miércoles, 30 de julio de 2008

Una película imperdible esta noche en televisión.

Una recomendación para esta noche si decide quedarse en casa, ver
televisión y buen cine.
Un director muy personal con una película no estrenada en el país ni
editada en video ni dvd por lo tanto una buena posibilidad para
verla.
una temática muy cercana a nuestros días: la pedofilia y un tratamiento adulto.
Veremos de que se trata, la cita es en el canal de cable Isat a las 23
horas, en su excelente ciclo Primer Plano.
Presenta uno de los mejores críticos de cine de este país el genial Alan Pauls.
Aquí la reseña de alguien que ya vió la película.

Mysterious Skin (Estados Unidos, Holanda/2004)
Dirección: Gregg Araki
Miércoles 30 de Julio de 2008 - 23:00 hs
i-Sat
por Diego Brodersen

Por primera vez en la televisión, la señal I-Sat exhibirá este mes de
julio el penúltimo largometraje del realizador norteamericano Gregg
Araki, una aproximación para nada ortodoxa al tema del abuso de
menores y un sensible retrato de dos adolescentes emocionalmente
dañados por un hecho del pasado.
Con la excepción de alguna proyección en los festivales de cine
locales, el nombre de Gregg Araki resulta por completo desconocido
para el mercado cinematográfico argentino. Una pena, porque sus nueve
largometrajes hasta la fecha son un referente ineludible de eso que
alguna vez fue llamado New Queer Cinema y porque, fundamentalmente, en
sus narraciones marcadas a fuego por personajes frágiles, dañados
emocionalmente (el título de su cuarta película lo deja en claro:
Totally Fucked Up) pero de enorme humanidad es posible encontrar un
feliz reservorio de independencia y talento artístico.

En más de un sentido, Mysterious Skin ("piel misteriosa" sería su
traducción literal) es su película más accesible, y su presentación en
la señal de cable I-Sat resulta todo un acontecimiento. Basada en la
novela homónima de Scott Heim, el film propone una mirada para nada
ortodoxa sobre el tema de la pedofilia y el abuso de menores, de un
tiempo a esta parte todo un lugar común de cierto cine norteamericano
que se hace llamar "independiente". Araki desglosa el relato en dos
líneas paralelas, cada una de ellas protagonizada por dos niños
habitantes de un pequeño pueblo de Kansas.

Uno de ellos, Neil (Joseph Gordon-Levitt), mantiene continuas
relaciones sexuales con el entrenador de su equipo de béisbol, en
tanto Brian (Brady Corbet, a quien podrá verse en breve en la remake
norteamericana de Funny Games) sufre desde su infancia por un hecho
traumático que no puede o no quiere recordar. El film da luego un
salto de unos diez años, encontrando a Neil como un adolescente que se
prostituye en las calles de su pueblo y a Brian como un joven algo
introvertido, dueño de una particular obsesión por el supuesto
secuestro de seres humanos por seres de otras galaxias, de quienes él
cree haber sido víctima durante su infancia.

Con un ritmo que no decae en momento alguno y una singular
sensibilidad para retratar a sus criaturas, el film de Gregg Araki se
revela como una sensible aproximación, no exenta de cierto sentido del
humor, a un tema espinoso e inevitablemente polémico.

Más sobre Kojève....

En la invitación faltaba la dirección de la Casona Municipal que se
encuentra en La Rioja y Gral Paz.

Su blog esta aquí http://lacasona.wordpress.com/

y aca va un adelanto de quien es este Alexandre Kojève


Los filósofos no me interesan, busco a los sabios"

No es muy frecuente que Kojève escriba un libro, pero la aparición de
alguna de sus obras siempre deja huellas perdurables. Una sola,
publicada hace veintidós años, lo consagró como "el lector" de Hegel.
Después de eso, lo ha acompañado una curiosa gloria. Gloria a la vez
universal y rara, lejana y reverencial, inquebrantable. Hoy nadie se
internaría en los caminos de Hegel sin la brújula de Kojève. Kojève
ocupa Hegel como se ocupa un territorio.

Resulta intimidatorio interrogar a Kojève en ocasión a la aparición de
un nuevo texto[1]. su vertiginosa lectura de los presocráticos nos
deja un poco empequeñecidos. ¿Y qué cara podría tener este Señor
Filósofo, a fuerza de codearse con Parménides y Hegel? Me lo imagino
como los sabios pintados por Rembrandt, con larga barba y el rostro
surcado de arrugas, meditando apartado del mundo.

Pero no es así. Sin barba ni arrugas, sabemos que Kojève tiene 66 años
sólo por su biografía. Este filósofo tiene un increíble rostro de
funcionario.

Elegancia en el vestir, lentes que ocultan la malicia de la mirada,
vigor y soltura en el cuerpo, modales refinados. Uno de esos hombres
que surcan el mundo y que habitan los palacios internacionales. No
como en Rembrandt..

Lo romántico está perimido. Kojève es más formal: tiene el rostro que
conviene a su empleo: el más profundo lector de Hegel –el más
legítimo, en suma– un "gran empleado" del estado. Su vida transcurre
entre los sombríos corredores de Branly y las capitales del mundo,
donde se ocupa de quejosos y aburridos asuntos económicos. Lo que lo
enorgullece no poco. Hay en Kojève un extraño desplazamiento de la
vanidad: el mundo lo admira porque lee a Hegel como quien lee Tintin y
él se enorgullece de haber inventado un sistema de preferencias
tarifarias y de haber logrado imponerlo.

Todo esto, desdichadamente, pertenece al pasado. Alexandre Kojève
murió súbitamente algunos días después de esta entrevista. No había
concedido otras. Esta había sido la última.

Kojóve está aquí. Sonríe, bromea, desliza risas sardónicas e
indulgentes. Es provocador, petulante, subversivo, lleno de paradojas,
grave y profundo, sagaz, ingenuo.

Y como sus lentes brillan, creo que está confundiéndome y se esconde.
Y como la verdad no es lo que dice, invento otra: su mayor dicha, como
funcionario, es pertenecer a ese equipo de hombres que se reúnen en
Roma, Nueva Delhi o Ginebra y que poseen el verdadero poder, lejos de
los efectos superficiales de la política. Lo que es seguro es que le
encanta hablar de economía política. De modo que, habiéndome dispuesto
para aprender todo sobre Anaximandro, me veo amenazado a hablar sobre
la tasa al valor agregado.

Debo reaccionar con urgencia. Apelar, por ejemplo, a su memoria. En la
vida de Kojève hay un episodio que siempre me fascinó: los seminarios
sobre Hegel que dictó entre 1933 y 1939 en la Ecole de Hautes Etudes.
Entre los asistentes, no muy numerosos, se encontraban Jacques Lacan,
Maurice Merleau-Ponty, Raymond Queneau, Georges Bataille, Raymond
Aron, el Padre Fessard, Robert Marjolin, a veces André Breton.

A. K.: –¡Ah, sí! Fue muy bueno, lo de la Ecole de Hautes Etudes. Allí
fue donde introduje la costumbre de fumar en clase. Y luego íbamos a
comer con Lacan, Queneau y Bataille a un restorán griego del barrio
que todavía existe, el Athénes. Pero la historia de eso comienza más
atrás.

Hegel vio a Napoleón a caballo

–Más atrás quiere decir hasta el año 1770 que vió nacer en Stuttgart a
Georg Friedrich Wilhelm Hegel. Y si no, hasta el 13 de octubre de
1806, cuando el mismo Hegel vio pasar a Napoleón, a caballo, bajo su
ventana. Y sino, hasta 1902, que Kojève eligió para venir al mundo en
Moscú. Dieciocho años más tarde, en 1920, deja Rusia y desembarca en
Alemania.

–¿Por qué? Yo era comunista. No había razón para huir de Rusia. Pero
sabía que el establecimiento del comunismo significaba 30 años
terribles. A veces pienso esas cosas. Un día dije a mi madre: "Después
de todo… si me hubiera quedado en Rusia…". Y ella respondió: "Te
hubieran fusilado por lo menos dos veces". Puede ser… Mikoyan, sin
embargo…

–En Alemania pasa por Heidelberg y Berlín. En esa época había un
profesor de filosofía, llamado Husserl, que no carecía de cierto
talento.

–No. Evité voluntariamente a Husserl. Cursé con otro profesor, que era
muy estúpido, y luego con Jaspers. Perdí el tiempo aprendiendo
sánscrito, tibetano, chino. El budismo me interesaba por su
radicalismo. Es la única religión atea. Pero profundizando más, me di
cuenta de que iba por el camino equivocado. Comprendí que algo había
pasado en Grecia, hace ya 25 siglos, y que ésa era la fuente y la
llave de todo. Allí fue pronunciado el comienzo de la frase.

Hablar ante Breton, Bataille, Lacan, Queneau

–Traté de leer a Hegel. Leí cuatro veces, íntegra, la Fenomenología
del Espíritu. No entendía una palabra. Años después, en París, un tío
comerciante en quesos murió y quedé en la ruina. Un día, en 1933,
Koyré, que dictaba cursos sobre Hegel, debió interrumpirlos y me
ofrecieron reemplazarlo. Acepté. Releí la Fenomenología y al llegar al
capítulo IV comprendí que la clave era Napoleón. Empecé mis clases. No
las planificaba. Leía y comentaba, pero todo Hegel se había vuelto
luminoso. Experimenté un placer intelectual excepcional.

Es que era excepcional hablar de Hegel ante Breton, Bataille, Lacan,
Queneau… Había un señor a quien nadie conocía, que asistía con su
mujer y ostentaba una condecoración. Vino durante tres años. Un día me
anunció que dejaría París y me dio su tarjeta. Supe, ese día, que
había enseñado Hegel a un Contralmirante de la flota.

Seis años. Hasta que comenzó la guerra. Pura coincidencia. Casualmente
terminé la lectura de la Fenomenología cuando estalló la guerra. Fui
movilizado y recibí mi fascículo azul de soldado de segunda clase.
Durante algunos días me paseé aún por el Quartier Latin y un día en un
café del Boulevard Saint-Michel uno de mis alumnos, indochino, se me
acercó y me dijo afablemente, señalando mi uniforme: "Bien, Sr.
Profesor, veo que ha pasado usted finalmente a la acción".

En momentos así la risa de Kojève se vuelve extraña.

–Luego de la guerra, vinieron los asuntos económico. Ya le dije que
entre mis "hegelianos" estaba Marjolin. Me ofreció trabajar aquí por
un interín de tres meses, y llevo aquí veinticinco años. Adoro este
trabajo. Para el intelectual, el éxito ocupa el lugar del logro. Si se
escribe un libro, se obtiene éxito, es todo. Aquí es diferente, porque
hay logros. Le he dicho el placer que sentí cuando mi sistema aduanero
fue aceptado. Es como una forma superior de juego. Se viaja, se
pertenece a una elite internacional, que ha reemplazado a la
aristocracia, y se conocen personas que no son novatos. Un hombre como
P. Schweitzer, director del F.M.I., o Edgar Faure, entre otros. Le
aseguro que sus cabezas funcionan bien. Y contar con su estima…

No sé si Kojève se burla o está desesperanzado. Sin duda son
sorprendentes las preferencias tarifarias, y también la estima de un
financista, pero ¿y la estima de un filósofo? (gesto)

–¿Los filósofos? ¿Heidegger? Como filósofo, no siempre ha acertado. Y
aparte de Heidegger ¿quién? Por otra parte, los filósofos no me
interesan, busco sabios. Y encuentre usted un sabio. Todo esto tiene
que ver con el fin de la Historia. Resulta divertido. Hegel lo dijo.
He explicado que Hegel lo dijo, y nadie quiere admitirlo. Nadie
soporta que la Historia está cerrada. A decir verdad, yo mismo pensé
al principio que se trataba de una tontería, pero reflexioné y vi que
era una idea genial. Consideré, que simplemente, Hegel se había
equivocado por 150 años. El fin de la Historia no era Napoleón, sino
Stalin, y yo era el encargado de difundirlo. La única diferencia era
que yo no había visto pasar a Stalin a caballo bajo mi ventana, pero…
Luego vino la guerra y comprendí. No, Hegel no se había equivocado.
Había fechado correctamente el fin de la Historia en 1806. Después de
esa fecha ¿qué pasó? Nada. El alineamiento de las provincias. La
revolución china no es más que la introducción del código de Napoleón
en China. La famosa aceleración de la Historia de la que tanto se
habla, ¿no ha notado usted que al acelerarse cada vez más el
movimiento histórico avanza cada vez menos?

Hay que precisar bien el sentido de las cosas. ¿Qué es la historia?
Una frase que refleja la realidad pero que nadie había dicho antes. En
este sentido se habla de fin de la Historia. Siempre se producen
acontecimientos, pero desde Hegel y Napoleón no se ha dicho nada más,
no se puede decir nada nuevo. Algo nació en Grecia y la última palabra
ya se dijo. Tres hombres lo comprendieron a la vez: Hegel, Sade y
Brummel. Sí, Brummel, que supo que después de Napoleón no se podía más
ser soldado.

El fin de la Historia

–Mire a su alrededor. Todo, incluyendo las convulsiones del mundo,
muestra que la historia está cerrada. Berlín es hoy el Quartier Latin
de mi juventud. Desde el punto de vista político, vamos hacia el
estado universal que Marx predijo (aunque él situó esta idea en la
época de Napoleón). Una vez instalado este estado universal y
homogéneo –y claramente allí nos dirigimos– podremos ir más lejos. Y
si usted dice que el hombre es dios, ¿puede ir más allá? Queda el
arte, pero después de la música concreta y la pintura abstracta ¿cómo
decir una frase nueva? Nos dirigimos hacia un modo de vida
ruso-americano, antropomórfico pero animal, quiero decir sin
negatividad.

Kojève pronuncia este discurso fríamente. Constata hechos, no abre
juicios. Al escucharlo, diríase que entramos en el mañana de la
historia y sus frases son tan tristes como la de Hegel. "Cuando la
filosofía pinta gris sobre gris, una forma de la vida ha envejecido, y
no se deja rejuvenecer con gris sobre gris: deja sólo ser conocida: el
ave de Minerva abre las alas al anochecer".

–¿Y cómo será? No podemos imaginarlo, pero considere usted el Japón:
un país que se protegió deliberadamente de la historia durante tres
siglos, que puso una barrera entre la historia y él. Deja entrever
nuestro propio porvenir. Es un país verdaderamente sorprendente. Por
ejemplo, el snobismo, por naturaleza, es patrimonio de una minoría.
Pero Japón nos enseña que se puede democratizar el snobismo. En Japón
hay ochenta millones de snobs. Al lado del pueblo japonés, la alta
sociedad inglesa parece una banda de marineros borrachos.

Japonizar Occidente

–¿Qué tiene que ver esto con el fin de la Historia? Es que el snobismo
es la negatividad gratuita. En el mundo de la Historia, la Historia
misma se ocupa de engendrar el modo de la negatividad que es esencial
a lo humano. Si la Historia ya no habla, se fabrica ella misma la
negatividad. El snobismo puede llegar muy lejos. Se puede morir por
snobismo, como los kamikazes. Conoce sin duda la historia de Federico
II, en el campo de batalla, cuando escucha los gritos de un joven
herido mortalmente en el vientre: "Hay que morir como es debido", y
pasa. O César, atravesado de puñales y que cubre con los pliegues de
su toga las heridas de sus piernas. Quiero decir que si lo humano se
funda en la negatividad, el fin del curso de la Historia abre dos
vías: japonizar occidente o americanizar Japón, es decir, hacer el
amor de modo natural o como monos sabios.

–Basta de Japón. Hay gran curiosidad de parte de las ciencias humanas,
que usted opone apasionadamente a la filosofía.

–A grosso modo, se podría decir que empiezo por definir la filosofía.
Esta no posee un dominio reservado. Es un discurso, no importa cual,
pero que se distingue de los otros no sólo en el sentido de lo que
habla, sino por el hecho de que habla de y es aquello de lo que habla.
Todo discurso que no habla de sí mismo se sitúa fuera de la filosofía.
Este discurso filosófico, que nació en Grecia, junto a un hombre
llamado Thales, conoció enseguida dos vertientes extremas: Parménides,
cuyo discurso conduce al silencio, y Heráclito, que prefiere un
discurso ininterrumpido, un discurso infinito en el que cada frase
puede seguirse de otra. De ese discurso provienen los retóricos y los
sofistas. Y bien, los sofistas modernos, hijos de Heráclito, son los
sociólogos e historiadores cuyo discurso se caracteriza principalmente
por ser infinito. Es el río de Herádito.

El fin del discurso filosófico

–Son comprensibles, entonces, las pretensiones de las ciencias
humanas. Si es verdad que el discurso filosófico fue clausurado por
Hegel, no debemos sorprendernos de que proliferen las ciencias
humanas. Se hace mucho ruido en torno al debate que opondría Historia
y estructura. Qué divertido. Si la Historia terminó, si su discurso es
silencioso, convengamos en que tal debate sería un poco académico. Por
otra parte, es normal que las ciencias humanas tengan algo para
explorar, es decir, que reconozcan en el hombre algo más que lo
humano. En el hombre hay un 1% de humano y el resto es, digamos,
animal; esto da un alto margen de territorio impenetrable. En lo
sexual, lo humano es la prohibición del incesto, esto ha sido dicho y
es verdad ¿pero el resto?

Sabemos que se puede, gracias a la ciencia, crear artificialmente el
instinto maternal. Pero si un antropólogo nos explica que todo
proviene del neolítico y que todo estaba ya en el neolítico, olvida
que algo faltaba en el neolítico y que es el antropólogo mismo. Pero
este olvido es coherente porque el antropólogo no es filósofo. Es un
hombre de ciencia, y su discurso versa sobre un objeto o
acontecimiento, no sobre el discurso.

El discurso filosófico, como la Historia, está cerrado. Sorprendente
idea. Es por eso que los sabios, que suceden a los filósofos y de los
que el primero es Hegel, son tan raros, por no decir inexistentes. Es
verdad que no se puede adherir a la sabiduría más que si se cree en la
propia divinidad. Pero la gente sana de espíritu es rara. ¿Qué quiere
decir ser divino? Podría tratarse de la sabiduría estoica o el juego.
¿Quién juega? Los dioses. Como no tienen obligaciones, juegan. ¡Son
dioses holgazanes!

Soy holgazán

Después de tanta seriedad, curioso modo de anunciar la ironía por un
movimiento de rostro, y la luz juega de modo diferente entre los
lentes y los ojos.

–Soy holgazán. Escribí este libro hace ya 18 años, porque estuve
enfermo un año entero, me aburría y lo dicté. Lo consideraba parte de
mis obras póstumas, pero Queneau y Gallimard insistieron. Hace 4 años
escribí otro volumen pero dudo en publicarlo ¿para qué? Soy holgazán y
me gusta jugar… como ahora, por ejemplo.

–Le recuerdo que estas reflexiones no concuerdan con la acción tan
predicada antes de 1939, antes de recibir el fascículo azul…

–Es que en esa época había leído a Hegel, pero no había comprendido,
como hoy, que la Historia había terminado.

¿Es preciso agregar que estas líneas no alcanzan para testimoniar el
brío que anima el discurso de Kojève? Bajo el aparente desorden y
mezcolanza de temas, reposa un orden secreto que lo gobierna y que no
he sabido transcribir. Me he propuesto sólo ser lo más fiel posible y
decir a la vez lo que fascina y lo que irrita, por un lado el saber y
la inteligencia extremos, por otro la manía de las paradojas, o bien
esa extraña vanidad, demasiado evidente para no funcionar como
máscara. Me pregunto cuál es el peso de esa vanidad, si este filósofo
deja pasar 20 años antes de dar a conocer las pesadas construcciones
que forman sus obras. De todos modos, es imposible dibujar más de una
de las figuras de Kojève. El es, ante todo, la extensa y deslumbrante
lección de dialéctica que su libro despliega. Nada anticiparé de este
libro, más que el alentador subtítulo: "Introducción histórica del
concepto en el tiempo en tanto que introducción filosófica del tiempo
en el concepto". Siguen 360 páginas.

[1] Alexandre Kojève, Essai d'une histoire raisonnée de la
philoso-phie païnne T. 1. Les Presocratíques Gallimard éd. 260 p.

[*] Fuente: Virtualia

Invitación para este miércoles:Kojève visita la Casona Municipal

Una invitación interesante en este miércoles violento en la ciudad
de Córdoba.
Un día justo para pensar sobre estas cosas que plantea este filósofo
en la voz de Ignacio Barbeito.
Para seguir pensando (nos). Pese a todo vayan por hace bien estar
juntos, pensar y reflexionar sobre lo que nos acontece.


Miércoles 30 de Julio – 19hs
"La Concepción Terrorista de la Historia"
Por Ignacio Barbeito
En este tercer encuentro de este ciclo de lecturas en filosofía
francesa contemporánea, Ignacio Barbeito nos presentará un recorrido
introductorio a la filosofía de Alexandre Kojève mediante el tópico
que él ha denominado como eje de su recorrido intelectual: "La
concepción terrorista de la historia".
Como ya son bien conocidos los encuentros de Doble Juego, estos no
necesitan conocimientos profundos en filosofía, ni formación
específica, sino tan solo un interés espontáneo hacia las temáticas a
tocar.
La idea principal del ciclo, es justamente, promover la filosofía en
la mayor cantidad de ámbitos posibles, a través de encuentros dignos
de convertirse en la plataforma de despegue de nuevas conversaciones,
todo a través de un encuentro sin jerarquías.
Habrá, como debe ser y como siempre, vino y música.

martes, 29 de julio de 2008

Jamming nuevo número ya esta on line.

Gente querida

Una revista para leer todas las semanas y que es única en su género
aquí en Córdoba.
Unas plumas exquisitas abordando la realidad social, política y
cultural de esta ciudad y alrededores.
Un grupo de entusiastas del que muchos periodistas renombrados de la
gráfica deberían aprender, pero esos deberían aprender tantas cosas
que mejor no decirles nada, intentan llevar adelante este proyecto que
se disfruta leyendo.
Una revista que se actualiza todos los martes y que vale la pena leer.
He dicho y vayan a ver que trae esta semana.
Les dejo la dirección y a bucear por sus páginas.

www.revistajamming.com.ar

lunes, 28 de julio de 2008

Recomendación para aprender más del arte.

Me llego esta invitación para este curso que por lo que propone esta
más que interesante.
Además quien lo dicta es una persona que sabe mucho pero además es
artista y conoce de lo que habla.
8 clases para descubrir la historia del arte y como llegamos a este
presente tan posmoderno y apocalíptico.
Altamente recomendable.
Asi vayan, anotense, aprendan y sean mejores personas ya que el arte
sana y salva.


Un panorama de los principales estilos y movimientos visuales en la
cultura euroamericana desde los griegos hasta nuestros días,
atendiendo tanto a características formales como a significaciones
culturales. Para ello se ubicarán las prácticas artísticas en sus
contextos de producción y recepción específicos, relacionándolas con
otros aspectos de la vida social, en particular otras prácticas
estéticas, la producción científica e intelectual y la vida cotidiana.
Los 8 encuentros de 3 horas de duración estarán ilustrados con
diapositivas.
Prof Magter: MARCELO NUSENOVICH
Días: Martes de 19:30 a 22:30hs
Lugar: ACIC / Maipú 350
Duración: 2 meses / Inicia martes 5 de agosto
Costo: $50 por mes / Inscripción: $10.-
Se otorgan certificados
Cupos limitados
INSCRIPCIONES ABIERTAS de lunes a viernes de 15 a 20hs en ACIC. Maipú
350. Tel. 4284765. e-mail: cultura@acic.org.ar

monicelli

Un grande del cine italiano en una entrevista para leer y evaluar una
época que dió grandes películas.
Para leerla y pensar un poco en lo que dice ya que es bastante
interesante. Además es una parte de la historia del cine que merece
ser escuchado y leído.
Buen comienzo de semana y a disfrutar el comienzo del mes.


"La del 68 fue una generación de jóvenes violentos y corruptos"

Mario Monicelli (Viareggio, Toscana, 1915) tiene 93 años, pero sus
ojos y su vivacidad siguen siendo los de un adolescente. El inventor
de la comedia a la italiana (con su amigo, recientemente fallecido,
Dino Risi: "Nuestra broma siempre era quién palmaría antes") es un
mito del cine, pero no aguanta ser considerado un genio. "Simplemente
trabajábamos mucho y seguíamos la vieja estela de la Comedia del
Arte", explica.

Autor y guionista de 65 películas, entre ellas muchas obras maestras
que en los años cincuenta, sesenta y setenta contribuyeron a hacer
célebre, y mucho más divertido, el neorrealismo italiano, Monicelli
utilizó una inteligencia muy aguda para convertir la cotidianidad, la
desesperación, el fracaso y la miseria en humor y farsa. Su finura
para utilizar la ironía como bisturí social; su compromiso siempre
generoso con los perdedores; su espíritu de artesano clásico y
disciplinado y su mirada siempre atenta al gesto y el detalle
hilarante, le convirtió en favorito de todas las estrellas italianas:
de Totó y Aldo Fabrizi, a Vittorio Gassman y Marcello Mastroianni,
Sophia Loren y Gina Lollobrigida, Alberto Sordi, Monica Vitti o Ugo
Tognazzi.

Tras comenzar dirigiendo media docena de filmes de Totó, Monicelli
dejó una lista de títulos inolvidables: Guardias y ladrones (1951),
Rufufú (I soliti ignoti, 1958), La gran guerra (1959), I Compagni
(1963), La Armada Brancaleone (1966), La chica con la pistola (1968),
Amici miei (1970) o Un burgués pequeño pequeño (1978). Todas ellas, y
muchas más, podrán verse en el próximo Festival de San Sebastián, que
este año le dedica un homenaje y una retrospectiva de 41 filmes.
"Estuve allí hace 50 años y gané un premio, ya no sé si con I soliti
ignoti o con Il médico e lo stregone (fue la primera, obtuvo la Concha
de Plata). Se estaba bien allí, era una ciudad bella y pequeña".

Casi ciego, pero aún ferozmente lúcido, Monicelli vive en un modesto
primer piso del barrio más viejo de Roma, Monti. Es su casa de
siempre, llena de personalidad y gracia, atributos que siguen
caracterizándole.

Tras dirigir Las rosas del desierto en 2006, declara cerrado el grifo
de su talento ("me parece que ha sido suficiente"). Y sigue
definiéndose tan comunista como siempre: "El Gobierno Berlusconi dice
que la lucha de clases no existe, pero sólo hace falta ver cómo hemos
convertido a los gitanos en el chivo expiatorio para saber que es
mentira".

Pregunta. ¿Cómo anda de amigos?

Respuesta. Hay ya pocos vivos. Dos guionistas, Scarpelli y Cechi
D'Amico, dos directores, Risi [la entrevista se hizo antes de la
muerte de Risi] y Mortaldo. Nos vemos alguna vez. Antes siempre
estábamos juntos. Ahora menos.

P. ¿Tiene familia?

R. Tengo dos hijas casadas, y otra que tiene 20 años y estudia en Bolonia...

P. Veinte años. Vaya. ¿Y todavía le siguen atrayendo las mujeres?

R. Continúan interesándome, pero no sexualmente, no soy un viejo
verde. Me han gustado mucho las mujeres, pero no tenía líos con
estrellas. Siempre eran de fuera del cine. Trabajar y relacionarte con
la misma gente es muy aburrido.

P. Pero en el cine había mujeres impresionantes...

R. ¡Y también fuera! Las tres o cuatro que tuve eran muy guapas y con
una ventaja: no tocaban tanto los cojones como las actrices.

P. ¿Le daban la lata?

R. A mí me molestaban poco. Era muy autoritario, no les daba ocasión
de hablar. Leían el guión, y si aceptaban, sabían que no se hacían
cambios.

P. Pero amigos sí tuvo muchos en el cine.

R. Sordi, Gassman, la Vitti, Giuliana de Sio, Tognazzi, la Mangano,
Mastroianni... Gente muy simpática, ingeniosa e inteligente. Se pasaba
bien con ellos fuera del plató, eran muy agradables.

P. ¿Y eran conscientes de la importancia del cine que estaban haciendo?

R. Ahora sabemos que era importante, entonces no. Era cine para
italianos. Sólo después, con los festivales y los premios, se
convirtió en importante.

P. ¿Ahora le parece que era cine bueno?

R. Todavía no se puede saber. Hace falta esperar 300 años para saber
si era bueno de verdad. Entonces era un trabajo. Como teníamos éxito,
había mucho trabajo. Pero lo hacíamos a gusto porque el público
respondía. Entonces la cuota de pantalla nacional era del 75%, ahora
es del 30% como mucho. A los italianos les gustaba más entonces su
cine, y había un ejército de directores, guionistas, actores... Luego
se empezó a conocer fuera. Los premios a Fellini, a Tornatore, a De
Sicca, Cannes...

P. ¿Se ganaban bien la vida?

R. Se ganaba bien y era más barata.

P. ¿Pero era la dolce vita?

R. Era una vida de trabajo duro. Los horarios no eran como ahora. No
había sindicatos, siempre te levantabas al alba, te ibas fuera a rodar
y volvías tarde. Poco a poco cambió. En los años cincuenta y sesenta
trabajabas de siete a siete, y no había cestino (catering). Llevábamos
pan con salami y eso comíamos. Después empezaron a darnos dinero para
la comida y tenías que ir a comprártela.

P. ¿De dónde salían las historias?

R. Muchas eran reales, otras salían de libros, de cuentos que se oían,
de historias antiguas. Pescabas de todas partes: sucesos, tertulias...
Se inventó todo: el cine negro, el spaguetti-western, las series
mitológicas... Éramos mil personas en total, siempre estábamos juntos,
íbamos a los mismos cafés y restaurantes, y allí cambiábamos ideas y
pareceres. Había fantasía y ganas de hacer cosas. El país era pequeño
y había que inventar mucho.

P. Italia era entonces la vanguardia cultural de Occidente.

R. Durante 15 años fuimos el centro de la creatividad, duró un par de
generaciones. De los cincuenta o sesenta a los setenta. Luego la
creatividad pasó a otros. América, la nouvelle vague, el cine iraní...
Estados Unidos renovó el star system, y como potencia industrial fue
el primero siempre.

P. ¿Siempre le gustaban sus películas?

R. Entre 65 no todas me gustan. Pero algunas que fracasaron me gustaban.

P. Empezó dirigiendo a Totó. Supongo que sería una gran escuela.

R. Era muy particular. Un gran mimo, movía todo el cuerpo además de la
cara. Los grandes actores recitan con el cuerpo, trabajan la
entonación y el cuerpo. Keaton, Chaplin, Lewis...

P. Antes de dedicarse al cine, ¿qué hizo?

R. Viví mi periodo político. El fascismo y la guerra. Fui movilizado a
Yugoslavia... En caballería, aunque nunca luché. Milité en el Partido
Socialista, después en el Comunista. Lo metí en una película, I
compagni. Era un filme marxista, pero con ironía.

P. ¿Y cómo le dio por la comedia? ¿Siendo comunista no era una herejía?

R. Era un humor natural. Nuestra mirada era ésa. Sarcasmo, ironía. El
humor es la forma más penetrante de mirar. Un bisturí que va al fondo
de las cosas. Pero para bromear sobre algo hay que conocerlo muy bien.
Y meditar mucho para llegar al humor.

P. ¿Así que el neorrealismo nació de la reflexión?

R. No nació por azar. Fue la maduración de la historia del país y de
sus individuos. Nació con una dictadura en la que muchos no se
reconocían. Antisocial, racista, inhumana. Éramos socios de los nazis.
La gente de la cultura tenía otra mirada. Zavatini, Rossellini, De
Sicca, Calvino, Parise crearon una nueva forma de mirar. Italia estaba
sometida al nazismo, teníamos razones para querer cambiar nuestra
relación con la realidad. Por eso se fundó esa nueva forma de ver la
realidad, el neorrealismo.

P. Y enseguida llegó la comedia. A la italiana.

R. Se llamaba así porque nació aquí, también venía de esa historia
terrible, singular y dramática. Surgió al contar argumentos muy
dramáticos con humor. Esa mezcla era insólita. Habíamos vivido una
historia horrible, también insólita, y por razones que también eran
históricas, desde la Comedia del Arte y el Renacimiento teníamos una
vena cómica. Eso fue lo que hizo nacer esa forma de mirar con humor.

P. La gran guerra es el mejor ejemplo.

R. El argumento era muy dramático, sí. Fusilamientos, muertos... Había
tonos trágicos donde hacían falta, y cómicos también. La vida de la
gente es así, no es siempre divertida o siempre dramática. Rufufú
ensayó otra vía: intentan cambiar su condición con un golpe, les va
todo mal, fracasan. Ésa no es la regla de la comedia. Y así había
muchos haciendo lo mismo: Germi, Risi, Comencini, Steno...

P. ¿Era una forma de hacer política?

R. Sin que naciera de ahí, lo era. Se contaba una historia y como la
gente era inteligente, se daba cuenta de que había detrás una idea
política.

P. ¿El neorrealismo ayudó a cambiar el país?

R. Parece, dicen que sí. Contábamos sin fingimientos, un poco
brutalmente, la historia del país. Cómo se vivía, cuál era la
humanidad, cómo se relacionaba la gente con la realidad, quién de
manera solidaria, quién de forma egoísta. Intentábamos sacar fuera las
contradicciones de nuestra historia, las supersticiones y las
costumbres anticuadas, ridiculizándolas. No sé si cambió a la gente.
Creo que no hemos cambiado mucho.

P. La ternura de entonces, la inocencia, ¿siguen existiendo?

R. Respecto a la generación de la posguerra, todo cambió mucho.
Aquella era gente muy solidaria y comprometida. Había un sentimiento
colectivo de país, queríamos sacar a Italia de una guerra estúpida y
hacerla entrar en Europa, modernizarla, industrializarla. Después
entregamos el país a la generación siguiente, que se corrompió
rápidamente. Empezó a mandar el mercado, que es la ley menos piadosa
que existe, que no perdona ni tiene caridad, y las cosas fueron
empeorando.

P. ¿Cómo vivió el 68?

R. Fue el primer movimiento que tomó ese testigo. Esa generación de
veinteañeros tomó Italia y pensaron poder revolucionarla entera
cambiando lo que hacían sus padres, ridiculizándonos, tratándonos como
a viejos que había que dejar de lado. Creían que lo podían hacer todo
de nuevo, sin piedad, eligiendo su nueva vida. Fue una generación de
violentos y corruptos. Ese tanto de corresponsabilidad colectiva se
perdió. La gente se volvió individualista y empezó a pensar en
imponerse al vecino.

P. ¿El cine cambió también?

R. Era demasiado burgués para ellos, pura decadencia. Querían un nivel
de vida más alto, sin solidaridad. No era macho ni moderno participar,
cada uno afrontaba la vida solo y sin titubeos, era un corte con la
cultura de los padres, que en Italia era muy rural, muy campesina.
Éramos un país de analfabetos que se alfabetizó en los años treinta y
cuarenta, pero teníamos una cultura cívica de participación y
tolerancia. Eso se dejó de lado.

P. ¿Lo rural fue un elemento más del neorrealismo urbano?

R. La cultura rural fue básica en el neorrealismo. Veníamos de ahí,
teníamos la humanidad del campesino. Los personajes de Sordi eran
terribles, prepotentes, listos para cometer cualquier bajeza con tal
de medrar, oscuros. Nosotros contábamos eso, y los italianos se reían
pensando que no eran ellos. Esa cultura se perdió, la visión del otro
como un compañero y no como un adversario se perdió. Pero eso es la
cultura. Lo otro es incultura.

P. ¿Eso explica también las tres victorias de Berlusconi?

R. Cuando finge ser un tolerante, Berlusconi está haciendo comedia a
la italiana para llegar a presidente de la República.

P. Italia parece hoy atenazada por el miedo, sobre todo del extranjero.

R. Eso pasa siempre en los tiempos de crisis, se busca fuera un chivo
expiatorio. Entonces éramos una fraternidad, hacía falta reconstruir
el país, teníamos todo por hacer y todos nos ayudábamos. El nivel de
vida era bastante pobre, con muy pocas diferencias. Había un 10% de
aristócratas y el otro 90% éramos todos igual de pobres. Pero
queríamos poner de pie a Italia. La cultura servía para divertir y
hacer pensar. Se trataba de entretener a la gente haciéndola pensar.
Éramos vivaces, íbamos en Lambretta, teníamos autopistas, y la
aspiración de ganar más que el otro no era la cultura dominante. Era
el tiempo de la furbizia (picaresca) ingenua.

P. ¿Cuándo acabó la inocencia?

R. Quizá con el asesinato de Aldo Moro. Había una esperanza cierta y
cercana de que el comunismo podía llegar al poder por la vía
democrática, pero para evitar esa cosa que todos temían tanto mataron
a Moro. ¿Quién? La derecha, los americanos.

P. Su padre se suicidó en pleno fascismo...

R. Tenía yo 23 años. Mi padre había dirigido un periódico en los años
veinte. Era antifascista, se puso contra Mussolini y lo echaron, no le
dejaron escribir más. Estuvo muchos años sin poder hablar, viendo a
sus amigos adaptados al fascismo. Pensó que cuando acabara Mussolini
podría volver, pero se habían olvidado de él. Esa amargura pudo con
él. Yo era un soldado, estaba recién regresado de la guerra, y entendí
perfectamente que se suicidara.

domingo, 27 de julio de 2008

The tudors para terminar este domingo

Ya la recomendamos hace unos días aquí y la seguimos fervientemente
como espectadores porque esta muy bien hecha, bien actuada y habla de
los conflictos que han dividido a esta humanidad en siglos.
Es BELLA en todo sentido.
Aquí un comentario sobre el capítulo que hoy a las 22 horas se verá en
People& arts.
A gozarla y disfrutarla como los buenos vinos y los placeres ( al
comentario y a la serie)

Siempre es bueno tener presente la historia. Logramos entender tantas
cosas conociéndola. Para entender la literatura de todos los tiempos,
debemos conocer la historia. Los Tudor es una de las más fantásticas
historias que Inglaterra ha dejado como herencia, en especial Enrique
VIII, segundo monarca de la casa Tudor y sucesor de su padre Enrique
VII. Sus casamiento y su ejercicio del más absoluto poder que tuvo
entre todos los monarcas ingleses, produjo el gran sisma con la
iglesia católica en 1535. Su casamiento con Catalina de Aragón (hija
de los Reyes Católicos de España) fue inútil a causa de la
infertilidad de la reina de no poder darle un heredero para la Corona.
Ante esta molestia, en la serie Los Tudors, se ve a una Catalina que
sólo lograr arreglar las camisas del rey. La incomodidad de Bolena,
amante joven de Enrique, logra que mediante su seducción y tras un
viaje, se expulse a Catalina de palacio.
Hay dos marcados grupos: los seguidores de la Reina Catalina, con
Thomas Moro a la cabeza. Hombre culto, político, humanista y canciller
de Enrique VIII, que no acepta el divorcio del Rey con Catalina de
Aragón, será quién estará enemistado hasta su próxima y pronta muerte
por mandato del Rey.
Enrique siente que tiene el poder absoluto y divino sobre la tierra y
por ello puede transgredir las leyes sagradas para casarse con Bolena.
El segundo grupo menciona a Bolena como la bruja que ha hecho lo
imposible para conquistar al Rey a tal punto de matar el catolicismo
en Inglaterra.
Esta noche se verá un capítulo nuevo de esta magnífica serie de
nuestra historia universal y se sabrá que pasará con el futuro de los
Monarcas y con los desvíos de Lady Ana.

sábado, 26 de julio de 2008

Sandra Russo y una de sus agafuertes porteñas: para disfrutarla

La leo hace años en los medios donde publica, el año pasado me
deslumbró junto a Boy Olmi en Dejamelo pensar por la pantalla de canal
7 en un programa único en la televisión argentina, tiene columnas y
secciones en Pagina/12 que son geniales y además es una docente de
aquellas a la hora de formar nuevos talentos en la escritura.
Ella es Sandra Russo y desde acá le declaro mi amor icondicional a su
escritura, su talento y su ubicación en el mundo.
Tiene algunos pecadillos pero que se los perdono ya que su arte supera
cualquier opinión partidaria.
Seguí así Sandra querida y cuidame bien a los pichones de cronistas
que tenés en tu taller literario de los lunes por que son de calidad
exquisita.
Y para uds un lindo texto para esta tarde de sábado o primeras horas de domingo.

La yegua y el montañista
Por Sandra Russo
En el banco, frente a las ventanillas, había tres colas y ninguna era
muy larga, pero la de la izquierda estaba casi desierta. Era la que
estaba disponible para los clientes VIP. Llegué y leí los tres
letreros: VIP, Personas y Empresas. Hice un rápido repaso mental sobre
mi propia condición y me paré en la de Personas. Delante de mí, último
en esa fila, acababa de ubicarse un hombre alto, apenas canoso pero de
aspecto juvenil, vestido con jeans y campera de montañista. Colgaba de
su espalda una mochila de una marca muy cara, que le daba un aire de
turista o extranjero; supuse que era un hombre de paso por ese
microcentro atestado de mediodía. Ni tuve tiempo de pararme con todo
el peso en una de mis piernas, que es lo que uno hace cuando se
autoacomoda en una cola de banco atrás de una docena de personas.
Llegó otro hombre, más viejo y trajeado, que sobre mi oído preguntó:

–¿Las tres colas son iguales? ¿Por qué en ésta no hay nadie?

El hombre alto con campera de montañista se dio vuelta y le dijo:

–Esa es para los giles que pagan quince pesos más por mes para que los
atiendan más rápido.

–No me digas –le dijo el viejo trajeado, ubicándose en mi fila. Quedé
hecha un sandwich entre ambos, lo cual no habría sido grave si los dos
se hubiesen quedado callados como corresponde en una cola de banco,
caray, que uno va al banco a hacer un trámite que siempre prefiere
obviar, y en todo caso cualquier persona normal comenta o bien que el
clima de Buenos Aires está tremendo, o bien que es una vergüenza que
haya tan pocos cajeros en todos los bancos. ¿O hay acaso alguien en
este mundo que se sienta a sus anchas en una cola de banco? Yo pensaba
que no, pero me equivocaba. El montañista era un hombre que se sentía
a sus anchas en todas partes, se diría que el mundo era suyo por la
seguridad con la que hablaba, y también por el tono de voz elevado que
hacía que todos escucháramos lo que decía. Sobre todo yo, que estaba
hecha un jamón entre el montañista y el viejo trajeado. El montañista
era una de esas personas que no pueden controlar su incontinencia
verbal y cerebral. Y su flujo mental era tremendo.

–En Chile esto no pasa –le dijo el montañista al viejo trajeado. Era
tan alto y yo soy tan petisa que el tipo ni siquiera tenía que hacer
un mínimo gesto para mirar al viejo. Sencillamente, me salteaba.

–¿En Chile? ¡No! ¡Qué va a pasar! –dijo el viejo.

–¿Conocés Chile? –le preguntó el montañista, que debía tener unos
treinta años menos que el viejo, pero que como se sentía tan seguro de
sí mismo y era tan comunicativo, tuteó al viejo durante toda esa
conversación, dándole incluso ánimo, con el tuteo, para que el viejo
de-senrollara la lengua.

–Sí, estuve muchas veces en Chile. Tengo dos grandes amigos. Viven en
Las Condes.

–Yo tengo mi oficina en Las Condes, mirá qué casualidad. ¿A qué se
dedican tus amigos? Conozco mucha gente por ahí.

–Son generales. De carabineros.

–¡Ah, qué bien! ¡Generales! –dijo el montañista. Yo ya empezaba a
mirar para el costado, a la fila que decía Empresas. Había menos
gente. Un jovencito también trajeado y con una escarapela en la solapa
revisaba unas boletas. Un cadete, seguro.

–Sí, son dos grandes amigos. Dos caballeros –dijo el viejo–. Si los
paran con el auto, ¿vos te creés que sacan la credencial para
presentarse como generales? Eso haría un milico de acá. ¡No! Primero
escuchan si estuvieron en falta, escuchan con todo respeto y ojo, que
los carabineros que los paran también son muy respetuosos. Por favor,
señor, si es tan amable, tenga usted la amabilidad, ¿viste? Mucha
educación.

–Típico de Chile, claro. Una educación increíble.

–Recién si les están por hacer una boleta o es muy necesario, ahí sí
se dan a conocer. Pero no como acá, que todo el mundo saca chapa antes
de tiempo.

–Es que este país es el peor del mundo, hermano –le dijo el
montañista–. Y que me perdone si hay algún peronista presente, pero el
cáncer de este país se llamó Juan Domingo Perón. No sé si estás de
acuerdo –dijo, chequeando, aunque era evidente que su "que me perdone"
era equivalente a un "me cago en que haya un peronista en esta fila".

El montañista era, definitivamente, un camorrero. Y yo, que agarro no
sólo los guantes que me tiran sino también los que se caen, me empecé
a morder la lengua. Y eso que no soy peronista.

–¡Pero sí! –dijo el viejo, creo que sin haber prestado mucha atención
a aquello con lo que estaba de acuerdo, incluso más allá de estar de
acuerdo, porque estaba perdido en sus evocaciones–. Mis amigos son dos
tipos de primera. Qué bien la hemos pasado cada vez que los fui a
visitar. Fuimos a Valparaíso un verano.

–Las Condes es el barrio más fashion, diríamos –dijo el montañista,
que estaba atrapado a su vez en su propio relato y al que era evidente
que el hermoso verano del que amenazaba hablarle el viejo le importaba
tres pitos.

–Las Condes. Muy lindo barrio. Fuimos una vez a Reñaca también.

–Yo tengo mi oficina en Las Condes –repitió el montañista–, la abrimos
hace poco. Un lujo. En Chile nadie le tiene miedo al lujo, como acá,
que hay que pedir disculpas si uno es más capaz que los demás para
hacer guita. ¿Vos qué hacés?

–Soy jubilado. Hago trámites –dijo el viejo. Yo pensé que su lugar
estaba entonces en la fila de al lado, pero a esa altura no iba a
meterme en esa conversación ni aunque bajara Dios en persona a
ofrecerme crecer quince centímetros de golpe. Y eso que para mí sería
importante.

–Te voy a decir una cosa –le dijo el montañista–. La culpa de cómo nos
van las cosas la tenemos todos, todos, todos, todos, todos.

–Todos –sintetizó el viejo.

–Porque no nos ponemos los pantalones largos –agregó el montañista–.
Mirá: yo soy sanjuanino, mi familia tiene una calera y estamos
trabajando en Chile pero, qué te puedo decir, de maravillas. Vendemos
a lo loco. Los chilenos no miran para arriba. Miran todos para abajo.
Es un país que tiene mucho que agradecerle a un señor, a un verdadero
señor que se llamó Augusto Pinochet.

A esa altura yo quería ser más petisa de lo que soy. Hundirme en la
junta de las baldosas de porcelanato, hacerme engrudo, evaporarme,
porque me venían unas ganas feroces de ser varón y de decirle vamos
afuera, macho, que te cago a trompadas. Pero últimamente, con todo
esto del campo, estoy muy irritable. Y no sé si ustedes lo
advirtieron, pero salvo la gente muy descarada, la gente muy jodida o
la gente muy de mierda, en general, hasta en los taxis, reina un
silencio de radio para no herir susceptibilidades ajenas o acaso para
evitar irse a las manos. Ese clima de distensión que hemos logrado
gracias al voto no positivo de Cobos (y del que hablan sobre todo los
radicales y Chiche Duhalde) es una escenografía a la que en cualquier
momento se le cae el techo o una puerta. Lo que hay es discreción y
hartazgo de estar tan enemistados. Pero queda gente como este
montañista, al que me tuve que seguir aguantando. Ya me pasó de
levantarme precipitadamente de la mesa de un bar, después de pedirle a
un mozo:

–Cobrame pronto porque si esta vieja de la mesa de al lado sigue
hablando le parto un sifón en la cabeza.

Vuelvo al banco. Yo estaba haciendo ejercicios de respiración que
nunca aprendí en yoga, porque yoga no hice, pero bueno, me imagino
cómo serán: uno respira profundo, profundo, con el diafragma, y se
concentra en el aire que inspira, y después lo va soltando despacio,
tratando de concentrarse sólo en el aire, tratando de no escuchar a un
montañista que dice:

–Tenemos a esta yegua gobernando, ¿te das cuenta? ¡Una yegua! ¿Y no
hacemos nada? ¿Por qué aguantamos? –parecía estar interpelando a todo
ser viviente que lo escuchara en el banco.

–Y... –dijo el viejo, que a pesar de tener amigos carabineros no había
ido al banco a buscar roña. Hasta él se empezó a sentir incómodo. Eran
varios los que daban vuelta las cabezas, y cada uno parecía calibrar
su reacción, porque ninguno lo miraba asintiendo. Es que más allá de
lo que decía el montañista, su prepotencia y su inadecuación lo hacían
un blanco perfecto de hipotéticos escupitajos, que yo me imaginaba por
millones. El pendejo de la cola de al lado, el de la escarapela, me
puso cara de "qué pelotudo" y yo le hice cara de "impresionante".

Por suerte la cola había ido avanzando y le tocó a él. Fue hasta la
ventanilla y dijo, fuerte, para que nadie se lo perdiera:

–Quiero retirar diez mil pesos de mi cuenta.

La cajera le dijo algo que no se escuchó. El montañista habló fuerte:

–¿Tanto problema por diez mil pesos? ¿Qué son diez mil pesos? Qué país
de mierda.

La cajera acercó la boca a la ventanilla y dijo, también en tono alto:

–Tiene que esperar veinte minutos. Si no va a hacer el trámite déjele
el turno al que sigue.

–Bueno, nena, dale. En este país...

–Lo de nena se lo guarda. Ponga el pin –le dijo ella.

El montañista puso el pin y lo mandaron a sentarse y a esperar veinte
minutos. Me tocó a mí. Hice mi trámite. Salí de ahí y me fui a
terapia. Cuando llegué le dije a mi analista:

–Yo no sé qué me pasa. Ando con ganas de patear montañistas con la calle.

Mi analista se acomodó en su sillón y preguntó:

–¿En qué sentido?

viernes, 25 de julio de 2008

Leonera: la pelicula que hay que ver.

Se acaba de estrenar en Córdoba Leonera la última producción de Pablo
Trapero y con ese motivo comparto con uds un artículo que escribí en
mayo último para una revista virtual donde colaboro.
La idea es que conozcan al genial director argentino que hace unos
años irrumpió en el panorama del cine nacional renovando sus
posibilidades narrativas y estéticas.
Un recorrido por su trabajo como director de cine y la invitación
ferviente de ver esta película.
Hoy la crítica que recibe en La Voz del Interior y que suscribe el
amigo Peirotti también lo indica.
Para conocer a Trapero y su cine.


En el camino: Variaciones en torno al cine de Trapero.

Mientras su última película Leonera, ruge en el Festival de Cannes y
deslumbra a todos por igual, desde aquí una mirada a la producción
cinematográfica del realizador de San Justo.


Pablo Trapero, director fundante de lo que la crítica dió en llamar
Nuevo Cine Argentino a mediados de los años 90 y que hoy algunos
(críticos y revistas especializadas) reniegan de ese rótulo, llega con
su quinto largometraje con la seguridad de haber recorrido un largo y
seguro camino que lo hace poseedor de una estética particular y de una
narrativa que lo distinguen de otros realizadores por varios motivos
que intentaremos desentrañar.
Director prolífico de 5 películas que constituyen una poética
distintiva dentro de la cinematografía nacional, en donde la
cotidianeidad de la vida es puesta en jaque por eventos fortuitos y
extraordinarios. Personajes comunes que de pronto deben ponerse a
prueba ya que se les presentan situaciones que los descolocan y
producen extrañeza.
Eventos que producen un cambio radical en la vida de los personajes y
que operan como un viaje de ida sin posibilidad de retorno. Y en el
cine de Trapero la palabra viaje no esta puesta adrede sino que
adquiere real importancia y una presencia valedera.
Es decir que en sus películas encontramos desplazamientos emocionales
que son acompañados en la mayoría de los casos por movimientos
geográficos.
Hay en sus películas caminos, rutas y paisajes inhóspitos donde sus
protagonistas deben llegar para que la verdad o el secreto que los
condena sea develado / revelado.
Dichos paisajes tienen más que ver con el interior de la persona que
con el mundo real o el exterior. Más que postal turística Trapero
recorre y filma la geografía argentina para adentrarse en el alma
humana.
El Rulo buscando trabajo en los interminables caminos del sur en Mundo
Grúa, el Zapa internándose en los meandros de la policía de Buenos
Aires para escapar de su cruel realidad y volver su pueblo natal para
ejercer autoridad es la historia de El bonaerense, esa "particular"
familia que intenta llegar al casamiento en Familia Rodante y el padre
de familia exitoso con el futuro por delante escapando de su trágica
culpa en Nacido y criado.
Viajes internos, emocionales y psicológicos acompañado de un
movimiento externo que sirve como catarsis o expiación de aquello que
no se quiere ver o no se quiere nombrar.
En sus películas hay una idea que las recorre, que las aúna y que
podemos enunciar así: hay en el camino, en el desplazarse una
instancia de conocer lo desconocido, de descubrir las posibilidades
que tenemos ante cuestiones azarosas que la vida nos presenta. Por
ello podemos decir que en el cine de Trapero el camino es una
experiencia pedagógica, hay en las rutas un modo de conocer, de
preguntar y reflexionar sobre la propia vida (Mundo Grúa y Familia
Rodante) y en casi todos los casos sobre una tragedia personal (El
bonaerense, Nacido y criado y la inédita Leonera) que a la vez es
social y cultural. La desocupación , la muerte , la corrupción , la
traición y las mentiras no solo esta en el individuo sino que también
existe en el núcleo familiar, grupal y social.
Por esto el cine de Trapero también habla desde un lugar particular
(desde la Argentina post menemista y los que perdieron su lugar en el
mundo) y sus películas hablan de nosotros mismos. De esa sociedad que
creyó, se esperanzó y perdió.
Sus películas, más allá o más acá, nos representan, nos acercan a una
idea de nación que desde otros ámbitos se intento destruir.
Por ello los viajes.
Por ello los desplazamientos.
Por ello la solidaridad entre extraños y perdedores al costado del camino.
Por eso los vínculos momentáneos.
Por eso las rutas como protagonista excluyente de la poética de Trapero.

Estas cuestiones son las que les interesa contar a Trapero en su cine
y son las que, película a película, en mayor o menor medida,
construyen una obra tan distintiva y sólidamente narrativa.

Otro tema que sirve para adentrarse en el cine de Trapero es la manera
en que cuenta sus historias, las herramientas que utiliza para mover
las fichas del tablero de sus ficciones.
Muchos críticos, a partir del blanco y negro de su ópera prima Mundo
grúa y el corto que le antecede Negocios, le pusieron la etiqueta de
realizador de cine realista y él mismo ha tenido que luchar o pelear
con ese rótulo que según sus propias palabras no le pertenece en lo
mas mínimo. Y cada vez que puede lo intenta aclarar para que ya no
haya malos entendidos. Con la presentación de su nueva película
Leonera, que ha causado excelentes impresiones y cosechado las mejores
criticas que un realizador puede esperar en el Festival de Cannes,
Trapero vuelve a echar luz sobre el tema.
" En realidad el realismo es una herramienta de construcción. Son
films bastante poco realistas, incluso éste, que se supone que
reconstruye un universo que existe. A veces tengo ganas de modificar
la historia porque quiero que un plano sea de cierta manera, y eso es
operar de una forma completamente antirrealista. El mejor ejemplo para
mí es Chaplin, a quien todo el mundo tildó de realista y sin embargo
desde el principio fue un pionero de la deconstrucción".
Palabra de director que intenta dejar en claro los tantos respecto a
su cine y su estética particular.
Leonera promete acercarnos al mundo femenino y aquí observamos un
cambio en su producción ya que hasta ahora sus protagonistas eran
masculinos y el aire que respiraban sus películas era netamente
varonil. Otro cambio que se viene con este nuevo film es que nos
encontraremos con un cine más clásico, con más planos secuencias
largos que describen el núcleo dramático de la historia.
Cuentan los que ya la vieron que la escena con la que abre la película
sorprenderá a todos y quedará en la memoria de muchos. No falta
tanto para vivir en carne propia la experiencia.
En tanto esperamos con ganas la 5ta película de Trapero y, si es
posible, que consiga alguna mención en el palmarés oficial (igual lo
que logró hasta aquí es altamente meritorio y significara un hito en
su carrera) solo resta decir que estamos ante un gran director que va
en camino de convertirse en un referente del cine( y aquí ya no
importan las nacionalidades ni las banderas) con inquietudes de que su
arte puede desentrañar, describir y pensar en torno a la condición
humana. Y eso como espectador se agradece y mucho.
Cine con ideas y bien hecho es lo que necesitamos y Trapero en poco
más de 10 años nos demuestra que sabe hacerlo cada día mejor.

Eduardo de la Cruz para la revista Jamming.

Se hizo justicia, Menendez duerme en Bower, ahora sería bueno seguir discutiendo ciertas cosas.

Se hizo justicia, ayer fue un dia histórico porque se hizo lo que un
país civilizado debería hacer, por que alguien que cometió tremendas
atrocidades debe estar donde hoy está Menendez, pero una vez
establecida esa justicia y esa realidad debemos seguir pensando y
reflexionando sobre aquellos años y que papel jugo cada actor social.
Por que no hay una sola versión de los hechos.
Porque no una sola memoria.
y por que nadie puede alegarse la soberbia y el poder de contar la historia.
Para que no suceda esto ( aunque ya lo estamos viendo en muchos
lugares) sirven estos testos ya que nos obliga a repensar y
resignificar aquellos años....
Para leer detenidamente y pensar cada frase.
Y lo dice alguien que ha escrito La Voluntad, La historia y tantos
libros que remiten a aquellos años.


El peor acuerdo.
Martín Caparrós
Ayer, en su alegato final, el ex Menéndez, ex jefe de una de las
unidades militares más asesinas, el Tercer Cuerpo de Ejército, hombre
de cuchillos tomar y de presos matar, peroró en su defensa. Dijo, en
síntesis, que las fuerzas armadas argentinas pelearon y ganaron para
"evitar el asalto de la subversión marxista". Y yo también lo creo.

Con algunos matices. La subversión marxista –o más o menos marxista,
de la que yo también formaba parte– quería, sin duda, asaltar el poder
en la Argentina para cambiar radicalmente el orden social. No
queríamos un país capitalista y democrático: queríamos una sociedad
socialista, sin economía de mercado, sin desigualdades, sin
explotadores ni explotados, y sin muchas precisiones acerca de la
forma política que eso adoptaría –pero que, sin duda, no sería la
"democracia burguesa" que condenábamos cada vez que podíamos.

Por eso estoy de acuerdo con el hijo de mil putas cuando dice que "los
guerrilleros no pueden decir que actuaban en defensa de la
democracia". Tan de acuerdo que lo escribí por primera vez en 1993,
cuando vi a Firmenich diciendo por televisión que los Montoneros
peleábamos por la democracia: mentira cochina. Entonces escribí que
creíamos muy sinceramente que la lucha armada era la única forma de
llegar al poder, que incluso lo cantábamos: "Con las urnas al gobierno
/ con las armas al poder", y que falsear la historia era lo peor que
se les podía hacer a sus protagonistas: una forma de volver a
desaparecer a los desaparecidos. Me indigné y, de tan indignado, quise
escribir La voluntad para contar quiénes habían sido y qué querían
realmente los militantes revolucionarios de los años sesentas y
setentas.

(A propósito: es la misma falsificación que se comete cuando se dice,
como lo ha hecho Kirchner, que este gobierno pelea por realizar los
sueños de aquellos militantes: esos sueños, está claro, eran muy
otros. En esa falsificación, Kirchner y el asesino ex se acercan; ayer
Menéndez decía que "los guerrilleros del 70 están hoy en el poder",
sin ver que, si acaso, los que están alrededor del gobierno son
personas que estuvieron alrededor de esa guerrilla en los setentas y
que cambiaron, como todo cambió, tanto en los treinta últimos años que
ya no tienen nada que ver con todo aquello, salvo para usarlo como
figura retórica.)

Es curioso cómo se reescribió aquella historia. Hoy la mayoría de los
argentinos tiende a olvidar que estaba en contra de la violencia
revolucionaria, que prefería el capitalismo y que estuvo muy
satisfecha cuando los militares salieron a poner orden. "Ostentamos el
dudoso mérito en ser el primer país en el mundo que juzga a sus
soldados victoriosos, que lucharon y vencieron por orden de y para sus
compatriotas", dijo el asesino –y tiene razón. Pero la sociedad
argentina se armó un relato según el cual todos estaban en contra de
los militares o, por lo menos, no tenían ni idea. Es cierto que no
podían haber imaginado que esa violencia era tan bruta, tan violenta,
pero había que ser muy esforzado o muy boludo para no darse cuenta de
que, más allá de detalles espantosos, las fuerzas armadas estaban
reprimiendo con todo.

El relato de la inocencia mayoritaria se ha impuesto, pese a sus
contradicciones evidentes. Los mismos medios que ahora cuentan con
horror torturas y asesinatos las callaron entonces; los mismos
partidos políticos que se hacían los tontos ahora las condenan; los
mismos ciudadanos que se alegraban privada y hasta públicamente del
retorno del orden ahora se espantan. Y todos ellos conforman esta masa
de ingratos a la que se dirige el muy hijo de exputa: "Luchamos por y
para ustedes" –les dice y, de hecho, los militares preservaron para
ellos el capitalismo y la democracia burguesa. Pero la sociedad
argentina se ha inventado un pasado limpito en el que unos pocos
megaperversosasesinos como éste hicieron a espaldas de todos lo que
ellos jamás habrían permitido, y les resulta mucho más cómodo. Como
les resulta mucho más cómodo, ahora, indignarse con el ex que repensar
qué hicieron entonces, a quién apoyaron, en qué los benefició la
violencia de los represores, y lo fácil que les resultó, muchos años
después, asombrarse, impresionarse e indignarse.

El ex Menéndez es, sin duda, un asesino, y ojalá que se pudra en la
cárcel. Es obvio que no es lo mismo la violencia de un grupo de
ciudadanos que la violencia del Estado, pero es tonto negar que
nosotros proponíamos la guerra popular y prolongada como forma de
llegar al poder. Y también es obvio que la violencia de los militares
no les sirvió sólo para vencer a la guerrilla: lo habrían podido
conseguir con mucho menos.

Durante mucho tiempo me equivoqué pensando que los militares habían
exagerado: que la amenaza revolucionaria era menor, que no justificaba
semejante despliegue. Tardé en entender que los militares y los ricos
argentinos habían usado esa amenaza como excusa para corregir la
estructura socioeconómica del país: para convertir a la Argentina en
una sociedad con menos fábricas y por lo tanto menos obreros
reivindicativos, para disciplinar a los díscolos de cualquier orden, y
para cumplir con las órdenes reservadas del secretario de Estado USA,
su compañero Kissinger, que les dijo en abril de 1976 que debían
volver a convertir a nuestro país en un exportador de materia prima
agropecuaria.

Es lo que dijo el ex: "¡Y nosotros estamos siendo juzgados! ¿Para
quién ganamos la batalla?". Porque es cierto que la ganaron, y que su
resultado principal no son estos juicios sino este país sojero.

Ése es el punto en que casi todos se hacen los boludos. La indignación
siempre fue más fácil que el pensamiento. Supongo que es mejor que
muchos, para sentirse probos, prefieran condenar a los militares antes
que seguir apoyándolos como entonces. Pero no deja de inquietarme que
todo sea tan fácil y que sólo un asesino hijo de puta suelte, de vez
en cuando, ciertas verdades tremebundas.

jueves, 24 de julio de 2008

Justicia persiguirás.

Hoy es un día histórico para Córdoba y para el país.
Hoy es un día donde las emociones se cruzan, los sentimientos son
encontrados y el recuerdo de nuestros afectos se entremezclan.
Hoy hay lágrimas, pero esas lágrimas no son de dolor y hay una mezcla
rara que nos acompaña.
Hoy después de tres décadas los jerarcas que asolaron de terror, miedo
y muerte a Córdoba escucharán sentencia y se hará justicia.
Justicia como corresponde con un juicio, como corresponde a las
sociedades democráticas y espíritus libertarios.
Hoy más de 30.000 desaparecidos deben ser recordados y lo que hoy se
decida en esta causa sentará precedente.
Hoy todos debemos estar conformes por llegar a esta instancia,
por que esta sentencia pondrá en su lugar a los genocidas que hace 32
años nos mataron las ilusiones, las ganas de probar que un mundo
distinto era posible y los afectos más queridos. Por los que no están
y los que , pese a todo, pudieron sobrevivir a esta tragedia como
pudieron.
Por ello hoy justicia tendremos y será, pese a la emoción y el llanto,
un día de fiesta.
Por la memoria, la justicia y el respeto a la diferencia.
A la memoria de Luis Alberto y de todos aquellos jóvenes cuyas
ilusiones fueron desaparecidas, asesinadas y detenidas.
Hoy esas ilusiones siguen vivas y con ganas de seguir por que aquí
estamos sus hijos para continuar la senda.

miércoles, 23 de julio de 2008

Recomendación de miércoles: reveer un clásico del cine o simplemente descubrirlo

Una posibilidad de ver una película única y que nos trae de nuevo a un
director magnífico.
La cita es hoy a las 23 horas en Isat, el ciclo Primer Plano ( uno de
los mejores ciclos de cine del cable en estos momentos) donde se puede
revisitar o descubrir esta película que aborda la cuestión de la
identidad, de las causas y los azares.
Para verla y disfrutar.
Aquí un comentario crítico para ver de que va la cosa.
A disfrutar ya que esto es cine en su verdadera magnitud.
Y el plus del comentario de Alan Pauls que es para escucharlo.

La doble vida de Verónica
por Udo Jacobsen

La doble vida de Verónica es sin duda una de las más bellas películas
que se hayan hecho. Kieslowski nos coloca frente a un universo
tremendamente ambiguo, pero al mismo tiempo significativo en un nivel
al que pocos realizadores han podido acceder: el de la pura intuición
del espectador. Maravillado ante las imágenes al espectador lo guía un
invisible hilo de Ariadna en medio de este laberinto de "más o menos"
y "no sé qué" (según los términos que Calabrese utiliza para
caracterizar el neobarroco).

La historia nos presenta el paralelo (aunque no mediante esta
estructura) entre dos Verónicas (Weronika y Véronique) que viven en
dos ciudades distintas (Lodz en Polonia y Clermont-Ferrand en
Francia). Son físicamente iguales, pero pertenecen a dos mundos muy
distintos. Sólo la casualidad hará que Weronika vea a Véronique cuando
ésta visita Cracovia, y sólo después Véronique notará la existencia de
Weronika gracias a una fotografía. Pero será, de una manera
indescriptible y casi mágica, la muerte de Weronika la que establezca
el vínculo definitivo entre ambas.

Kieslowski nos habla del doble, pero no de la manera habitual. No se
trata ni del reflejo invertido de una ni de las dos partes de un todo
que urgen por su unión. La unión existe y la inversión también, pero
no hay un camino que haya de recorrerse para encontrarse ni la
inversión responde al negativo, tan habitual en este tipo de
historias. Pareciera ser que sólo el conocimiento de la otra
constituye la toma de conciencia del sentido de la vida.

Kieslowski tematiza lo extraño de la situación a través de múltiples
planos que nos muestran el mundo a través de cristales, espejos o
reflejos, como si el mundo mismo no fuera otra cosa que un prisma de
realidades cambiantes. De hecho, podríamos pensar en que el mundo
trata realmente de eso, de que existen puntos de vista y que ninguno
de ellos forma una única realidad, a no ser por la mediación de la
razón que intenta ordenar el mundo para hacerlo comunicable a un
cierto nivel.

El mundo de las verónicas no es, sin embargo, un mundo racional. Nada
más lejos de una historia intelectual, La doble vida de Verónica, nos
enfrenta a las sensaciones, a lo indefinible, a lo extraño y
melancólico. Pocas películas pueden exhibir tan claramente este nivel
de comunicación, tan alejado de las normas al uso, fuera de los
cánones que nos remiten a respuestas emotivas inmediatas, en las que
la mayor parte del cine cae en su afán de obtener un reconocimiento
sobre un terreno ya trazado.

No cabe duda de que Kieslowski es una de las figuras más importantes
de la historia del cine, pero lo es porque podemos reconocer la mano
de un artista que gentilmente guía a sus personajes (aun en las
historias más terribles) tal como lo hace el titiritero en una de las
escenas más sublimes de la película.

Por último, hay que mencionar el aporte de la música de Zbigniew
Preisner, tan en el tono general del film. Música tematizada en la
historia, refleja también una concepción de belleza que pocos pueden
mostrar en la actualidad.

María Vaner se fue de gira

La musa de Favio, el ícono del cine joven en los años 60, el rostro
emblemático del cine nacional, la hermana de y la ex esposa de ...
fueron algunos de los titulares de diarios, revistas, programas de
tele, la radio y sitios de internet.
Se fue una gran actriz que hizo grandes papeles en pelíuclas dirigidas
por grandes directores y siempre que ese rostro aparecía la pantalla
se iluminaba.
Tenía una voz iconfundible y una presencia inigualable.
Con ella se nos ha ido una época soñada y dorada del cine argentino,
aquella generación que renovó la pantalla, y que sus películas aún hoy
exudan modernidad y vanguardia.
El consejo ir a verlas a todas

Tres veces Ana (1961), de David José Kohon
Prisioneros de una noche (1962),
Los jóvenes viejos (1962), de Rodolfo Kuhn
Crónica de un niño solo, El romance del Aniceto y la Francisca de
Leonardo Favio.
Esas son las fundamentales de aquella epoca soñada, despues vendrán La
Raulito, En retirada, Darse cuenta,Sentimientos: Mirta de liniers a
Estambul y varias más que ya no son tan trascendentales pero donde
ella cumplía siempre un digno rol.
Más acá participo en la divertida Cara de queso de Ariel Winograd
donde tiene aparaciones increíbles, participó de la experimental Sin
de intervalo de Teresa Constantini y habrá que esperar que se estrene
La mujer sin cabeza de Lucrecia Martel donde se desempeña como la tía
Lala. Dicen que su papel es corto pero que brilla intensamente.
Como siempre.
Y esperemos que tenga con el estreno de esta película el homenaje que
se merece ya que más alla de filiaciones y parentescos ella es la
cara del cine argentino.
Ella es ejemplo de actirz, de compromiso, de coherencia y de experimentación.
Sus papeles marcaron, a mi entender, la época mas moderna de nuestro cine.
Ese cine que aún hoy no hemos recuperado y que a lo mejor nunca más tendremos.

martes, 22 de julio de 2008

Poetry Slam: perfomance en movimiento para mañana a la tarde en la Casona Municipal

Una innovadora propuesta para mañana.
Aquellos espíritus avezados y aventureros mañana se pueden llegar con su texto.
Atención amigos aquí la invitación y la consigna.
Y aguante la perfomance diría Goeta un personaje emblemático de Juan
Manuel Dominguez que ilustra esta invitación y que mañana , tal vez,
se llegue a la Casona Municipal.


El miércoles a las 19.30 se realizará en la Casona Municipal (General
Paz y La Rioja) un encuentro de poesía joven y espontánea denominado
Poetry Slam, que propone la creación y la interacción entre los
participantes. El evento es organizado por el Instituto Goethe de
Córdoba y la Casona Municipal, y pondrá el énfasis en el carácter
performático de la escritura.
En esta ocasión, la palabra que se propone como disparador para el
trabajo individual es Zeitgeist, "espíritu de los tiempos", un término
que proviene de la filosofía alemana del siglo 18 y que remite a un
clima cultural dominante, más allá de matices generacionales y
socio-económicos.

Para participar en este original evento, que se realizará por primera
vez en la ciudad de Córdoba, cada uno de los interesados deberá
escribir un texto bajo la consigna "espíritu de los tiempos", imaginar
una manera de presentarlo (leerlo, actuarlo, dramatizarlo, etcétera) y
enviar la propuesta al siguiente correo electrónico:
colaboradores@cordoba.goethe.org. O bien dirigirse directamente a la
Casona Municipal (General Paz y La Rioja), el miércoles a las 19.30.
Una vez que comience el evento, cada participante tendrá cinco minutos
para presentar su creación

Carlos Monsiváis para pensar este martes

Para pensar como nos afectan los relatos que a diario tenemos al
alcance de nuestras manos y ojos.
Interesante comentario de un escritor y analista cultural mexicano
publicado en Babelia.

Entre la imprenta y el 'zapping'
Carlos Monsiváis


En la América Latina de hoy, ¿qué papel desempeñan la novela, el
teatro, el ensayo, la poesía? Funciones muy diferentes a las ejercidas
hace apenas una generación. Ante el Internet, el predominio de las
imágenes, la proclamación (falsa) del fin de la Era de Gutenberg, y el
vigor del analfabetismo funcional, el público se recompone, se amplía,
se reduce. Y a los diagnósticos al respecto los acompañan el pesimismo
y su complemento directo, el triunfalismo, confiados tan sólo en las
fuerzas del mercado.

Lo más señalado de este momento es la globalización de la literatura y
de las artes en general, pero este proceso, iniciado en el siglo XIX,
lo obstaculizan las devastaciones sucesivas de los países. Cito
algunas:

- La caída incesante de la economía en la que a las mayorías toca (un
caso de "abismo revolvente").

- Las crisis políticas sobredeterminadas por el mundo financiero.

- El neoliberalismo que incorpora a las naciones a "la obsolescencia planeada".

- El imperio de los medios electrónicos.

- El fracaso reconocido en forma unánime del proceso educativo
(público y privado), hecho a un lado por el culto a la tecnología y
por la sobrevaloración del éxito económico, la única prueba aceptada
de acceso a la educación...

- El tipo del tipo de best sellers que se definen como "los libros que
le gustan a quienes no gustan de la lectura". (Por fortuna, lo light
no es el único campo de los best sellers).

- La tendencia académica de las especializaciones absolutas que suele
ignorar el placer de la escritura y la lectura.

- La gran importancia formativa del cine que lleva tiempo desplazando
a la literatura como criterio de modernización.

- El abandono creciente de la fe en la imaginación individual, hecho a
un lado por la manipulación tecnológica. ("En donde estuvo la
conciencia, aparecen los efectos especiales").

- El peso de la demografía y el tamaño de las ciudades.


En este panorama, muy poco del legado típico parece firme, la
repetición de fórmulas hace las veces de ánimo crepuscular, y las
demandas de la educación media representan a la tradición. Ahora, el
mayor peligro para la novela no es el culto de las imágenes (que
obliga en demasiados sitios a sólo considerar novela a la telenovela),
ni el desdén tecnológico por la letra escrita, ni siquiera la
incomunicación cultural entre los países latinoamericanos, sino la
catástrofe educativa, robustecida por el desplome de las economías y
el desprecio neoliberal por las humanidades. El neoliberalismo es, por
definición rápido, el encumbramiento de una minoría depredadora, y por
ello se privilegia a la educación privada al margen de los niveles de
calidad, y allí, con énfasis, la aptitud tecnológica es la cima, lo
que se traduce en el menosprecio por el humanismo, la adopción
ornamental de la cultura, y la burocratización en materia educativa.

Persiste el impulso cultural de una minoría, se vigoriza el fin de las
prácticas mnemotécnicas en la educación primaria (el gusto por la
poesía se inicia en su memorización), sigue el deterioro de la
profesión magisterial, desaparece la mayoría de los contextos
culturales, que habían sido el idioma compartido de los países de
habla hispana. Ahora, quien desee la difusión masiva deberá en cada
libro incluir los niveles informativos prevalecientes. Si se acude a
los conocimientos culturales "de antes", deben explicarse de inmediato
porque los diccionarios son sitios del destierro. Los niños y los
jóvenes no incluyen por lo común la lectura entre sus aficiones
básicas, sin que esto consolide en lo mínimo a las profecías
desoladoras sobre el exterminio de la lectura. El libro persiste pero
ha pasado de necesidad pública a demanda de sector, salvo casos
excepcionales, precisamente ahora en su expansión posible.

En la educación sentimental y sexual, sin embargo, el rock, el sonido
de la modernización, el hip hop, el rap y las infinitas variantes de
la tecnología aplicada jamás desplazan del todo a la cumbia, la salsa,
el vallenato, el tango, el bolero, la canción ranchera. Más allá de la
calidad de parte del rock y de las promociones industriales permanece
el canon de modelos de vida, de mitos que ajustan las sensaciones de
éxito y de fracaso, de pautas de la conducta consideradas impensables
unos años o unos minutos antes.

¿Qué reemplaza a las guías tradicionales de las metamorfosis
individuales y colectivas, a la poesía, la novela, el teatro? Con lo
anterior no insinúo siquiera que la poesía y la narrativa hayan
perdido sus facultades liberadoras y creativas; por el contrario, de
la literatura continúan desprendiéndose las grandes atmósferas
formativas, lo que certifican por ejemplo la trilogía de los Anillos
de Tolkien, la poesía de Sylvia Plath y Jaime Sabines, las novelas de
Coetzee y García Márquez. Sin embargo, en lo que a las mayorías se
refiere, el influjo mítico de los libros se ha evaporado en buena
medida, concentrándose en los sectores minoritarios que no se expanden
según los ritmos de la demografía, aunque sí determinan las
adaptaciones de cine y televisión.

Al irrumpir las leyes del Mercado, los géneros fílmicos y televisivos
se modifican con rapidez. El cine-cómic que inicia la serie de Star
Wars seduce profusamente en el mundo entero, pero ya tienen nombre los
atributos de su fascinación, los efectos especiales, anuncio de la
jubilación inevitable de la magia que atrapa a cada generación
infantil. En la mayoría de los filmes de éxito desbordado, el hechizo
radica en la alta tecnología, y la belleza o la obviedad de las
imágenes son la substancia de la dependencia de la pantalla.

En su turno, los efectos de la televisión, ante profundísimos a corto
plazo y por acumulación, suelen carecer del brillo del prestigio
íntimo, aunque esto ya se transforma gracias al muy buen nivel de las
series sobre la vida cotidiana, abordada desde la franqueza o desde la
derrota de la censura como se quiera (los primeros "clásicos": Sex and
the City, The Sopranos, 24 horas, Queer as Folk, Oz, Six Feet Under).
Y lleva tiempo que los productos latinoamericanos no permiten que las
personas, aun las menos críticas, consideren a la televisión su
cómplice ideal: "Si en el mismo espejo se contemplan todos mis vecinos
y mis parientes, yo no puedo ser Narciso". Y al no existir como
antídoto a la televisión los llamados dramáticos en el camino a
Damasco ("Saulo, Saulo, ¿por qué no me apagas de vez en cuando?"), se
difuminan las posibilidades televisivas de constituir otra vanguardia
del comportamiento.

Todavía se cumple el apotegma de Marshall McLuhan: "El medio es el
mensaje", pero casi siempre el medio es también la moraleja. -

lunes, 21 de julio de 2008

Intelectuales para que ???

Un buen tema para empezar a ver que nos dejaron estos 100 días de
tensiones, discusiones y demás.
Este conflicto desmadrado por obra y gracia del matrimonio Kirchner
nos dejó tela para cortar y temas para analizar.
El papel de los medios masivos es uno y otro con el aquí empezamos es
los intelectuales y el lugar ocupan al momento de mediar en este tipo
de conflictos.
Este gobierno como ningún otro utilizó y convocó a los intectuales
más ilustres del país para que salga a defender desde las pantallas y
las páginas de los medios gráficos.
El miércoles último esto se puso de manifiesto en la pantalla de la
televisión pública de manera evidente.
Es así que desde aquí intentamos discutir, pensar y reflexionar como
algunas mentes brillantes hicieron lo que hasta una década criticaban.
Aquí la opinión de un intelectual que tiene una mirada y crítica del tema.

Intelectuales

Pablo Alabarces
Hace más de veinte años, en un asado de mi entonces familia política,
uno de los convidados celebró un brindis por el país de democracia
reciente, cosa que no lo desvelaba especialmente: diría más bien que
la democracia lo tenía muy sin cuidado.

El país, en cambio, "estaba condenado al éxito", decía el tipo,
mientras hilaba todos los lugares comunes del patrioterismo banal:
todos los climas, un pueblo educado, la unidad étnica, el granero del
mundo. Pero la causa de todos los males del país, afirmaba como
corolario del brindis, eran los intelectuales. Y para colmo, puedo
asegurarlo, me miraba.

Yo venía de leer a Gramsci por primera vez, era docente en el CBC de
la UBA, había escrito mi primera ponencia, leía hasta por los codos,
usaba convenientes anteojos de miope y fumaba cigarrillos negros que
se me antojaban coherentes con el personaje.

El sacudón no consistía en que la frase me demostrara mis poses –para
eso estaban los amigos, claro–, sino en que no podía entender cómo
alguien podía decir semejante simpleza. Era 1987: veníamos de la
dictadura y del terrorismo de Estado, veníamos de la sublevación de
Rico y de la –primera– traición de los radicales. Entre los culpables
de tantos fracasos, los intelectuales no ocupaban ningún lugar,
prominente al menos.

Una de las ventajas de los intelectuales consiste en que hacemos de la
reflexión sobre nosotros mismos y de la autocrítica consiguiente casi
un ejercicio cotidiano. Voy a exagerar mucho, pero podría decir que el
gesto intelectual consiste en mirarse cada día en el espejo y
preguntarse: "¿En qué me voy a equivocar hoy?" Por eso es que llevo
todos estos años empeñado en pensar por qué don Pepe podía decir lo
que dijo ese mediodía nublado y marplatense.

La respuesta es sencilla: porque había comprado una vulgata que en ese
entonces comenzaba a desplegarse y volverse prometedoramente
hegemónica; ese discurso de derecha que decretaba la muerte de las
ideologías y erigía un presunto sentido común indiscutible –por
supuesto, de derecha–, frente al cual los intelectuales éramos
refutadores de leyendas y vendedores de cortinas de humo justamente,
las ideologías.

La realidad era transparente, según ese discurso, y la gente común
–luego conocida como "la gente"– la comprendía sin dificultades, al
contrario de los intelectuales, que no hacíamos más que complicar la
vida haciendo interpretaciones invariablemente tomadas de los libros.
Nunca el barro ni el barrio, nunca la realidad, nunca una fábrica.

Nunca las "cosas sencillas de la vida", a las que éramos impermeables,
dominados por ese mundo de las ideas y las abstracciones que nos
hacían aparatos hegelianos, penetrados por la dialéctica –hasta que un
día los periodistas deportivos llamaron dialéctica a la retórica de
Bielsa, y hasta sin eso nos dejaron–. ésa era la novedad derechista de
los noventa; pero le debía mucho al peronismo, que había proclamado la
calidad indiscutida del sentido común popular ("el pueblo nunca se
equivoca", no lo olvidemos), y que, Jauretche mediante, había
decretado que los intelectuales sólo servían para darle la espalda al
pueblo.

Los intelectuales, puedo decirlo ahora después de dos décadas de
ejercicio, somos algo bastante más complicado y a la vez más útil que
esos estereotipos. Venimos a ser gente que debe mirar donde pocos
miran, donde hay oscuridad (donde hay luz mira cualquiera); que debe
pensar y criticar y cuestionar y proponer, todo a la vez, pero
desligados de intereses, de supersticiones, de pasiones desmesuradas
–es decir: no podemos ser como Macri, que cree en sus empresas, ni
como Carrió, que cree que es el Espíritu Santo. Eso no significa
abjurar de la pasión, pero sí de su desmesura. Y a veces nos sale, y a
veces no. A veces parecemos seres socialmente útiles; muchas parecemos
inútiles privilegiados.

Pero tampoco somos un bloque: la crítica, la obligación de someter
toda creencia al cuestionamiento, nos permite tener diferencias de
toda laya y pelaje. Una de las mejores cosas que la crisis agraria nos
ha traido no es el gorilismo de los ruralistas ni la obcecación
kirchnerista: es la reaparición de los intelectuales como actores,
como sujetos políticos que afirman sus convicciones y las exhiben
públicamente y las despliegan, incluso, en las calles y en los medios.

Pero sólo a condición de que esa exhibición sea apasionadamente
tolerante. Cuando José Pablo Feinmann afirma que a la izquierda del
kirchnerismo no hay nada, se vuelve intolerante. Y ciego: porque a la
izquierda del kirchenerismo hay un lugar inmenso. Ocupado, también,
por intelectuales, que estamos en todos lados, porque ésa es nuestra
obligación.