por fin alguien que dice las cosas por su nombre
por fin alguien con los huevos bien puestos...
se agradece ya que muchos han derrapado en pos de mejorar su posición
económica, académica o vaya saber que.
Gracias Barone!!!
saludos y buen domingo
La cosecha de la discordia
Orlando Barone.
¿Cómo salirse de la manada, del rebaño, de la jauría y de la
montonera? Los imaginarios ya están llenos de plantaciones de soja y
de reclamos de granjeros. Y de discursos de opositores y de
descamisados con espuma en la boca. El periodismo ha sido incitado
todo este tiempo a girar sobre una noria que excluye todo cuanto la
rodea. Y lo que la rodea es el mundo y la vida. Es curioso cómo tanta
gente que se resistiría a ser esclavizada por personas se resigna con
bastante entusiasmo a dejarse esclavizar por un monotema de tedio ya
prolongado. El mandato del "yuyo brujo" que nació alborozado está
terminando en cosecha de discordia. Debe de haber alguna patología del
displacer que nos aleja del carpe diem y que nos escupe el asado justo
en el momento en que parecía más jugoso. Nada. Es una porquería.
Queremos otro nuevo aunque haya que tirar toda la carne a la zanja.
Ni siquiera es ya relevante discernir las diferencias entre paro y
lock-out, entre rebeldía y sedición, y entre pequeño y grande. O
mínimo. Lo que se ha oído en esta reyerta pública, sea dicho desde
tractores, atriles o mesas de declaraciones, plantea la duda acerca de
si al habla argentina ya hay que identificarla únicamente por los
gritos aunque no se escuche lo que se dice. El lenguaje ha sido
subordinado a las nuevas interpretaciones en que diálogo es igual a
beligerancia, propuesta igual a imposición y reclamo igual a chantaje.
Y en el cual una palabra despojada como "campo" muta su antiguo
significado bucólico y pasa a adquirir significaciones interesadas.
Porque esa palabra de cinco letras hoy acapara el lenguaje mediático.
Y ya no remite al paisaje y a la naturaleza, ni al mítico gaucho de
las tradiciones, sino a una discordia de negocios y política. El
exceso no sólo satura sino que reduce. Urge un voluntario y masivo
purgante social que nos limpie del empacho.
Hay por ahí -se nos ofrece- un interesante planeta colmado de amor y
de sangre, y hay también una vida que nos depara un ecléctico derrame
de gozos y de sombras. Pero hay demasiados ingratos frente a la
generosa dádiva que nos permite respirar en vez de condenarnos a la
asfixia, y que nos perdona y no nos quita el habla aunque sigamos
hablando de "eso" como si no se tuvieran recursos para un recreo
imaginativo.
La realidad ya no es la de antes: la empírica; tampoco es la que se
cuenta desde el Gobierno, que se elige. Es la que prevalece en las
sobremesas satisfechas y en los blogs y los mails en tanda. Y la que
oímos en la radio, en el taxi o en el círculo de amigos y conocidos.
En Gualeguaychú ni siquiera el carnaval se limita a la fecha
tradicional y se consagra en cualquier época del año. La realidad real
no es ya más aquella de nuestra comprobación y percepción cotidianas
sino la que se recibe a través de las noticias y rumores. La que damos
por cierta por más increíble que suene. Venga de un conciliábulo
oficial o extraoficial, o de un conciliábulo paralelo al aire libre al
borde una ruta.
Una destacada mayoría ha perdido la capacidad de conversar y se
entusiasma enojándose. Su estado actual de normalidad es bramar y
despotricar contra lo que, se ha propuesto creer, es una época de
cataclismo. Se supone que para haber llegado a ese diagnóstico feroz
deben haber estado comparando épocas recientes, anteriores. Y que de
esa comparación concluyen que ésta es la más desgraciada. Suele ser
paradójico asistir a estas agorerías abisales en medio de una comida
para no carecientes. O en el transcurrir de una fiesta. Pero, también
a la inversa, el diagnóstico feliz se plantea alborozado que éste
sería el tiempo triunfal de bisagra de la historia. Sean modestos.
Dejen de ser argentinos antiguos.
Hay momentos, como éste, en que la lucidez que se revela en tantos
intelectuales de peso que opinan con certidumbre acerca de este
misterio, a mí se me niega. Y no entiendo.
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