Cuando pasan estas cosas como las de Fernado Peña uno se da la cabeza
contra la pared con un montón de sensaciones, putea la vida, maldice
la terrible visitante que se lleva a gente querida , admirada y
fantasea ( como dijo ayer el genial amigo Jorge Lanata) con que la
muerte le toca a uno y que dirían los demás del que acaba de
partir...
Cosas que la muerte no propone pensar mientras mascullamos con bronca
y alguna que otra lágrima la injusticia de la vida, la puntualidad
gélida de la muerte.
Pero Peña, Fernando quería que se lo recordará bien, quería una risa,
una fiesta alocada en su honor junto a sus afectos, no quería lágrimas
porque las detestaba y me parece que está bien.
Que a nuestros muertos hay que recordarlos en ese instante de
felicidad vividos intensamente, por eso para despedirlo elegí contar
una anécdota que me remite a esos instantes felices e intensos al que
siempre recurro cuando me ataca la nostalgia.
Fui espectador de las obras de Peña casi en su totalidad, ya sea
cuando venía a Córdoba o yo rondaba por calles porteñas. Ví mucho de
él, admiraba su arte, su estética y su manera de entender el hecho
artístico. Fue durante el 2005 que decidimos viajar a Buenos Aires con
mi hermano de vacaciones y en una especie de despedida ya que él en
unas semanas partía a radicarse en Santiago de Chile. Aprovechabamos
además la primera visita del Cirque du Soleil a la Argentina, en donde
yo como hermano mayor le había regalado las entradas para ver al
gigante francés. En esa historia estábamos con Juanzin que durante esa
semana elegimos ver obras de teatro, fundamentalmente unipersonales ya
que queríamos ver a nuestros favoritos ( nos faltó el Gordo Casero
recuerdo ahora por cuestiones de tiempo y también de morlacos).
Así es que caminamos por la calle Corrientes nos tentó la foto de Peña
de niño y decidimos sin pensarlo sacar los tickets para alguna de las
noches.
Las obras que ponía en escena en el Multiteatro eran dos y decidimos
que esa noche la veríamos. Así es que con las entradas para "Ni la
más puta + Sit Down Tragedy" estabamos exultantes.
Y así es como esa noche Peña, Fernando actúo a metos de nuestras
butacas y sucedió algo mágico, único ya que él mismo lo dijo en
escena. La obra duraba al menos hora y veinte y habíamos hecho planes
para luego ( como de costumbre en mí).
Esa noche Peña tenía ganas de actuar, tenía ganas de mostrar todo en
escena, y como dice la gente de teatro "bajó el ángel". Ese "ángel"
hizo que la obra se extendiera tres horas en donde este genial actor
nos paseó por todos sus personajes y se sentó a hablar de él, de su
vida y de lo que pensaba de lo que el arte significaba. Es más si
alguien quería irse el lo invitaba a dejar la sala, pero que ese día
iba a actuar todo lo que tuviera ganas.
Para nosotros fue un regalo ya que prácticamente actúo para nosotros y
es más, nos habló confesionalmente, sobre temas diversos y uno como
espectador se sintió agradecido.
Peña entendía el teatro, el arte y , también la vida, de esa manera.
Se lo vivía intensamente, con pasión, desenfreno y a todo o nada. Así
lo queríamos, asi lo admiramos.
Y hoy en este día triste para muchos incluyéndome), yo vuelvo a ese
recuerdo y me siento imnensamente feliz de haberlo compartido junto a
él. Son noches mágicas de teatro y uno estuvo allí para vivirla a
pleno.
Gracias Fernando por aquella noche intesa e imnesamente feliz que nos
hiciste pasar en el 2005 en que actuaste para nosotros dos. Nada fue
igual después de esa noche. Por eso en mi nombre y en el de Juanzin (
que despunta su arte por Madrid en estos días) te recordamos y, pese a
la lagrimitas que nos produce tu gira mágica y misteriosa, brindaremos
con rico champagne pensado en vos.
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