sábado, 21 de junio de 2008

“Latinoámerica es la clase media del mundo”

Un intelectual estudioso de la región que habla de lo que nos
acontece como continente, más allá de partidismos y tantos ismos....
Buen sabado

Da cuenta de tres problemas fundamentales: la reconstitución del
Estado, la nueva cuestión social y el papel estratégico de la dinámica
cultural. Los desafíos de los comportamientos electorales inéditos y
la aparición de nuevos actores sociales.

.

"Los latinoamericanos vivimos en el umbral de un nuevo ciclo
histórico, se descompone algo, pero no sabemos qué es lo que
reemplaza. Se puede tener una crítica muy fuerte en el aspecto
político y social, pero somos la clase media del mundo, no somos
Europa pero tampoco el sector más pobre del planeta. La gran
asignatura pendiente es la desigualdad. No es posible que Brasil, que
es el país más rico de la región, tenga niveles de desigualdad peores
que la India. Es un problema que América Latina tiene que resolver sí
o sí". La frase pertenece a Fernando Calderón, sociólogo boliviano,
nacido en 1948, que actualmente es asesor especial regional en
Gobernabilidad y Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas
para el Desarrollo y Coordinador del Proyecto Regional "Análisis
político y escenarios de corto y mediano plazo para fortalecer la
gobernabilidad democrática en América Latina", que ya editó cuatro
cuadernos de Escenarios políticos en América Latina.

Ex secretario ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias
Sociales (CLACSO) y ex asesor de la Comisión Económica para América
Latina y el Caribe (CEPAL), ha publicado más de 20 libros, entre los
que se destacan: Esa esquiva modernidad, Sociedades sin atajos,
Cultura política y reestructuración en América Latina y La política en
las calles, Calderón sostiene: "Éste es un momento de una inflexión
histórica de América Latina. Tanto en los contenidos de la democracia
cuanto en los objetivos y transformaciones del desarrollo. Todos los
países de América Latina en su variedad y de distinta forma están
viviendo un momento de inflexión. Es el resultado de lo que ha
experimentado la región en términos de integración desigual e
ilimitada en estos últimos 20 años, que se produjeron los procesos de
globalización y las políticas de ajustes estructurales, donde las
consecuencias han sido muy variadas. Lo cierto es que ese ciclo se
agotó".

–¿Lo que se desestructura es el proceso que comenzó con las dictaduras
en los años setenta y que ya en democracia se conoce como
neoliberalismo?, ¿ya no vuelve más?

–No creo que vuelva, aunque puede hacerlo de manera reciclada. Pero la
gran cuestión es que la globalización también está cambiando, porque
ha generado una alterglobalización, que le da otro sentido, ya que
incluye demandas ecológicas, sociales políticas. Por eso el desafío es
hacer que el Estado, con el mercado, a través de la industria
cultural, –aspectos que son centrales en este proceso– puedan tener
una lógica distributiva distinta. Hasta ahora la globalización trajo
una concentración económica brutal y ha generado resistencias que
están buscando un nuevo sentido a un hecho histórico epocal. El
problema es cómo entra América Latina, si hay caminos comunes o
particulares, ése es el gran reto de la región.

–En el proceso de apertura de la globalización, el Estado-Nación
decayó; cuando nace el actual contra ciclo, ¿el Estado nacional vuelve
a tener peso, una intervención mayor?

–Hay tres tipos de problema. El primero es la reconstitución del
Estado como protagonista en el desarrollo y en la globalización, que
incluye la reconstrucción de la institucionalidad y el sistema
político. El segundo es que hay una nueva cuestión social en América
Latina. El tercero, un tema crucial, es el papel estratégico que tiene
la dinámica cultural. En el primer tema se ha instalado en la región
una crítica al Estado mínimo y una demanda de mayor participación del
Estado en el desarrollo económico y social. Pero se trata de un Estado
subordinado a la construcción de un espacio público donde un ciudadano
cada vez más autónomo y más crítico fiscaliza las funciones del poder.
Esto es una novedad. La discusión más interesante es una suerte de
construcción de un Estado bisagra, una institucionalidad que pueda
posicionar al país o a las alianzas regionales en la globalización. La
tarea es convertirse en un Estado red, que juega articulando, metido
en la sociedad y en la economía de la información que es donde le toca
navegar, y que al mismo tiempo descanse en una matriz de desarrollo
económico que permita mayor cohesión social.

–¿Para esta nueva etapa es fundamental el rol del Estado?

–Es estratégico. No hay economía fuerte en el mundo sin Estado. Sin él
no es posible entender el milagro Japonés o los tigres asiáticos, lo
mismo con el modelo finlandés. Sin embargo, en nuestro continente se
ha despreciado al Estado. Y el modelo más exitoso, que es el chileno,
es impensable sin el Estado y la coalición política que lo impulsó.
Ahora, no es el mismo Estado corporativista de los años 40. Es el
Estado bisagra, del que hablamos, que se subordina a una concepción
pública del desarrollo humano.

–¿La nueva cuestión social de la que usted habla refiere a la
aparición de un nuevos actores?

–Sí, es el rasgo más novedoso. Ha emergido un nuevo tipo de
comportamiento ciudadano que es más crítico, más autónomo, más
reflexivo, con menos lealtades absolutas y tiene un perfil de gente
joven. Diría que es un nuevo actor cultural, que no tiene relación de
dependencia ni con líderes ni con partidos políticos. Esto se puede
registrar en el comportamiento electoral, en la opinión pública, en
los nuevos movimientos sociales, en el malestar, el retraimiento
social y político; los jóvenes que dejan la esfera política y se
retiran. La idea de proyecto épico que fue tan fuerte en los años
setenta hoy está muy debilitada.

–Sin embargo, en momentos de crisis, es la juventud la que sale a dar
la pelea, como en 2001 en Buenos Aires o los estudiantes en Santiago.
Están navegando en internet y un día, sin aviso, ocupan el espacio
público.

–El caso más novedoso es el grupo Forajidos, en Quito, Ecuador, que es
un grupo de clase media que provocaron un cambio de gobierno en 2005
con la revolución de los celulares. Es menos épica la participación,
lo que no quiere decir que no tenga valores. Hemos hecho trabajos
focales con grupos piqueteros y la valoración que tienen del cotidiano
democrático es mucho más alta que la que uno haya podido tener hace 20
años atrás con una causa épica emancipadora de gran alcance. Son
valores que tienen que ver con resolver temas de discriminación
étnica, temas climáticos, ecológicos, es más cultural, de experiencia
inmediata y de crítica de la situación, no están enganchados con
nadie. Es un ciudadano mucho más libre, que puede tener compromisos
políticos pero puede dejarlos de lado sin mucha culpa y asumir otros,
o dejar de asumirlos, es un personaje más flexible.

–¿Este tipo de ciudadano minimiza los riesgos de autoritarismo?

–Sí. Eso es lo más positivo que trajo la globalización.

–El esquema de que Evo Morales significa un modelo de redistribución y
los santacruceños, la concentración económica, ¿sirve para entender lo
que ocurre en Bolivia?

–No, es una simplificación. El presidente Morales, en su mejor faceta,
defiende un proceso desarrollista indigenista. Ahí dice: "el Estado va
a jugar un papel importante en el desarrollo", realiza un nuevo pacto
con las empresas trasnacionales, afirma que "el Estado va a producir
cohesión social, yo soy presidente de todos los bolivianos, la única
salida es la negociación" y coloca a Bolivia en la globalización pero
con un proceso de redistribución con una dinámica endógena. Pero
dentro del gobierno también se ha visto la cara más radical y
autoritaria, que vuelve al desarrollismo netamente distribucionista y
muy ineficiente. En Santa Cruz, se fortalecieron los movimientos
cívicos y regionales y se constituyeron liderazgos políticos muy
autoritarios pero sobre la base de una mayor equidad social. Porque
allí hay una mejor distribución que en Occidente, la calidad de vida
es mejor, incluso para los sectores populares y los mecanismos de
discriminación son menores que en La Paz. Pero ha retrocedido sobre
sus propios avances. Ambos proyectos no pueden imponerse en la otra
región, por lo tanto es un empate técnico.

–¿Cómo impactan las nuevas comunicaciones en la red social?

–La sociedad latinoamericana no es la misma, tenemos otra estructura
social. La economía no es como era hace 20 años, es distinta, hay
otros patrones de socialización. La escuela y la familia han perdido
peso y lo han ganado los medios de comunicación de masas. Los jóvenes
tienen más comunicación entre ellos y han construido espacios de
relación en la red antes que en el espacio público compartido. Las
relaciones interpersonales se reconstituyen en la red informacional.
Yo me comunico en red con mis diez amigos, todos saben
instantáneamente donde está el otro, el espacio y el tiempo han
cambiado en la vida cotidiana. Son transformaciones muy fuertes.

–¿Qué otros cambios se produjeron?

–Los fenómenos de migraciones, el aumento de la pobreza, de la
desigualdad, de la concentración económica. En México, las 22 familias
más importantes, entre 1996 y el 2006, han aumentado más de 600 veces
su fortuna. Los sectores medios se han empobrecido. Una consecuencia
es que el conflicto social ha crecido pero se ha fragmentado. Otro
punto es que la gente está perdida, está excluida del mercado de
trabajo y los salarios, y los empleos son más precarios, pero hemos
avanzado en educación y en acceso a los medios de comunicación. El 67%
de los jóvenes que viven en las favelas de Río de Janeiro tienen
acceso a celulares. Tienes una insatisfacción crónica de gente más
globalizada y con más acceso al mundo cultural, más educada, con una
sociedad cada vez más estructura sobre pautas de consumo.

–¿Cuál es el principal obstáculo para el desarrollo de América Latina?

–Un latinoamericano está entre cinco y siete años de su vida frente a
la televisión y mira sobre todo publicidad, fútbol y telenovelas.
¿Cómo construyes una cultura democrática, de solidaridad con eso?
Cuando además tú tienes una elite, que éste es el problema número uno
de América Latina, que no es consistente con sus posibilidades de
impulsar desarrollos con integración, que no puede liderar los
desarrollos de sus países, que no se hace responsable de sus propios
países y que tienen alto grado de desprecio social por las clases
subalternas. Un viejo clásico de la sociología, José Medina
Echeverría, decía que había algunos problemas centrales en la
construcción de las elites para que sean proclives al desarrollo. La
primera es que tengan una cultura de austeridad, ¿tú te imaginas ricos
austeros en la Argentina o en Brasil? Es impensable. Y la segunda es
la cultura institucional, muchos criticamos la corrupción en el
gobierno –y con razón– pero, ¿cómo es la institucionalidad en el
ámbito privado? ¿Cuál es la relación entre medios y fines? ¿Cuál es el
espíritu de innovación tecnológico y cultural? Hay minorías
consistentes más sólidas, como en Chile, no tanto en el tema de la
integración y cohesión social sino en términos de institucionalidad,
me imagino que deben evadir impuestos, pero Chile es una sociedad que
tiene cultura fiscal. Te dan factura hasta en el local más pobre. En
la Argentina, hasta en el lugar más rico tratan de no darte la
factura.

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