martes, 28 de octubre de 2008

Michel Foucault y el ojo del poder.

Una entrevista de Foucault y Jean Pierre Barou donde discurren temas
como disciplina, control, observadores y poder.
Dicha entrevista la encontré en este sitio de la red
www.ciudadpolitica.com que a su vez lo extrajo de estos libros
altamente recomendables: "El ojo del poder", Entrevista con Michel
Foucault, en Bentham, Jeremías: "El Panóptico", Ed. La Piqueta,
Barcelona, 1980. Traducción de Julia Varela y Fernando Alvarez-Uría.
Para pensar sobre los límites del control y la vigilancia que realiza
el poder en todas las épocas. La entrevista en mucho más extensa pero
aca extracté lo mas interesante.
Buen martes de calor y no se pierdan a la "Donda"

Jean-Pierre Barou: El Panóptico de Jeremías Bentham es una obra
editada a finales del siglo XVIII que ha permanecido desconocida. Sin
embargo, tú has escrito una serie de frases sobre ella tan
sorprendentes como éstas: "Un acontecimiento en la historia del
espíritu humano", "Una especie de huevo de Colón en el campo de la
política". Por lo que se refiere a su autor, el jurista inglés
Jeremías Bentham, lo has presentado como el "Fourier de una sociedad
policial".(1) Para nosotros es un misterio. Pero, explícanos, cómo has
descubierto El Panóptico...

Michel Foucault: Estudiando los orígenes de la medicina clínica; había
pensado hacer un estudio sobre la arquitectura hospitalaria de la
segunda mitad del siglo XVIII, en la época en la que se desarrolla el
gran movimiento de reforma de las instituciones médicas. Quería saber
cómo se había institucionalizado la mirada médica; cómo se había
inscrito realmente en el espacio social; cómo la nueva forma
hospitalaria era a la vez el efecto y el soporte de un nuevo tipo de
mirada. Y examinando los diferentes proyectos arquitectónicos
posteriores al segundo incendio del Hotel-Dieu en 1972 me di cuenta
hasta qué punto el problema de la total visibilidad de los cuerpos, de
los individuos, de las cosas, bajo una mirada centralizada, había sido
uno de los principios básicos más constantes. En el caso de los
hospitales este problema presentaba una dificultad suplementaria: era
necesario evitar los contactos, los contagios, la proximidad y los
amontonamientos, asegurando al mismo tiempo la aireación y la
circulación del aire; se trataba a la vez de dividir el espacio y de
dejarlo abierto, de asegurar una vigilancia que fuese global e
individualizante al mismo tiempo, separando cuidadosamente a los
individuos que debían ser vigilados. Había pensado durante mucho
tiempo que estos eran problemas propios de la medicina del siglo XVIII
y de sus concepciones teóricas.

Después, estudiando los problemas de la penalidad, he visto que todos
los grandes proyectos de remozamiento de las prisiones (que dicho sea
de paso aparecen un poco más tarde, en la primera mitad del siglo
XIX), retornaban al mismo tema, pero ahora refiriéndose casi siempre a
Bentham. Casi no existían textos ni proyectos acerca de las prisiones
en los que no se encontrase el "invento" de Bentham, es decir, el
"panóptico".

El principio era: en la periferia un edificio circular; en el centro
una torre; ésta aparece atravesada por amplias ventanas que se abren
sobre la cara interior del círculo. El edificio periférico está
dividido en celdas, cada una de las cuales ocupa todo el espesor del
edificio. Estas celdas tienen dos ventanas: una abierta hacia el
interior que se corresponde con las ventanas de la torre; y otra hacia
el exterior que deja pasar la luz de un lado al otro de la celda.
Basta pues situar un vigilante en la torre central y encerrar en cada
celda un loco, un enfermo, un condenado, un obrero o un alumno.
Mediante el efecto de contra-luz se pueden captar desde la torre las
siluetas prisioneras en las celdas de la periferia proyectadas y
recortadas en la luz. En suma, se invierte el principio de la
mazmorra. La plena luz y la mirada de un vigilante captan mejor que la
sombra que en último término cumplía una función protectora.
Sorprende constatar que mucho antes que Bentham esta preocupación
existía ya. Parece que uno de los primeros modelos de esta visibilidad
aislante había sido puesto en práctica en la Escuela militar de París
en 1755 en lo referente a los dormitorios. Cada uno de los alumnos
debía disponer de una celda con cristalera a través de la cual podía
ser visto toda la noche sin tener ningún contacto con sus
condiscípulos, ni siquiera con los criados. Existía además un
mecanismo muy complicado con el único fin de que el peluquero pudiese
peinar a cada uno de los pensionistas sin tocarlo físicamente: la
cabeza del alumno pasaba a través de un tragaluz, quedando el cuerpo
del otro lado de un tabique de cristales que permitía ver todo lo que
ocurría. Bentham ha contado que fue su hermano el que visitando la
Escuela militar tuvo la idea del panóptico. El tema de todas formas
estaba presente. Las realizaciones de Claude-Nicolas Ledoux,
concretamente la salina que construye en Arc-et-Senans, se dirigen al
mismo efecto de visibilidad, pero con un elemento suplementario: que
exista un punto central que sea el lugar del ejercicio y, al mismo
tiempo, el lugar de registro del saber. De todos modos si bien la idea
del panóptico es anterior a Bentham, será él quien realmente la
formule, y la bautice. El mismo nombre de "panóptico" parece
fundamental. Designa un principio global. Bentham no ha pues
simplemente imaginado una figura arquitectónica destinada a resolver
un problema concreto, como el de la prisión, la escuela o el hospital.
Proclama una verdadera invención que él mismo denomina "huevo de
Colón". Y, en efecto, lo que buscaban los médicos, los industriales,
los educadores y los penalistas, Bentham se lo facilita: ha encontrado
una tecnología de poder específica para resolver los problemas de
vigilancia. Conviene destacar una cosa importante: Bentham ha pensado
y dicho que su procedimiento óptico era la gran innovación para
ejercer bien y fácilmente el poder. De hecho, dicha innovación ha sido
ampliamente utilizada desde finales del siglo XVIII. Sin embargo los
procedimientos de poder puestos en práctica en las sociedades modernas
son mucho más numerosos, diversos y ricos. Sería falso decir que el
principio de visibilidad dirige toda la tecnología de poder desde el
siglo XIX.

Michelle Perrot: ¡Pasando por la arquitectura! ¿Qué pensar por otra
parte de la arquitectura como modo de organización política? Porque en
último término todo es espacial, no solo mentalmente, sino
materialmente en este pensamiento del siglo XVIII.

Foucault: Desde finales del siglo XVIII la arquitectura comienza a
estar ligada a los problemas de población, de salud, de urbanismo.
Antes, el arte de construir respondía sobre todo a la necesidad de
manifestar el poder, la divinidad, la fuerza. El palacio y la iglesia
constituían las grandes formas a las que hay que añadir las plazas
fuertes: se manifestaba el poderío, se manifestaba el soberano, se
manifestaba Dios. La arquitectura se ha desarrollado durante mucho
tiempo alrededor de estas exigencias. Pero, a finales del siglo XVIII,
aparecen nuevos problemas: se trata de servirse de la organización del
espacio para fines económico-políticos.

Surge una arquitectura específica. Philippe Aries ha escrito cosas que
me parecen importantes sobre el hecho de que la casa, hasta el siglo
XVIII, es un espacio indiferenciado. En este espacio hay habitaciones
en las que se duerme, se come, se recibe..., en fin poco importa.
Después, poco a poco, el espacio se especifica y se hace funcional. Un
ejemplo es el de la construcción de las ciudades obreras en los años
1830-1870. Se fijará a la familia obrera; se le va a prescribir un
tipo de moralidad asignándole un espacio de vida con una habitación
que es el lugar de la cocina y del comedor, otra habitación para los
padres, que es el lugar de la procreación, y la habitación de los
hijos. Algunas veces, en el mejor de los casos, habrá una habitación
para las niñas y otra para los niños. Podría escribirse toda una
"historia de los espacios" -que sería al mismo tiempo una "historia de
los poderes"- que comprendería desde las grandes estrategias de la
geopolítica hasta las pequeñas tácticas del habitat, de la
arquitectura institucional, de la sala de clase o de la organización
hospitalaria, pasando por las implantaciones económico-políticas.
Sorprende ver cuánto tiempo ha hecho falta para que el problema de los
espacios aparezca como un problema histórico-político, ya que o bien
el espacio se reenviaba a la "naturaleza" -a lo dado, a las
determinaciones primeras, a la "geografía física"- es decir a una
especie de capa "prehistórica", o bien se lo concebía como lugar de
residencia o de expansión de un pueblo, de una cultura, de una lengua,
o de un Estado. En suma, se lo analizaba o bien como suelo, o bien
como aire; lo que importaba era el sustrato o las fronteras. Han sido
necesarios Marc Bloch y Fernand Braudel para que se desarrolle una
historia de los espacios rurales o de los espacios marítimos. Es
preciso continuarla sin decirse simplemente que el espacio
predetermina una historia que a su vez lo remodela y se sedimenta en
él. El anclaje espacial es una forma económico-política que hay que
estudiar en detalle. Entre todas las razones que han inducido durante
tanto tiempo a una cierta negligencia respecto a los espacios, citaré
solamente una que concierne al discurso de los filósofos. En el
momento en el que comenzaba a desarrollarse una política reflexiva de
los espacios (finales del siglo XVIII), las nuevas adquisiciones de la
física teórica y experimental desalojaron a la filosofía de su viejo
derecho de hablar del mundo, del cosmos, del espacio finito e
infinito. Esta doble ocupación del espacio por una tecnología política
y por una práctica científica ha circunscrito la filosofía a una
problemática del tiempo. Desde Kant, lo que el filósofo tiene que
pensar es el tiempo -Hegel, Bergson, Heidegger-, con una
descalificación correlativa del espacio que aparece del lado del
entendimiento, de lo analítico, de lo conceptual, de lo muerto, de lo
fijo, de lo inerte. Recuerdo haber hablado, hace una docena de años de
estos problemas de una política de los espacios, y se me respondió que
era bien reaccionario insistir tanto sobre el espacio, que el tiempo,
el proyecto, era la vida y el progreso. Conviene decir que este
reproche venía de un psicólogo -verdad y vergüenza de la filosofía del
siglo XIX-.

M. P.: De paso, me parece que la noción de sexualidad es muy
importante tal como señaló Ud. a propósito de la vigilancia en el caso
de los militares; de nuevo aparece este problema con la familia
obrera; es sin duda fundamental.

Foucault: Totalmente de acuerdo. En estos temas de vigilancia, y en
particular de la vigilancia escolar, los controles de la sexualidad se
inscriben en la arquitectura. En el caso de la Escuela militar las
paredes hablan de la lucha contra la homosexualidad y la masturbación.

M. P.: Siguiendo con la arquitectura, ¿no le parece que individuos
como los médicos, cuya participación social es considerable a finales
del siglo XVIII, han desempeñado de algún modo un papel de
organizadores del espacio? La higiene social nace entonces; en nombre
de la limpieza, la salud, se controlan los lugares que ocupan unos y
otros. Y los médicos, con el renacimiento de la medicina hipocrática,
se sitúan ente los más sensibilizados al problema del entorno, del
lugar, de la temperatura, datos que encontramos en la encuesta de
Howard sobre las prisiones.(2)

Foucault: Los médicos eran entonces en cierta medida especialistas del
espacio. Planteaban cuatro problemas fundamentales: el de los
emplazamientos (climas regionales, naturaleza de los suelos, humedad y
sequedad: bajo el nombre de "constitución", estudiaban la combinación
de los determinantes locales y de las variaciones de estación que
favorecen en un momento dado un determinado tipo de enfermedad); el de
las coexistencias (ya sea de los hombres entre sí: densidad y
proximidad; ya sea de los hombres y las cosas: aguas, alcantarillado,
ventilación; ya sea de los hombres entre sí: densidad y proximidad; ya
sea de los hombres y los animales: mataderos, establos; ya sea de los
hombres y los muertos: cementerios); el de las residencias (habitat,
urbanismo); el de los desplazamientos (emigración de los hombres,
propagación de las enfermedades). Los médicos han sido con los
militares, los primeros gestores del espacio colectivo. Pero los
militares pensaban sobre todo el espacio de las "campañas" (y por lo
tanto el de los "pasos") y el de las fortalezas. Los médicos han
pensado sobre todo el espacio de las residencias y el de las ciudades.
No recuerdo quién ha buscado en Montesquieu y en Augusto Comte las
grandes etapas del pensamiento sociológico. Es ser bien ignorante. El
saber sociológico se forma más bien en prácticas tales como las de los
médicos. Guepin ha escrito en los mismos comienzos del siglo XIX un
maravilloso análisis de la ciudad de Nantes.

De hecho, si la intervención de los médicos ha sido tan capital en
esta época, se debe a que estaba exigida por todo un conjunto de
problemas políticos y económicos nuevos: la importancia de los hechos
de población.

M. P.: Es chocante además la gran cantidad de personas que se ven
concernidas por la reflexión de Bentham. En distintos sitios dice
haber resuelto los problemas de disciplina planteados por un gran
número de individuos a cargo de unos pocos.

Foucault: Al igual que sus contemporáneos Bentham se encuentra con el
problema de la acumulación de hombres. Pero mientras que los
economistas planteaban el problema en términos de riqueza
(población-riqueza ya que mano de obra, fuente de actividad económica,
consumo; y población-pobreza ya que excedente u ociosa), Bentham
plantea la cuestión en términos de poder: la población como blanco de
las relaciones de dominación. Se puede decir, creo, que los mecanismos
de poder, que intervenían incluso en una monarquía administrativa tan
desarrollada como la francesa, dejaban aparecer huecos bastante
amplios: sistema lacunar, aleatorio, global, que no entra en detalles,
que se ejerce sobre grupos solidarios o practica el método del ejemplo
(como puede verse claramente en el sistema fiscal o en la justicia
criminal); el poder tenía pues una débil capacidad de "resolución"
como se diría en términos de fotografía, no era capaz de practicar un
análisis individualizante y exhaustivo del cuerpo social. Ahora bien,
las mutaciones económicas del siglo XVIII han hecho necesaria una
circulación de los efectos de poder a través de canales cada vez más
finos, hasta alcanzar a los propios individuos, su cuerpo, sus gestos,
cada una de sus habilidades cotidianas. Que el poder, incluso teniendo
que dirigir a una multiplicidad de hombres, sea tan eficaz como si se
ejerciese sobre uno solo.

NOTAS

(1) Michel Foucault describe así El Panóptico y a Jeremías Bentham en
su obra Vigilar y castigar. Siglo XXI, México, 1976.
(2) John Howard publica los resultados de su encuesta en su libro: The
State of the Prisions in England and Wales, with Preliminary
Observations and an Account of some Foreign Prisions and Hospitals
(1777).

1 comentario:

  1. ADMIRO DE MANERA EXCESIVA A FOUCAULT !!! Hoy leía un texto de él sobre poder, enunciador, sujeto y demás, y siempre que leo citas y/o textos de él, pienso: sólo me gustaría tener el doble de vida para poder leer toda la obra de Michael F. (y a muchos más, obviamente).
    Quién no ha leído algo de él, es una buena oportunidad para empezar hacerlo ya. No es una orden, simplemente un consejo de una humilde chica de letras.

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