Una opinión sobre EL regreso de este lunes
y una invitación a pensar en la cultura que propone este gran show o
la versión catódica y posmoderna del circo romano.
Vuelve Marcelo
Por María Eugenia Boito (*)
María Eugenia Boito, doctora. en Ciencias Sociales, Investigadora
Adjunta Conicet y UNC, opinó para Télam sobre el regreso Marcelo
Tinelli, que tiñe no sólo el espacio televisivos, sino también el
político.
"Vuelve Marcelo" es una expresión escuchada de manera insistente
durante las últimas semanas. Si hacemos un intento por romper la
familiaridad y nos desplazamos hacia una zona de extrañamiento,
"Vuelve Marcelo" suena como un eslogan político. Sabemos que la
política y el espectáculo están muy próximos -como ya lo tematizaban
los cientistas sociales en la década de los 90 con nociones como
"videopolítica" (el tiempo de los primeros programas de Tinelli en la
TV)- pero en este caso, creo necesario precisar como opera y funciona
más bien lo político que la política en el mayor programa de
entretenimientos (¿solo eso?) de la escena televisiva contemporánea.
Empiezo por la vía negativa. Lo político no es una cuestión de
contenidos ni personajes (si está o no el presidente Macri en la
presentación, si va el diputado Massa) o el particular segmento "Gran
Cuñado" como casa habitada por imitadores de políticos, sus parejas y
otros miembros del "cielo mediático" al que miramos todo el día.
Considero que lo político es una forma de ejercicio activo sobre lo
que es objeto de disputa en nuestro tiempo: la sensibilidad; algo que
los publicistas han identificado hace décadas.
Dicha forma aparece en los adjetivos que no solo acompañan sino que
definen a Tinelli. Marcelo es exitoso, solidario, popular. En la
experiencia actual, aparece como la realización del sueño que se nos
propone a todos como horizonte de lo posible y deseable social. Es el
mito del héroe que se hizo a sí mismo: el ícono de ShowMatch y la
asociación con la expresión "Súper Marcelo" quizás no sea una deriva o
una sobreinterpretación. Por esto "Vuelve Marcelo" no es solo el
retorno del mega espectáculo, sino que hay un plus que opera "más acá"
de la pantalla.
Ser exitoso, solidario, popular puede leerse como una huella del
trabajo ideológico que actúa sobre nuestra sensibilidad, antes y
después del programa, pero que encuentra en este espacio la
realización del sueño de todos. Marcelo Hugo Tinelli empezó "de abajo"
acompañando a Juan Alberto Badía, tuvo un programa de deportes a la
medianoche que fue mutando en bloopers en el tiempo de Video Match y
luego a diversos formatos de show, que tramaron de manera particular
los formatos globales con las marcas y dinámicas de la realidad local.
Así "Bailando con las Estrellas" devino "Bailando" y "Cantando por un
sueño", ya dentro del mismo campo de la oferta local de formatos -como
expresión de la propia lógica autoreferencial del sistema de medios-,
"Gran Hermano" (en plena temporada 2016) vuelve a replicarse con la
edición de "Gran Cuñado". Marcelo salió de su pueblo -Bolívar- a
buscar el éxito y lo fue encontrando en la TV y en el fútbol -espacio
ampliamente tematizado como zona de inscripción de lo popular- y
también retorna "saludablemente" hacia su tierra natal, con maratones
y aportes solidarios a instituciones de la zona. Exitoso y popular.
Pero además solidario. La solidaridad está presente en el programa, en
la fundación de su productora "cumpliendo" los más variados sueños
(realizando una suerte de inversión financiera para-estatal en salud,
vivienda, educación, bienes in-comunes).
Ser exitoso, solidario, popular es una especie de esquema de
organización del deseo que se replica y potencia en los más variados
escenarios mediáticos que hemos referido, pero también en los
extra-mediáticos. Los participantes de "Gran Hermano" dicen
directamente que se encierran allí para mostrarse, para tener la
oportunidad de ser conocidos y obtener popularidad (este es el lexema
ideológico que ha fagocitado el potencial de conflicto asociado a lo
popular); en "Gran Cuñado", tanto los imitadores como los imitados
apuestan primero a ser elegidos y luego por permanecer el mayor tiempo
posible en la retina de los teleespectadores, participando en tramas
construidas en clave paródica, o más bien en la variante del grotesco.
Pero ¿no es la misma forma de regulación del malestar y del deseo
social operante en el afuera? En el retorno de Marcelo encontramos la
condensación y el énfasis de un tipo de sociedad de individuos que
encuentran en la competencia darwinista la manera de estar juntos por
un instante. O en el gesto solidario del cumplimiento de un sueño (de
derechos ni hablemos) equivalente con cualquier otro. Un tipo de
sociedad que se sostiene en la inversión del régimen panóptico: hoy
todos queremos ser iluminados, filmados, registrados. Y lo trágico en
términos políticos es que no es el fin de la vida privada lo que se
produce ya que todo se expone, sino que lo que se resiente o
resquebraja es la vida pública, nuestra vida con otros. El aislamiento
por comunicación ya fue indicado por los estudiosos de la Escuela de
Frankfurt en los 40'; en nuestro presente además tendríamos que ver a
Tinelli junto a lo reprimido de la escena televisiva contemporánea
(¿sólo televisiva?) que no para de volver en la ficción, como vieja
reedición del núcleo duro de la telenovela: las clases sociales, sus
luchas y la cancelación por la acción del amor entre los protagonistas
de diversas clases. Vuelve Marcelo en una nueva versión del viejo
ejercicio político de educación sentimental.
(*) Dra. en Ciencias Sociales, Investigadora Adjunta Conicet y UNC,
profesora Adjunta en el Seminario de Cultura Popular y Masiva y en
Comunicación y Trabajo Social, Universidad Nacional de Córdoba.
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