Hoy comienza un unitario que vale la pena ver.
Por sus historias,
por su autor/ director y
por el elenco de prestigio que ha logrado convocar.
Hoy a las 2230 por la Televisión Pública comienza Doce casas.
Historias de mujeres devotas es una cita con la buena televisión que
tenemos y que se hace por acá.
Cómo lograr relatos íntimos en la televisión
Por Santiago Loza
Soy teleadicto. He visto mucha televisión. Mucha mala televisión. Es
impúdico decirlo, pero he consumido mucho desecho cultural. A mí me
interesa trabajar en esos restos. Claro que, uno ve tele y entra en
conflicto con lo que ve. Siempre me costó --me sigue costando-- cierto
uso del lenguaje. Cierto uso extremadamente degradado del lenguaje.
Esa especie de coloquial televisivo que tampoco se corresponde con la
realidad... ¡Como si esa forma de hablar tuviera una aparente frescura!
Cuando apareció la propuesta de Canal 7 en la que estoy trabajando, me
asustó un poco el formato: una telenovela, una tira diaria. Me
pregunté qué pasaría si hiciera una ficción en la que hubiera un
cuidado con el "cómo se dice". Una ficción con cierto espesor
literario y aún así que sea entretenida. También me pregunté si sería
capaz de hacer algo accesible y no resignarme a que todo deba ser
explicado.
A partir de ahí, la idea fue construir una pequeña saga pueblerina.
Así surgió Doce casas / historia de mujeres devotas. En cada casa
transcurren cuatro episodios (de media hora), que cuentan una historia
que se completa en la semana. Lo que une a las doce historias es que
la Virgen de la Parroquia, cada mes, visita una casa. Y la Virgen es
una presencia, a veces muda como un florero, a veces en interacción
con el amo o alguien de la casa.
Como soy del interior y los 80 son años que a mí me involucran (hice
la primaria durante la dictadura), la trama transcurre entre el 79 y
el 81. No hay una referencia directa, sino que es "algo" que subyace
en la trama. Una latencia. Son los 80 que la serie imagina. No hay una
intención de archivo o histórica precisa. La serie toma, también, la
transición del blanco y negro al color en la televisión.
Con ese marco, pensé en construir un fresco social, una saga de
pequeñas historias, que ocurren en ámbitos privados. Vidas íntimas que
no se van a contar nunca, porque no son tan importantes como para ser
consideradas "hecho histórico". A su vez, esas historias pequeñas van
tiñendo el rumiar de lo que va a constituirse como"la Historia". En
ese sentido, hay en Doce casas pulsiones algo oscuras, ciertas zonas
de lo sexual, de lo social, de lo político en latencia, que no han
estallado. Ése es un aspecto que trabaja la serie al mismo tiempo que
entra en diálogo con el melodrama: hay gente que llora, pasiones
exaltadas...
Con Ariel Gurevich --el coguionista--, pensamos lo religioso como el río
que atraviesa esas doce casas. Porque, a veces, la devoción no es
hacia la religión sino hacia una persona. La pasión o la maternidad
pueden tener un cauce religioso también... La devoción siempre está
ligada a lo amoroso, en la forma que sea. Después, es el dogma el que
hace estragos...
Con Gurevich, además, compartimos el placer clandestino por la
televisión. Y la serie va a reflejar algo de eso: la televisión, la
religión y otros temas un poco más crudos. Pero lo que acordamos es
que se pueda ver, semana tras semana, con la sensación de que nada tan
terrible va a ocurrir. No va a haber asesinatos, por ejemplo. Y aún
teniendo aristas más ásperas, va a transmitir cierta dulzura. Les pase
lo que les pase a los personajes, son criaturas frágiles que hacen lo
que pueden con sus vidas. Aún cuando hay ciertas resonancias políticas
o complicidades, se trata de pequeñas vidas en un lugar pequeño.
¡Aunque esperamos que haya grandes actuaciones! Convocamos a actores
del off (que es donde más trabajo), de la tele y del cine para
cruzarlos en cada casa.
No quiero replicar el gesto de la telenovela pero sí atravesarlo por
mi propia sensiblidad. Acá hay una marca de autor que comparto con
colaboradores porque no doy abasto. Sin volvernos demagógicos, vamos a
trabajar con elencos y con libros que puedan marcar ciertas zonas más
sensibles, más ambiguas que lo que suele verse en televisión. Y al
mismo tiempo, con accesibilidad.
No me siento muy joven ni con mucha energía como para encarar un
proyecto que no me exprese a pleno. No podría escribir acerca de
"algo" que no me importe. Pese a ciertas dificultades que puede tener
producir televisión (que es un medio que no conozco) y en un canal
estatal, tuvimos libertad temática y estética absoluta. Nos dejaron
vía libre.
Desde Caetano, no ha habido un proyecto en el que la misma persona que
lo escribe llegue a dirigirlo. Después de Okupas, de Tumberos, de Sol
negro, se ha ido abandonando la tele de autor. El último intento
autoral fue el de Daulte en El Trece, pero él no llegó a dirigir.
Ahora la tele es más industrial, más rápida, más canchera. Y en
términos autorales, más híbrida. Sería precioso sentir que en la tele
se puede lograr el mismo grado de intensidad que en una sala pequeña...
A mí me importa lograr intensidad, intimidad. ¿Cómo? Lo estamos
probando. Es como una pulseada permanente.
Santiago Loza escribió y dirigió las películas Extraño (2001), Cuatro
mujeres descalzas (2003), La invención de la carne (2009), Rosa patria
(2009), Los labios (2010, co dirigida por Ivan Fund). Como dramaturgo
escribió y dirigió Amarás la noche y Pequeña cruel bonita (Teatro por
la Identidad, 2000). En 2007, escribió Nelidora, dirigida por Anahí
Berneri. Le siguieron, entre muchas, Nada del amor me produce envidia,
dirigida por Diego Lerman (2008), Sencilla, co escrita y dirigida por
Lisandro Rodriguez, con quien tutela Elefante Club de Teatro. Para ese
espacio, escribió Asco, La vida terrenal, He nacido para verte
sonreír, La mujer puerca, Pudor en animales de invierno, La enamorada
del muro, todas dirigidas por Rodríguez. Con Maricel Álvarez trabajó
en Yo tenía un alma buena (video instalación teatral) y Yo te vi caer
(en la que también actuó). Doce casas / historia de mujeres devotas,
es una coproducción de la TV Pública y Vasko Films. El guión pertenece
a Santiago Loza y Ariel Gurevich. La dirección, a Loza y Eduardo
Crespo. Sus colaboradores son: Elías Díaz (fotografía), Adrián Suárez
(arte), Iñaki Echeverría (producción general), Victoria Marotta
(vestuario) y Anabela Bacigalupo (casting).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario