada
y una resucitación interrupta. Basta vernos las caras: siempre
protestando por algo. Esta argentinidad no "está al palo", sino que es
difuncional: histeriquea pero no ejerce. Porque la libido nunca le
alcanza. La opinión pública está demasiado obesa para enfrentar la
militancia. Es amateur y esporádica. Tanto tiempo encerrada en el auto
y en el departamento ha descubierto la calle.
Desconozco si la soja en sí misma produce por proximidad, y sin
ingesta, algún daño colateral en el pensamiento estándar. A lo mejor
lo que se temía del río con cloro se corporizó en el yuyo brujo. Hay
algunas conductas que inducen a sospecharlo. Los protagonistas rurales
actúan como si tuvieran insomnio y se despertaran entre ortigas. Sus
oponentes viven en tensión en el área, rechazando pelotas y haciendo
zancadillas. El público está dividido; pero en el fondo desearía que
los chinos no compraran más soja sólo para no tener que enterarse de
los repliegues ocultos del negocio. Para no sentirse zarandeado entre
lo que cree y lo que le dicen. La desmesurada ingesta indigesta y
pervierte el gusto. El paladar actual argentino sabe siempre a
discordia. ¿Es para tanto? Parecemos adictos al descreimiento y al
rechazo. No estamos atravesados por una guerra étnica.
El humor, el chiste, la ironía natural han sido enterrados por la
retórica de barricada o de "velorio" sin dolor. A los humoristas
gráficos se les está yendo la chispa, porque nadie puede tener humor
entre páginas donde ninguna crónica se ríe. Y a veces hasta se obligan
a pensar, y derrapan entre una molienda de lugares comunes. El humor
previsible, obvio, es al humor como al sexo es el Viagra. No tiene
espontaneidad: se elabora. Es malo por maldad, no por ironía.
Los movileros causan gracia, pero ellos no la tienen: su material es
siempre la desgracia y se consustancian con más intensidad que las
víctimas. Un movilero alegre no triunfa. Ya ni siquiera el fútbol
tiene humor: de sus protagonistas se esperan peleas y traiciones. Las
vedettes están en guerra; los analistas y opinadores tienen el
síndrome del gran tribunal supremo. Escriben con moralejas. Los
imagino sentados ante el teclado vestidos con una toga y jurándose que
escriben para salvar a la patria. Y si no encuentran suficientes
agujeros negros los inventan. La opinión pública replicada en los
medios potencia su impotencia. Se inflama. Como esos muñecos de toro y
de pingüino llenos de aire y de anarquía batida con intereses. Es
cierto que una sociedad puede renacer de tragedias atroces. Pero esta
es apenas una farsa exhibicionista donde cualquier gesticulador
presume como un graduado en el " actor s studio " porque tiene quien
lo filme.
¿Cómo se hace para recuperar algún estado de ánimo normal que
justifique la creación del sujeto medio argentino? Acaso exista una
oportuna reparación psicológica que relaje la hosquedad del paisaje
urbano-campestre. Y que consiga que Dios no sienta arrepentimiento de
habernos creado insatisfechos hasta de estar insatisfechos.
Ultimamente lo que era propiedad exclusiva de una acaparadora del
sufrimiento y del porvenir sombrío se ha reproducido en el colectivo
social y político. Queremos pero no queremos que llegue el día negro.
Cargamos y descargamos la pistola. Creo que desde ahora quien gane en
los votos debe asumir que sólo gana ese día. Porque al día siguiente
ya nadie se hace cargo de su aporte. Y así la rabia nunca termina.
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