* Estèticas en el mercado*
Por Beatriz Sarlo
Para LA NACION - Buenos Aires, 2009
El arte está de moda. Miles de páginas de Internet responden a la
búsqueda "art & shopping". Celebrities , galeristas y artistas de los
primeros puestos del ranking internacional están vinculados con firmas
de merchandising . Invertir en arte es menos arriesgado que la Bolsa y
los museos son buenos negocios para las ciudades. Por eso, por su
éxito turístico entre otras razones, el magnífico edificio del
Guggenheim de Bilbao, proyectado por Frank Gehry, es custodiado
fielmente por Puppy , el perro un poco monstruoso del artista Jeff
Koons, compuesto por 40.000 flores. Por supuesto: es de rústicos
hablar mal de Puppy , gente que no entiende que Puppy sale de cruzar
los jardines del siglo XVIII con las mascotas de historieta. Lo dice,
en un video, el director del Guggenheim, que pasa al lado de Puppy
todos los días.
Aunque hoy el adjetivo haya perdido algo de la electricidad que
transmitía en las dos últimas décadas del siglo XX, lo que hasta hace
poco se llamó posmoderno caracteriza un campo estético donde distintas
fracciones sellaron un tratado de paz para remitir la competencia
entre artistas al mercado y a ese otro espacio ligado intrincadamente
con el mercado que son los museos.
Por su parte, en la academia y en el mundo elegante, la sociología de
la cultura y los estudios culturales han difundido la tesis de que es
inválida, cuando no reaccionaria, la separación entre arte de elite y
arte popular o arte industrial. Lo peor de todo es que esa separación
también sería arcaica e incompetente para entender lo que sucede. Hay
que ser muy valiente o muy conservador para señalar, en palabras de
James Elkins, que "casi todas las prácticas culturales -lo que
equivale a decir prácticamente toda la cultura- deben observarse
irónicamente como kitsch o camp . Por cierto, desde esta perspectiva,
no tiene sentido la crítica de arte que,
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