las capillas literarias de este bendito país lo señalaran con el dedo
xénofobo ya que no cumple con los ritos académicos o de clase que se
debe tener para pertenecer,
pero él a fuerza de voluntad y con prepotencia de trabajo ha logrado
imponerse en un lugar interesante en la cultura nacional.
Para conocerlo y si es posible leerlo ya que seguramente no estará en
el canon oficial de las capillas literarias ni en los suplementos
literarios.
WASHINGTON CUCURTO Y LA REVOLUCION DE MAYO VIVIDA POR LOS NEGROS
"El arte no es lugar para imponer sino para generar"
En su última novela, el autor de Zelarrayán propone una historia
paralela de los orígenes de la patria, mostrando a los próceres como
"banda de cagones, egoístas, mujeriegos y borrachos de la peor calaña,
para desescolarizarlos", dice.
Por Silvina Friera
"Los que me prejuzgan no me conocen", dice Washington Cucurto, el
alias de Santiago Vega.Cucu es un personaje que no tiene límites:
"Tómame o déjame", parece decir este "rebelde way de la literatura de
la patria", que cosecha a diestra y siniestra fanáticos y detractores.
Es salvaje, atolondrado, exagerado; un rey de la incorrección, por
momentos revulsivo. El zamarrea de punta a punta la historia con
mayúsculas, baja del pedestal a los próceres –figuras que considera
inventos funcionales al poder europeo– y los muestra como una "banda
de cagones, egoístas, mujeriegos y borrachos de la peor calaña".
Propone tomar "la historia por el culo" y "desescolarizarla"; inventa
hechos, tergiversa a su antojo. San Martín, el Libertador de América,
es un contrabandista que trae negros desde Africa en un barco inglés.
Es homosexual, está enamorado de su lugarteniente Clodoaldo Maripili,
fuma marihuana –le daba a la hierba todo el día y gracias a ella cruzó
la cordillera y liberó América– y tiene varios hijos ilegítimos, entre
otros a Ernestito Cucurtú. Cuando regrese a Buenos Aires, en mayo de
1810, protagonizará una revolución al liberar a los esclavos, que
encabezarán una orgía sexual, social y política que dejará todo patas
para arriba. "¡Qué insoportable olor a peronismo había en este Cabildo
musical, en este virreinato cumbiantero y conventillero cien años
antes de Perón! ¡La patria antes de nacer, en la cuna, antes de la
emancipación, ya era peronacha", dice Cucu. Y reescribe las biografías
de algunos integrantes de la Primera Junta. Castelli era el disc
jockey de la revolución en el Cabildo; Paso, "el principal agitador en
las reuniones"; los hermanitos Manuel y Mariano Moreno conquistaron la
fama por "las fastuosas jodas sexuales" que organizaban. En la óptica
desmesurada de Cucu, los próceres parecen más interesados en quedarse
tirados al sol, bailar cumbia, tomar cerveza y "resolver sus problemas
a pijazos". Cucu es el personaje que creó el escritor Washington
Cucurto –seudónimo de Santiago Vega–, el protagonista de todas sus
novelas. Y, claro, también de la última: 1810, la Revolución de Mayo
vivida por los negros (Emecé).
En un bar de Almagro, en Perón y Mario Bravo, muy cerca de su casa,
Cucurto y su hija de dos años, Morena, desayunan café con leche y
medialunas de grasa. "Era una época de mucho agite, donde el país se
estaba formando, con muchos aires de revolución. A lo mejor a fin de
2001 también hubo un aire de emancipación parecido. Me imaginé la
Revolución de Mayo como una fiesta sexual porque es mi estilo escribir
sobre esos temas. El sexo es un gran tabú de la humanidad, pero para
mí siempre fue un disparador", cuenta el escritor en la entrevista con
PáginaI12. La novela empieza cuando en la biblioteca de Cucu aparecen
unos manuscritos sobre la Revolución de Mayo de su abuela Olga. "Si mi
tatarabuela fue amante de San Martín, puede ser que mi bisabuela haya
sido hija ilegítima de San Martín, o dicho de otra manera mi
tatarabuelo fue el Libertador de América", se entusiasma el narrador
ante el hallazgo. La madre le revela que le dejó unos manuscritos a
una vieja, Eulogia, que vivía en Berazategui. La vieja ya no estaba y
una pandilla de ladroncitos ocupaba la casa. A cambio de 500 pesos, le
dieron a Cucu los Papeles de Berazategui. En esos papeles hay un
reportaje a su abuelo, el general Florencio Cucurtú, dueño de
Florencio Varela, datos sobre los Cucurto y un mapa de viaje desde
Africa hasta el Río de la Plata. Los Cucurto fueron familia ilegítima
de San Martín, y partícipes primeros de la Revolución de Mayo. Cucu le
escribe una carta a San Martín, desde su pieza del barrio de
Constitución y desde su condición de "escritor cumbiantero
contemporáneo que no acepta la historia como se la contaron otros". Y
como no acepta la historia oficial, su postura radical no consiste en
reescribirla sino en inventarla.
–¿Por qué eligió como protagonista central de su novela a San Martín,
que no estaba en Buenos Aires en mayo de 1810?
–Es el gran personaje histórico de Latinoamérica, es el Libertador.
Siempre sentí mucha atracción por San Martín. Los otros, por ejemplo,
Moreno, no son muy conocidos ni populares; en cambio cualquiera sabe
quién es San Martín, es el más popular, es el héroe, el que cruza la
cordillera de los Andes, el que libera países. Es como un Che Guevara,
un personaje querible. La idea del libro es que la historia la puede
escribir cualquiera. No me sentía en 1810 mientras escribía la novela;
sentía que estaba hablando del presente, que la historia te permite
pensar el presente.
Novela repleta de referencias literarias y de juegos a lo Cucurto, hay
diálogos con su editor, Santiago Llach; menciones al poeta, librero y
editor Francisco Garamona (Mansalva), al editor Gustavo López (Vox) y
una batalla en el Monte de Berazategui en la que luchan, como
soldados, David Viñas, César Aira, Julio Cortázar, Eduardo Mansilla y
Carlos Gamerro. "Invento una especie de arte poética en la que trato
de darle algún tipo de función social a lo que escribo. Veo otra
manera de hacer literatura, de pensar los libros y la escritura",
plantea Cucurto. "El plagio es una tradición en la literatura
argentina, hay ideas y conceptos que se transmiten de generación en
generación hasta nuestros tiempos. Todos los autores contemporáneos
trabajamos con ideas que fueron pensadas antes, entonces se puede
interpretar el plagio como un elemento tradicional de la literatura
–explica Cucurto–. Les afano a todos los clásicos y a los autores
actuales también, los leo mucho y me inspiran. Pero pasa en todas las
ramas de la vida, en la política, en el trabajo; estamos completamente
contaminados por todo."
–Cucu dice que tiene que salir a matar como un boxeador, porque "¡un
boludito que escribe en un blog o tiene 3000 caracteres en un diario
no le va a venir a sacar la comida de la boca a mis hijos!". ¿Es la
manera que elige para atacar a quienes lo critican?
–Es una broma, es un concepto de Carlos Monzón, que decía que todo
rival que subía a pelear con él le quería sacar el pan de la boca a
sus hijos. Yo puse eso como otro robo, otro plagio de los tantos que
hago (risas). Es más o menos la misma idea salvaje de supervivencia,
pero más exagerada en mi caso.
–¿Por qué lo critican tanto?
–Me critican porque no les gusta lo que hago; que mi literatura tenga
mucha cosa ideológica molesta. También creo que molesta que el
personaje sale en la tapa de los libros, se reitera, tiene algo de
flojera. Para gente que lee literatura, les debe parecer un bleuff lo
que escribo. Bueno, de hecho en muchos sentidos lo es. Es algo muy
malo, muy berreta. A mí no me interesa el concepto de calidad, para mí
no existe. El concepto de calidad es un elemento del capitalismo usado
por las empresas. Como digo en la novela, es para el sachet de leche,
pero no para el arte. La cuestión de la calidad es para alguien que
quiere vender algo y necesita demostrar que esto es mejor que esto,
que Vargas Llosa es mejor que Jaime Bayly. Pero no es así, son
escrituras distintas y todas conviven. A algunos les gustará más o
menos, es una cuestión de gustos. Pero al imponer la calidad, se
separa todo y para mí el arte no es un lugar para imponer sino para
generar cosas. No me gusta la literatura que está muy arriba, que no
dialoga, que tiene un concepto muy imperialista: libros perfectos que
no se leen, que no transmiten nada, que son sólo para eruditos. Es
como imponer una cultura elevada sobre otra. Me gusta decir que mi
literatura es un bleuff.
–¿Coincide con el personaje cuando define en la novela como "un género
de mierda"?
–Sí, pienso eso, es muy difícil escribir novelas y hay que tener
tiempo. Pero la novela es lo que lee la gente, y si uno se quiere
comunicar, tiene que escribir novelas. Me parece que lo más importante
es comunicarse, hacerse entender. Hace un par de años pensaba que lo
que escribía no se entendía, que sólo lo entendían los intelectuales.
Pero ahora me doy cuenta de que no es así. Hay mucha gente que lee y
entiende lo que escribo. Más allá de los neologismos, las palabras
raras, los inventos, lo que funciona es cómo se va armando la
gramática. No puedo estructurar bien las oraciones, parece que
estuvieran mal dichas, mal habladas, pero la oralidad nunca es
perfecta, la escritura tampoco. Aunque hay mucha literatura bien
escrita, a mí no me sale. Escribo como puedo los libros, a los tumbos
(risas).
Morena, tan calladita que estaba con sus ojazos negros atentos a todo
lo que la rodea, se cabrea para llamar la atención de Cucurto y
consigue su objetivo. Ahora la reina no se queja más porque está a upa
de su padre, el autor de Zelarrayán, La máquina de hacer paraguayitos,
Cosa de negros y Las aventuras del Señor Maíz, entre otros títulos. El
escritor cuenta que su hermano mayor, Cacho, de 50 años, es vendedor
ambulante en la estación de micros de Florencia Varela. "Mientras
vende, le reparte a la gente fotocopias de mis notas", revela. Cucurto
no se cansa de desacralizar la literatura, aunque se repita. Prefiere
la reiteración, antes que la solemnidad y el bostezo. "Para mí la
literatura es un entretenimiento, es como jugar, por eso mi cara y mi
cuerpo aparecen en las tapas de mis libros. Lo que se diga o cómo me
vean es parte del juego. No me considero el negro de la literatura,
simplemente escribo libros."
–Pero los que lo critican y le pegan en los blogs, ¿no lo están
poniendo en ese lugar, el del negro de la literatura?
–Los que me pegan me prejuzgan porque no me conocen o leen de una sola
manera. Está bien, también uno se tiene que aguantar lo que dicen, hay
que hacerse cargo de lo que se escribe. No me quejo, no soy quejoso,
simplemente hablo de lo que generan mis libros.
Igual R. Arlt.
ResponderBorrartal cual y en este caso creo que es peor...
ResponderBorrarpero no importa ya que cucurto sigue publicando...
y se revela contra esas capillas de nenes bien, fashion y cools
Vamos con Cucurto, Terranova y la joven Guardia. ¡muerte a los academicistas literarios!
ResponderBorrarBahiacochina
Claro que si!!! coincido con usté compañero....
ResponderBorrarvamos por ellos!!!
saludos y siga disfrutando de este descanso.....
no me parece che que cucurto sea despreciado por el poder literario-mediatico argentino, más parece lo contrario; yo creo que tenemos 100 escritores nativos más NEGREADOS que cucurto, sin contar a todos los que, pudiendo escribir probablemente a una altura similar, ni llegan a parir un libro jamás a fuerza de contradiedad de editores
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