miércoles, 18 de junio de 2008

El color de la patria

El diario Critica de la Argentina sin duda ha venido a dar varias
bocandas de aire fresco al anquilosado ( aburguesado) periodismo
nacional.
Sus tapas dicen lo que nadie dice en público, la información que
ofrece es mucho más verídica y menos contaminada que otros diarios,
sus nuevas secciones dan voz a los que antes no tenían posibilidad de
aparecer publica y mediáticamente y sus contratapas una delicia
cotidiana. Y eso es gracias al ímpetu de Jorge Lanta y un equipo de
verdaderos profesionales cuyo verdadero compromiso es con esta
profesión magnífica.
Es por eso que cada tanto comparto con los que visitan este lugar el
gusto y el placer que me dan leerlas cotidianamente.
Esta no tiene desperdicio.


Negro de mierda


Alejandro Seselovsky

Los colores de la patria, la pigmentación argentina: celeste. Pero
sobre todo blanca. La imagen estuvo girando por Mendoza, Jujuy y,
durante algunas semanas, fue una aparición que te sacudía si venías
por Plaza San Martín, justo en la esquina de Marcelo T. Siempre como
parte del proyecto Yeca, un trabajo del fotógrafo Luis Abadi, que
decidió poner el ojo en personajes casuales en lugares públicos. Hay
otras imágenes: una muy amenazante de un policía bigotón con un
cuchillo carnicero en la mano y la del albañil de casco blanco que
emerge heroico de las entrañas de la vereda. Pero ninguna foto con el
resplandor de esta foto, la que más acabadamente condensa algo que con
tranquilidad podríamos llamar la Argentina, una parte de ella, la
parte más aparte.

El señor que está ahí, o lo que cualquier habitante promedio de esta
tan tolerante ciudad de Buenos Aires llamaría ese negro: los labios de
churrasco, las vísceras de un chori, la piel india, el peronismo
explícito, el cuchillo en la mano, la mano sobrándolo, unas Malvinas
en algún lugar de por ahí, la palabra "sindicato", la palabra
"camionero", los ojos chinos y un cielo patrio conteniéndolo todo.
Somos ese señor que está ahí. Somos, también, ese negro. Venimos
siéndolo, a ver. ¿Y a cuento de qué venir a decirlo? ¿Cuál onda con la
proclama?

Últimamente, algo nos ha vuelto a poner frente a nuestras históricas
tensiones de clase. Desde la repentina revitalización de la palabra
"oligarquía" que el conflicto con el campo, por conveniencia retórica
del Gobierno o por verdadera emergencia terrateniente, ha recuperado
del fondo de la historia, hasta esa rudimentaria representación
infantojuvenil que divinas y populares se han tomado la molestia de
legarnos, pasando por Jorge Rial hablando de la lucha de clases en esa
terminación nerviosa de la realidad nacional que es Bailando por un
sueño, verificando quién es grasa y quién es fina en un programa que
ya sabemos lo finoli que es. Y culminando, por supuesto, en ese
éxtasis de la manifestación pública en boca del señor piquetero
oficial. Porque, vamos a decirlo, a Horacio González le hubiera
llevado doscientas cincuenta subordinadas explicar las tensiones de
clase que Luis D'Elía puso en seis palabras: odio a los blancos del
centro. No se puede ser más exacto, más drástico. Lo que tiene de
bueno D'Elía es que no te sofoca con tener que interpretarlo. El tipo
dice que va a defender este Gobierno a los tiros y que odia a los
blancos del centro: pum, te la puso, nada que explicar.

Es posible que tenga algo de involución cívica, o para llamarlo de un
modo menos conceptual: es posible que sea un animal, pero en todo caso
es un animal que habla claro en una sociedad regida por el marketing
corporativo y la especulación dialéctica: a ver quién dice qué para
ver qué decimos después. Hacía rato que nadie tajeaba el lienzo de los
discursos públicos de una manera tan categórica, sin medir, sin
preocuparse por medir la valencia de sus palabras. Desde el "drogas
sin sol" de Charly García que nadie dice tan brutalmente eso que tiene
para decir.

Como sea, hemos vuelto a poner las cosas en términos de blancos y de
negros, y tal vez sea conveniente recordar que somos un gris de la
historia, un magnífico cruce cromático, una patria mestiza. ¿Qué pasó
en la Argentina para que el señor de la foto se haya vuelto una
amenaza cuando, cien años atrás, hubiera sido, tan apenas, otro gaucho
pampa? ¿Quién lo transformó en un peligro social? Nos, los
representantes del pueblo de la Nación Argentina, y el pueblo de la
Nación Argentina también.

Levante la mano el que alguna vez le gritó a alguien: negro de mierda.
Ahora levanten la mano los que sólo lo pensaron. Bien, ahora los dos.
Gracias, muchedumbres argentinas. Ya pueden bajar los brazos. Podemos.

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