Y pensar para que sirvió todo aquello.
Los jóvenes se amontonan en la Plaza de las Tres Culturas, en el norte
de la ciudad de México. Esperan a que comience a hablar el primero de
los cuatro oradores programados para esa noche. Algunos se encuentran
allí para protestar contra la ocupación de Ciudad Universitaria por
parte del Ejército mexicano. Otros asisten imantados por esa fuerza
que ha surgido en el Mayo Francés. Eran las 18.10 cuando una bengala
surcó el cielo de ese dos de octubre de 1968. La atención sobre esa
luz brillante en el cielo la rompió el sonido de un disparo, luego
otro más. Comenzaba la noche más larga.
Hoy se cumplen 40 años de aquel atardecer. Un aniversario doloroso por
las jóvenes vidas que fueron truncadas en un mitin pacífico. Pero la
fecha aún escuece porque aún tras la caída del PRI (Partido
Revolucionario Institucional), que gobernó el país por más de 70 años,
no se ha encontrado autor o responsable de esa matanza. La impunidad
forma parte de esta conmemoración.
Faltaban 10 días para que México comenzara a vivir su sueño olímpico.
La organización de los Juegos mantenía los ojos del mundo sobre el
Distrito Federal, pero entre la juventud se despertaban inquietudes
largamente acalladas. "No queremos olimpiadas, queremos revolución",
llegó a oírse entre los 8.000 asistentes al mitin. El Gobierno del
presidente Gustavo Díaz Ordaz mantenía una política poco tolerante con
los jóvenes de "ideas extravagantes" a los que acusaba de delitos
rocambolescos como disolución social y ataques a las vías públicas.
Cuarenta años después, no se sabe con exactitud el número de
fallecidos de esa noche. "[Las cifras] se han dado de un modo que no
se puede explicar. Había curiosos, simpatizantes y amas de casas, pero
no líderes del movimiento" entre los muertos, indica. El baile de
números no ayuda a cerrar las heridas. Las instancias oficiales
cifraron en 33 las muertes ocurridas esa noche. Varios testimonios,
sin embargo, señalaron que el Servicio Médico Forense recibió al menos
40 cuerpos. En un informe desclasificado hace once años, la embajada
de Estados Unidos señaló que entre 150 y 200 personas perdieron la
vida. Hasta la fecha sólo se han podido documentar 44 muertes.
Organizaciones como Eureka!, que agrupa a los familiares de los
desaparecidos han llegado a afirmar que el número de muertes asciende
a 300.
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