jueves, 18 de febrero de 2010

Una vida apasionante y una teorìa por descubrir: Peirce y su visiòn de los mundos posible que los signos ofrecen

 
Jueves de teòrico en mi vida, tres teòricos seguidos para los ingresantes que debo dar en este dìa en tres turnos masivos en la Universidad Pùblica.
Tarea apasionante y el tema de hoy es dificil pero fundamental para los estudios que estos alumnos comiezan: el signo y sus posibilidadesde comunicar....
Y uno de los autores elegidos para el desarrollo de mi  clase es el genial, visionario y trascendental Charles Sanders Peirce que deberìan (mos) conocer màs ya que su teorìa escrita en el siglo 19 permite analizar fenòmenos de esta època...
Y su vida es una vida de pelìcula como lo cuenta esta nota aparecida en la ùltima ediciòn de la revista Ñ.
Una vida que sin duda deberìa protagonizar Robert Downey Jr o Johnny Deep por que soloellos pueden hacerlo...
 
Buen jueves y no dejen de leer este apasionate texto que invita a leer a Peirce que nos propone entender desde los indicios hasta los signos màs complejos que la vida social y cultural propone...
 
Espero sobrevivir y dejar en claro lo que a esta hora de la madrugada yo tengo...
 
 
De House a Peirce, aventuras de una mente brillante
 
Desde el filme Sherlock Holmes –y su fuente, las novelas de Conan
Doyle– hasta la serie televisiva Dr. House, ponen en escena a
protagonistas avezados en la lectura de ciertos indicios, ya sean
huellas o síntomas. Esa peculiar forma de llegar a la verdad fue
objeto de estudio de Charles S. Peirce, cuya teoría de los signos es
clave para la semiótica.
 
 
La respuesta al siguiente interrogante podría buscarse en "Pierre
Menard, autor del Quijote", el cuento de Jorge Luis Borges: ¿cómo
leer, o como reescribir, a Sherlock Holmes después de Gregory House?
 La última versión cinematográfica de Sherlock Holmes (2009), dirigida
por Guy Ritchie, parece por momentos (muchos momentos) una versión
decimonónica de la serie de televisión House M.D. (2004). Se
argumentará que Holmes es anterior a House, y eso es cronológicamente
incuestionable, pero a su vez Holmes es posterior a House, y esto es
gramaticalmente cierto. De otra manera: aunque Jack Bauer y Jason
Bourne son posteriores a James Bond, las últimas dos películas de la
saga de 007 (Casino Royale y Quantum of solace, de 2006 y 2008) no
pueden ser leídas sin la serie 24 ni la trilogía de Bourne.
 Escribió Borges, sobre Pierre Menard: "Las cláusulas finales –ejemplo
y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir– son
descaradamente pragmáticas". Lo son, y por eso vale recordar que por
detrás de Holmes y de House, y también por delante de ambos, hay un
señor llamado Charles Sanders Peirce. El semiólogo húngaro Thomas A.
Sebeok comenzó su libro de 1980, You know my method. A juxtaposition
of Sherlock Holmes and C. S. Peirce, con una doble cita. Holmes: "Yo
nunca hago conjeturas". Peirce: "Debemos conquistar la verdad mediante
conjeturas, o no la conquistaremos de ningún modo".
 Está claro que Holmes, y también House, conjeturan todo el tiempo. Lo
interesante es que acierten tan seguido. La diferencia con Peirce es
que si bien éste hacía conjeturas, también hacía conjeturas acerca del
funcionamiento de las conjeturas. Holmes y House dicen: "Tiene una
mancha de barro en el pantalón, ¡estuvo en el cementerio!". Peirce, en
cambio, desarrolló un modelo teórico para explicar cómo una mancha de
barro puede convertirse en índice de una visita al cementerio: cómo se
convierte en signo.
 Peirce fue un pensador asombroso. Su obra es compleja, heteróclita,
erudita e inacabable. Hablar sobre ella "en resumidas cuentas" supone
predicar a conversos. Y aún quienes se especializan en su obra, poco
saben sobre sus avatares personales. ¿Y cómo leer la biografía de
Peirce después de Gregory House? Al echarle un vistazo, nadie dudaría
en llamar a Robert Downey Jr. para que lo interprete en la pantalla
grande.
 Tuvo una vida zigzagueante, marcada por malas decisiones y por una
peor suerte. Fue un niño prodigio interesado en la química que leía a
Richard Whately; creció en un hogar de académicos prestigiosos y ni
toda su influencia pudo mantenerlo por la buena senda. Estudió
geodesia, medicina, matemática, lógica, meteorología, astronomía,
fotometría; abrazó a Kant, Schiller, Stöckhardt, Leibniz. Inventó el
pragmatismo norteamericano, o eso se cree.
 Emprendía negocios que siempre fracasaban, apoyaba la esclavitud, era
zurdo, divorciado, racista. Fue un "ñoqui" estatal y lo echaron de
casi todos lados. Bebía compulsivamente, era adicto a la cocaína y la
morfina. Cada tanto estaba escapándose de la policía o de sus
prestamistas.
 Fue un bon vivant que amó la buena vida; también durmió en la calle y
comió de los cubos de la basura. Editó un solo libro, Investigaciones
fotométricas; terminó otros dos, inéditos. Publicó unos 75 artículos y
una cantidad similar de recensiones; escribía por dinero, casi siempre
escaso o mal invertido. El resto de su obra son manuscritos que, de
publicarse, llenarían decenas de volúmenes. Hace casi un siglo que se
intenta reunir y ordenar estos papeles, sin mayor progreso; algunos
fueron recopilados en los ocho tomos de Collected Papers (los primeros
seis se publicaron entre 1931 y 1935, los otros dos en 1958). Pasó sus
últimos años en la pobreza, olvidado por las academias, enfermo y
escondido de sus acreedores. Cuando murió, su esposa vendió los
manuscritos a la Universidad de Harvard por quinientos dólares para
comprar un cajón donde enterrarlo.
 Y a pesar de todo, Peirce se las ingenió para trazar uno de los
proyectos intelectuales más ambiciosos de la modernidad: una teoría
del conocimiento fundada en una teoría general de los signos.
 
Predicando a conversos
 
La amplitud de la obra de Peirce no fue sólo reflejo de las corrientes
intelectuales de época (el evolucionismo, el positivismo científico)
ni de su incesante búsqueda del próximo plato de comida. En Signo, su
libro de 1973, el semiólogo Umberto Eco escribió: "Ahora empezamos a
comprender de qué debe tratar un libro sobre el concepto de signo: de
todo". Algo que Peirce comprendía ya por entonces. No se puede pensar
ni conocer sin signos. No hay vida social sin signos.
 
La meta de Peirce era entender cómo pensamos. Para ello se valió de
una exhaustiva sistematización de las ideas, a las que encuadró en
tres categorías: primeridad, segundidad, terceridad. Las ideas que
entran en la categoría de primeridad son posibilidades, cualidades
abstractas, "meras apariencias". A la segundidad corresponden los
eventos singulares concretos, la "realidad bruta" de las cosas y los
hechos. La terceridad incumbe a la representación, el orden de la
razón, la ley, el hábito: el signo.
 Tradicionalmente el signo se definía como una relación entre dos
elementos: el signo y aquello a lo que el signo refiere. Peirce
propuso un signo conformado por tres soportes (del inglés subject),
que son asimismo signos. A los dos elementos existentes agregó un
tercero: el interpretante. Atrás quedó la "fantasía" de Aristóteles,
la "impresión" de los estoicos, la "representatio" o el "phantasma" de
los escolásticos, la "imaginación" de Descartes, la "aprehensión
sensible" de Spinoza, la "correspondencia" de Leibniz, la "aprehensión
general" de Kant. Fue un borrón y cuenta nueva, aun cuando la noticia
pasó inadvertida durante décadas. La lógica, decía Peirce, es otro
nombre de la semiótica, y la semiótica tiene como objetivo el estudio
de la semiosis. La semiosis es el instrumento que posibilita el
conocimiento, es donde se construye la realidad de lo social. Se trata
de un proceso triádico de inferencia mediante el cual a un signo
(representamen) se le atribuye un objeto a partir de otro signo
(interpretante) que remite al mismo objeto (que es también un signo).
Este proceso es, por definición, infinito.
 
La semiosis está presente en todos lados, en todo momento. Como
escribió el semiólogo Eliseo Verón, toda producción de sentido es
social y todo fenómeno social produce sentido. Los signos no son
artimañas conceptuales o imágenes acústicas que sólo están en la
cabeza de la gente (como se creyó durante buena parte del siglo XX,
cortesía de la tradición saussureana); son cosas empíricas, concretas,
que pueden identificarse y estudiarse. Pueden ser vistos, oídos,
tocados, percibidos. Caso contrario, Holmes y House perderían sus
empleos.
 
Nacido para perder
 Charles Sanders Peirce fue nieto del senador Elijah Hunt Mills y su
padre, Benjamin Peirce, fue el matemático norteamericano más
importante del siglo XIX. Clichés de niño prodigio: a los once
escribió una historia de la química; a los doce ya tenía su propio
laboratorio; a los trece cayó en sus manos Lógica de Wately, y se pasó
los siguientes años dedicando dos horas al día a memorizar Crítica de
la razón pura de Kant. Graduado en Harvard, y por influencia de su
padre, trabajó como investigador científico en el Instituto
Oceanográfico y de Geodesia durante tres décadas.
 Entre 1861 y 1865 tuvo lugar la Guerra de Secesión. La familia Peirce
tenía sólidos lazos con el sur, creía que la esclavitud estaba bien
argumentada. En 1908 Charles S. Pierce escribió a la filósofa inglesa
Victoria Welby-Gregory: "Puesto que soy un pragmatista convencido en
materia de semiótica, es natural que nada me parezca tan ingenuo como
el racionalismo, y que crea que el destino en política no puede darse
con mayor plenitud que en el liberalismo inglés. El pueblo debería ser
esclavizado; sólo los esclavizadores deberían practicar las virtudes
que son indispensables para mantener su régimen". De hecho, Peirce
solía apelar al siguiente silogismo para ilustrar la deficiencia de la
lógica tradicional: "Todos los hombres son iguales en sus derechos
políticos. Los negros son hombres. Por lo tanto, los negros son
iguales a los blancos en sus derechos políticos".
 Viajó a Europa. Estudió el funcionamiento del péndulo y la aceleración
de la gravedad; publicó Observaciones fotométricas en 1878. Entre 1879
y 1884 enseñó lógica en la Universidad Johns Hopkins; logró reunir
sólo doce alumnos por clase. Fue su único contrato con una universidad
y terminó cuando lo echaron abruptamente. ¿La causa? Zina –apodo de
Harriet Melusina Fay– esposa de Peirce y famosa feminista, militaba a
favor de que el adulterio fuera castigado con la pena de muerte.
Peirce se divorció de ella en 1883, y a los dos días volvió a casarse
con Juliette Annette Froissy, a quien le llevaba veinticinco años.
Zina echaba humo por las orejas y en Hopkins decidieron ahorrarse el
escándalo.
 El trabajo de Peirce para el gobierno resultó funesto. Malgastaba los
fondos de sus misiones científicas, descuidaba o rompía los
instrumentos; en un viaje a París destinó buena parte del presupuesto
a un sommelier que lo instruyó sobre la variedad Médoc. Sufría
períodos de estrés y permanentes colapsos nerviosos; se iba de juerga
en juerga. Su padre murió en 1880 y casi de inmediato se lo pasó a
retiro por incompetente. Afrontó un juicio por malversación de fondos
públicos, pero fue sobreseído.
 
Pragmatismo y después
 
El pragmatismo fue la primera corriente de pensamiento auténticamente
norteamericana. Más allá de las discrepancias entre autores y líneas
intelectuales, sus pilares son Peirce, William James y John Dewey. Y
los tres coincidían en el Club Metafísico, fundado en 1872, donde se
reunían intelectuales de las más destacadas familias bostonianas. Se
examinaba a Platón, Hegel, Kant; se evadía la presión de los numerosos
pastores protestantes devenidos en jerarcas universitarios. Los trazos
generales del pragmatismo se encuentran en "Cómo clarificar nuestras
ideas" y "La fijación de la creencia", artículos que Peirce presentó
en el Club Metafísico y de cuyas discusiones –aseguró– se nutrió para
escribirlos. Pero algunos estudiosos han puesto en duda la importancia
de este club, un poco por la ausencia de registros y otro poco por el
carácter exagerado de Peirce.
 Padecía de neuralgia del trigémino y facial, enfermedad que produce
dolor intenso en los nervios. Usaba morfina, cocaína y éter, y no
tardó en volverse adicto; lo mismo sucedió con el alcohol. Encima era
zurdo, y la zurdera estaba emparentada con la locura. Zurdo,
divorciado, racista, borracho y arrogante: nada de eso lo ayudaba a
encontrar empleo.
 "Peirce estaba siempre sin un centavo –lo describió el matemático
Thomas Scott Fiske–, vivía en parte de préstamos de amigos y en parte
de cualquier trabajo que conseguía, como escribir reseñas de libros.
Era brillante, bajo la influencia del licor o de otra cosa".
 Confiaba en que el siguiente negocio le traería fortuna inmediata.
Intentó de todo: construir una planta de energía hidroeléctrica,
comerciar un proceso de blanqueo de ropa, poner una escuela de lógica
por correspondencia. Nada funcionó.
 En 1887 compró una casa rural en Milford, Pensilvania, gracias a la
herencia de su padre, donde pasó sus últimos veintisiete años. Y
aunque fue en este período cuando escribió gran parte de las 80.000
páginas que acabarían en Harvard a cambio de un entierro, no fueron
años fáciles (algunas de esas páginas están escritas por el frente, el
dorso y los bordes, pues no tenía dinero para papel). Peirce intentó
conseguir un trabajo estable en alguna universidad, pero su mala fama
lo precedía.
 Los trabajadores que habían reformado su casa lo demandaron por falta
de pago en 1894, y una sirvienta lo denunció por agresiones. Las
autoridades ordenaron su arresto y estuvo prófugo tres años.
 Dormía en la calle y comía donde podía; cuando volvía a su casa tenía
que disfrazarse. "He aprendido mucho sobre filosofía en estos últimos
años porque han sido años muy miserables y desafortunados, terribles
más allá de todo lo que el hombre de experiencia común puede entender
o concebir", escribió en 1897 a su amigo William James, donde
aseguraba que hacía tres días que no probaba bocado. "Se me ha
revelado un nuevo mundo del que yo no sabía nada, y del cual no
encuentro que alguien que haya escrito sepa realmente mucho; se me ha
revelado el mundo de la miseria".
 Con la bancarrota llegaron los embargos y los intentos de suicidio. Se
la pasaba oculto en el ático para que no lo encontraran sus
acreedores; estaba mal alimentado y enfermo. Murió de cáncer el 19 de
abril de 1914.
 El siglo XX fue el período en que la semiótica se consolidó como
disciplina académica. Peirce continuó con su mala racha, aun después
de muerto. En 1916 se publicó el Curso de lingüística general, de
Ferdinand de Saussure, y durante los siguientes cincuenta años la
lingüística y la semiología fueron estructuralistas: el signo era una
construcción psíquica binaria. Hubo que esperar hasta 1960 y 1970,
cuando las insuficiencias del estructuralismo se volvieron
insalvables, para que el modelo peirciano emergiera de las sombras.
"Gran parte de mi trabajo no será jamás publicado", reconoció en una
carta a Lady Welby. "Si puedo, antes de morir, dejar accesible algo de
lo que otros podrían tener dificultades en descubrir, sentiré que se
me puede excusar de otras cosas".
 Teniendo en cuenta lo aportado a la teoría del conocimiento, podrían
perdonársele algunas cosas. Las clases de Médoc, al menos.
 
Gregory House, descaradamente pragmático, lo entendería.

2 comentarios:

  1. Gracias por el artículo profe. Por suerte en el secundario ví un poco de Kant así que algo le podía entender, ahora quedó del todo claro.
    Podríamos decir que con esa vida Peirce era todo un rockstar de la filosofía.

    P/D. Buenísimo el cabezal del blog, el mentón a lo Marlon Brando de Brad pitt y esa escena la rompen.

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  2. de nada....
    y que suerte que hayas entendido...
    y cuando me devuelvan el extasis de los signos de marafiotti si queres te lo presto...
    y esa peli es lo mas, lo mejor del año pasado y Tarantino un genio absoluto..

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