Un texto para pensar (nos) social, cultural y lingüísticamente.
Para empezar una nueva semana y nunca dejar de navegar aguas profundas....
"Las narrativas son el marco por el que percibimos el mundo real"
"Los animales no tienen forma en sus sistemas de decir lo que no
ocurrió", subraya Labov, al señalar la diferencia con los seres
humanos. Para el creador de la sociolingüística, los medios no
influyen masivamente sino a un sector, que a su vez influye sobre el
resto de la sociedad.
Por Werner Pertot
¿Cuánto de la forma en que hablamos remite a lo social? Aunque
hablemos el mismo idioma, ¿hablamos todos lo mismo? ¿O coexisten
distintas variedades de lenguaje, según el nivel socioeconómico, según
la región? ¿Qué relación hay entre las historias que contamos todos
los días sobre nuestras vidas y la sociedad? De esto se empezó a
ocupar hace más de 40 años una rama de la lingüística que se conoce
como sociolingüística, fundada por William Labov. Y Labov vino a
Buenos Aires a abrir las Jornadas de Sociolingüística y Análisis del
Discurso organizadas por el Instituto de Lingüística de la UBA y a
recordar a su discípula, ya fallecida: la lingüista argentina Beatriz
Lavandera. En diálogo con Página/12, con la ayuda del traductor
Ignacio Pérez González, Labov discrepa de la idea de que puede conocer
la realidad por fuera de los relatos. "Las narraciones son el marco
por el que percibimos el mundo real" indica, sobre cómo se habla en
las conversaciones cotidianas. Plantea que, en el discurso político,
no se trata tanto de contar lo que ocurrió como de expresar el
desacuerdo.
–¿Cómo empezó a estudiar la relación entre lenguaje y sociedad?
–Vine a la lingüística desde el campo de la química industrial, donde
recordábamos permanentemente que el mundo podía probar o descartar
nuestras investigaciones. Me aproximé a la lingüística de forma de
poder decidir qué era realmente verdadero y qué no lo era, comenzando
por cómo las personas hablan en la vida cotidiana. Así que empecé a
entrevistar a personas sobre los hechos importantes de sus vidas y
esto llevó al hecho de que, cuando uno estudia lo que la gente dice,
no siempre lo cuenta de la misma forma. Las personas varían su
discurso. Esto nos llevó al estudio del cambio en el lenguaje y la
variación lingüística, lo que se convirtió en una parte importante de
la lingüística contemporánea.
–En un punto, se dio cuenta de que debía conseguir que las personas no
prestaran atención al hecho de que usted estaba haciendo una
investigación sobre el lenguaje.
–Si uno se enfoca en cómo las personas hablan, eventualmente se
sentirán avergonzadas y cambiarán, porque están convencidos de que el
lenguaje estándar escrito es lo único real y correcto. Pero, en
realidad, el lenguaje que cuenta es el que se aprende de la madre y el
padre y el que se usa en las conversaciones cotidianas. Ese lenguaje
es más sistemático que el que se usa cuando se trata de hablar
"correctamente", como se les enseñó en la escuela. Nuestro esfuerzo es
conseguir que la gente use su lenguaje de la misma forma fluida en que
lo usa en la vida cotidiana. Y tuvimos éxitos en estudiar el cambio
lingüístico. Lo otro que descubrimos fue que el cambio lingüístico nos
rodea completamente. Y las fuerzas que hicieron que el inglés, el
español, el alemán y el francés fueran lenguas separadas todavía están
operando. Entonces, en el inglés de los Estados Unidos nos encontramos
con que los dialectos regionales se están volviendo más y más
diferentes.
–Existe la idea de que la gente "habla mal" el idioma. ¿De dónde viene?
–Es un sentimiento universal que la mayoría de la gente tiene, que el
lenguaje existió en un estado anterior de perfección y que cualquier
cambio es para mal. Uno puede escuchar a algunos ancianos decir que
les gusta la nueva música o las computadoras, pero nunca vas a
escuchar a alguien viejo decir que le gusta cómo hablan hoy los
jóvenes. Esta es una peculiaridad del lenguaje: tenemos que aceptar
que la mayoría de la gente se avergüenza cuando señalamos que están
usando nuevas formas de lenguaje. Una vez una mujer me dijo (en
inglés): "¿Por qué digo 'oi' cuando quiero decir 'aye'?". Y mi
respuesta: "¿Por qué no querrías decir 'oi' cuando lo estás haciendo?"
(N. del T.: en español, sería como decir "se" en lugar de "sí"). Así
que, para ser realista, las personas siempre tienen estos sentimientos
de vergüenza sobre usar las nuevas formas. En el largo plazo, el
lenguaje cambiará y seguirá adelante. Las formas que hoy consideramos
nuevas, eventualmente terminarán siendo lo estándar. Un ejemplo en
inglés: la palabra "ejecutar" en el sentido de matar, era considerada
en una época una forma mala para referirse a matar a alguien
legalmente. Hoy nadie puede imaginar qué hay de malo con el uso del
verbo "ejecutar", dado que ejecutamos personas todos los días. Así que
lo que pensamos que es corrupto y malo hoy se convertirá mañana en el
lenguaje estándar.
–Entonces, no hay "bien" o "mal" cuando se habla...
–Lo que tenemos que reconocer es que la escuela les enseña a las
personas a hablar de una determinada manera que será útil para ellos
en su vida cotidiana. Tenemos que reconocer que estas normas son
reales y distinguir entre dos clases de reglas: una sería "tenés que
hablar de esta manera, cuando en realidad nadie lo hace". Y la otra es
decir "tenés que hablar así, porque las personas que tienen éxito y
son educadas lo hacen". Nuestras investigaciones en Estados Unidos nos
muestran que, por ejemplo, el doble negativo en inglés es no estándar,
como cuando se dice "No conozco a nadie" (N. del T.: "I don't know
nobody", en español es la única forma) te estás marcando como una
persona iletrada. Una aproximación realista sería plantear que algunas
normas deben ser enseñadas, pero que la gente no debería avergonzarse
de cómo habla en la vida cotidiana. Hay formas de hablar que les
traerán beneficios económicos.
–En una oportunidad, ¿usted fue convocado a un juicio a testificar
sobre un dialecto?
–Sí. Ese fue un caso particular, porque mostró cómo la lingüística
puede probar un punto. Un hombre fue acusado de mandar amenazas de
bomba a Panamerican Airlines. Cuando escucharon su discurso, dijeron:
"Sonaba igual al que hizo la amenaza". Pero, de hecho, su dialecto era
de la ciudad de Nueva York y la llamada de amenaza de bomba se hizo
desde Boston. Para los de Los Angeles, sonaba igual. Era posible
probar que el sistema dialectal de Nueva York no había cambiado y que
no podía ser el que hizo esa amenaza.
–¿De qué manera consiguió que las personas hablaran como en su casa?
–Un método importante es preguntarles por eventos significativos en
sus vidas –situaciones de riesgo o muerte, haber sido culpados por
algo que no hicieron–, de forma tal que las personas se involucren
tanto en la historia que dejen de prestar atención a cómo lo están
diciendo. Esto es por lo que el estudio de la narrativa es muy
importante. Las narrativas son el principal modo en que transmitimos
nuestras experiencias a otros. Mi último libro, El lenguaje de la vida
y la muerte, es sobre cómo las personas relatan, ven y transforman el
mundo en el lenguaje.
–¿Qué características tienen estas narrativas de la vida cotidiana?
–La pregunta central es si una narrativa te está diciendo lo que
sucedió, ¿cómo es posible que las personas te hablen de lo que no
ocurrió? Es como si te explicaran el mundo comparándolo con otro mundo
que no existió. Entonces, el uso de la negación es lo que diferencia a
los seres humanos de los animales. Los animales no tienen forma de
decir lo que no ocurrió en sus sistemas. Cuando un niño empieza a
hablar, te dice lo que ocurre. Más adelante, aprendemos a decir cosas
como "podría haber muerto". La narrativa es el centro de cada
conversación. Si te ponés a escuchar conversaciones, te vas a dar
cuenta de que la mayoría tiene una narración. Las narrativas son el
marco por el que percibimos el mundo real.
–En Argentina, en este momento, hay dos grupos de opinión
mayoritarios, el Gobierno y un grupo de medios y opositores. Ha habido
una fuerte discusión en torno de la idea del "relato", como si hubiera
una realidad separada del lenguaje. Por lo que usted dice, todos los
gobiernos construyen relatos...
–El uso de la narrativa en mi trabajo se refiere a hechos que
ocurrieron. Pero el uso de la narrativa se expandió también en los
Estados Unidos al estudiar la discusión del punto de vista, que no
está relacionado con los hechos del pasado. Beatriz Lavandera trabajó
con discursos sobre la "guerra sucia" argentina y cómo esos hechos
eran tratados. Estas narrativas que estudiamos en la experiencia
personal normalmente dicen "esto ocurrió, luego ocurrió esto otro, y
esto otro". El uso de las narrativas de las que hablás implica en
realidad expresar un punto de vista. Hay diversas formas en las que la
lingüística puede contribuir a entender el discurso político, pero
este uso expandido de la narrativa debería verse sólo como otra forma
de desacuerdo. Lavandera muestra cómo la lingüística puede mostrar
estrategias para transformar la realidad sin que las personas se den
cuenta. Si llamás a alguien "mentiroso" o "criminal", no necesitas un
lingüista para mostrar lo que se dijo: todos lo entienden.
–Pero no siempre es obvio. En el caso de Lavandera, demuestra
estrategias de mitigación de la figura de los desaparecidos en el
discurso de los militares.
–No, y lo que ella planteaba es cómo se degrada la figura del
desaparecido, con expresiones como "la nómina del desaparecido", donde
se vacía de contenido el término. Se opone a decir, por ejemplo: "Los
desaparecidos están muertos". Tenemos muchas formas de usar eufemismos
sobre la muerte en la vida cotidiana. El discurso político puede tomar
prestados esos recursos y hay diversos estudios de lingüísticas
argentinos que siguen este camino que mostró Lavandera. Hay algunas
áreas de la lingüística donde podemos probar que algo es cierto, como
en el estudio de los cambios en los sonidos; mientras que en el
estudio del discurso político se busca persuadir a la gente
mostrándole diversas estrategias lingüísticas que no habían
descubierto. Esto no quiere decir que vaya a haber una ciencia de la
argumentación política. Eso no existe.
–¿Qué ocurre, por otra parte, con el discurso de los medios masivos de
comunicación y su influencia en la vida cotidiana?
–Mi trabajo muestra que la investigación que realizaron Katz y
Lasarsfeld y que publicaron como Influencia personal era correcto: los
medios masivos no influencian a las personas en forma directa.
Solamente unas pocas personas en cada grupo social son influenciadas
por los medios, y los que los rodean son influenciados por ellos. Así
que hay dos pasos de influencia y hay determinadas personas que son
consideradas líderes de opinión. En los últimos 40 años, los estudios
de comunicación quieren definir con claridad quiénes son estos líderes
de opinión. Desde una perspectiva comercial, cualquier publicista
querría encontrarlos para dirigirse a ellos. Esto llevó a que en los
Estados Unidos surgieran cientos de medios especializados, cada uno
tratando de apelar a un nicho. El énfasis está puesto en que los
medios no influencian el lenguaje en forma directa. El cambio en el
lenguaje ocurre y es recuperado por los medios. Esto es cierto hasta
cierto punto. Recientemente, nuestros estudios en Filadelfia nos
hicieron preguntarnos si la televisión como medio masivo no tuvo
consecuencias lingüísticas. Es posible que los cambios que la
televisión trajo en la vida cotidiana hayan repercutido en el
lenguaje. Es una pregunta abierta. Lo que está claro, de momento, es
que el lenguaje es influenciado por las personas con las que
interactúas y no por la radio y la televisión que escuchas o ves. Pero
tenemos que estar abiertos al hecho de que la televisión e Internet
han alterado la sociedad en formas que pueden tener influencia en el
lenguaje.
–¿Cómo puede contribuir el estudio del lenguaje a una sociedad más democrática?
–El rol de la lingüística tiene un lado crítico, donde exponemos cómo
la gente usa el lenguaje para engañar. Los que siguen la escuela del
Análisis Crítico del Discurso y dicen: "¡Ajá! Este giro en particular
permite engañar a las personas y hacer pasar lo peor como algo noble".
Y tiene también un lado positivo en el que usamos la lingüística,
donde les damos acceso a las personas a la movilidad social
ascendente, a partir de enseñarles el lenguaje estándar. Esto puede
mejorar las características democráticas de una sociedad. Muchos
chicos son alejados de la escuela cuando se les dice que su lenguaje
no es aceptable. Hay lingüistas –estudiantes míos– que trabajan para
enseñarles a los maestros que el lenguaje de la vida cotidiana no es
incorrecto, pero hay otra variedad que tienen que aprender. Nos
dedicamos a remover el prejuicio de que el lenguaje vernáculo es
ignorante. Al mismo tiempo, usamos nuestras posibilidades para
incentivar a los niños. Yo trabajé escribiendo programas y usando mis
habilidades narrativas para escribir cosas que a los chicos los
atraigan.
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