país civilizado debería hacer, por que alguien que cometió tremendas
atrocidades debe estar donde hoy está Menendez, pero una vez
establecida esa justicia y esa realidad debemos seguir pensando y
reflexionando sobre aquellos años y que papel jugo cada actor social.
Por que no hay una sola versión de los hechos.
Porque no una sola memoria.
y por que nadie puede alegarse la soberbia y el poder de contar la historia.
Para que no suceda esto ( aunque ya lo estamos viendo en muchos
lugares) sirven estos testos ya que nos obliga a repensar y
resignificar aquellos años....
Para leer detenidamente y pensar cada frase.
Y lo dice alguien que ha escrito La Voluntad, La historia y tantos
libros que remiten a aquellos años.
El peor acuerdo.
Martín Caparrós
Ayer, en su alegato final, el ex Menéndez, ex jefe de una de las
unidades militares más asesinas, el Tercer Cuerpo de Ejército, hombre
de cuchillos tomar y de presos matar, peroró en su defensa. Dijo, en
síntesis, que las fuerzas armadas argentinas pelearon y ganaron para
"evitar el asalto de la subversión marxista". Y yo también lo creo.
Con algunos matices. La subversión marxista –o más o menos marxista,
de la que yo también formaba parte– quería, sin duda, asaltar el poder
en la Argentina para cambiar radicalmente el orden social. No
queríamos un país capitalista y democrático: queríamos una sociedad
socialista, sin economía de mercado, sin desigualdades, sin
explotadores ni explotados, y sin muchas precisiones acerca de la
forma política que eso adoptaría –pero que, sin duda, no sería la
"democracia burguesa" que condenábamos cada vez que podíamos.
Por eso estoy de acuerdo con el hijo de mil putas cuando dice que "los
guerrilleros no pueden decir que actuaban en defensa de la
democracia". Tan de acuerdo que lo escribí por primera vez en 1993,
cuando vi a Firmenich diciendo por televisión que los Montoneros
peleábamos por la democracia: mentira cochina. Entonces escribí que
creíamos muy sinceramente que la lucha armada era la única forma de
llegar al poder, que incluso lo cantábamos: "Con las urnas al gobierno
/ con las armas al poder", y que falsear la historia era lo peor que
se les podía hacer a sus protagonistas: una forma de volver a
desaparecer a los desaparecidos. Me indigné y, de tan indignado, quise
escribir La voluntad para contar quiénes habían sido y qué querían
realmente los militantes revolucionarios de los años sesentas y
setentas.
(A propósito: es la misma falsificación que se comete cuando se dice,
como lo ha hecho Kirchner, que este gobierno pelea por realizar los
sueños de aquellos militantes: esos sueños, está claro, eran muy
otros. En esa falsificación, Kirchner y el asesino ex se acercan; ayer
Menéndez decía que "los guerrilleros del 70 están hoy en el poder",
sin ver que, si acaso, los que están alrededor del gobierno son
personas que estuvieron alrededor de esa guerrilla en los setentas y
que cambiaron, como todo cambió, tanto en los treinta últimos años que
ya no tienen nada que ver con todo aquello, salvo para usarlo como
figura retórica.)
Es curioso cómo se reescribió aquella historia. Hoy la mayoría de los
argentinos tiende a olvidar que estaba en contra de la violencia
revolucionaria, que prefería el capitalismo y que estuvo muy
satisfecha cuando los militares salieron a poner orden. "Ostentamos el
dudoso mérito en ser el primer país en el mundo que juzga a sus
soldados victoriosos, que lucharon y vencieron por orden de y para sus
compatriotas", dijo el asesino –y tiene razón. Pero la sociedad
argentina se armó un relato según el cual todos estaban en contra de
los militares o, por lo menos, no tenían ni idea. Es cierto que no
podían haber imaginado que esa violencia era tan bruta, tan violenta,
pero había que ser muy esforzado o muy boludo para no darse cuenta de
que, más allá de detalles espantosos, las fuerzas armadas estaban
reprimiendo con todo.
El relato de la inocencia mayoritaria se ha impuesto, pese a sus
contradicciones evidentes. Los mismos medios que ahora cuentan con
horror torturas y asesinatos las callaron entonces; los mismos
partidos políticos que se hacían los tontos ahora las condenan; los
mismos ciudadanos que se alegraban privada y hasta públicamente del
retorno del orden ahora se espantan. Y todos ellos conforman esta masa
de ingratos a la que se dirige el muy hijo de exputa: "Luchamos por y
para ustedes" –les dice y, de hecho, los militares preservaron para
ellos el capitalismo y la democracia burguesa. Pero la sociedad
argentina se ha inventado un pasado limpito en el que unos pocos
megaperversosasesinos como éste hicieron a espaldas de todos lo que
ellos jamás habrían permitido, y les resulta mucho más cómodo. Como
les resulta mucho más cómodo, ahora, indignarse con el ex que repensar
qué hicieron entonces, a quién apoyaron, en qué los benefició la
violencia de los represores, y lo fácil que les resultó, muchos años
después, asombrarse, impresionarse e indignarse.
El ex Menéndez es, sin duda, un asesino, y ojalá que se pudra en la
cárcel. Es obvio que no es lo mismo la violencia de un grupo de
ciudadanos que la violencia del Estado, pero es tonto negar que
nosotros proponíamos la guerra popular y prolongada como forma de
llegar al poder. Y también es obvio que la violencia de los militares
no les sirvió sólo para vencer a la guerrilla: lo habrían podido
conseguir con mucho menos.
Durante mucho tiempo me equivoqué pensando que los militares habían
exagerado: que la amenaza revolucionaria era menor, que no justificaba
semejante despliegue. Tardé en entender que los militares y los ricos
argentinos habían usado esa amenaza como excusa para corregir la
estructura socioeconómica del país: para convertir a la Argentina en
una sociedad con menos fábricas y por lo tanto menos obreros
reivindicativos, para disciplinar a los díscolos de cualquier orden, y
para cumplir con las órdenes reservadas del secretario de Estado USA,
su compañero Kissinger, que les dijo en abril de 1976 que debían
volver a convertir a nuestro país en un exportador de materia prima
agropecuaria.
Es lo que dijo el ex: "¡Y nosotros estamos siendo juzgados! ¿Para
quién ganamos la batalla?". Porque es cierto que la ganaron, y que su
resultado principal no son estos juicios sino este país sojero.
Ése es el punto en que casi todos se hacen los boludos. La indignación
siempre fue más fácil que el pensamiento. Supongo que es mejor que
muchos, para sentirse probos, prefieran condenar a los militares antes
que seguir apoyándolos como entonces. Pero no deja de inquietarme que
todo sea tan fácil y que sólo un asesino hijo de puta suelte, de vez
en cuando, ciertas verdades tremebundas.
Excelente relato de Caparrós. Quién no le queda claro algo de nuestra historia pasada, que lea este alegato.Porque como él dice "la sociedad argentina se armó un relato ...". Vivimos armados de relatos falsos. Busquemos, indaguemos en quienes lo vivieron, lo viví muy chica, pero sepamos de una vez por todas de qué se trata todo esto.
ResponderBorrarBien una vez más por Martín Caparrós !!